Madrid de los Austrias, villa y corte
Comenzamos este periplo en el Convento de la Encarnación y lo primero que nos preguntamos es si de verdad estamos en el cogollo de Madrid. Acabamos de atravesar la Puerta del Sol con cientos -¡no!-, miles de viandantes; es sábado, pero todo el mundo parece tener prisa por algún desconocido motivo. Aquí, no; en los recoletos aledaños de la Encarnación, todo es paz y tranquilidad, con sus banquitos que invitan a leer la prensa diaria hasta la hora del aperitivo -ós confesaré, en confianza, que nosotros lo llevábamos ya puesto: una parada en Casa Lalín, en la Plaza de la Ópera, nos permitió echarnos al coleto una ración de pulpo, no sería el Pulpo Paul, ni nos predeciría que esa tarde perdería el Madrid, pero cayó en nuestros estómagos agradecidos, como la seda-.