Continúo, desde hace meses ya, con mi buena costumbre de ir andando de casa a la oficina; si no todo el trayecto, sí gran parte de él. Salgo día tras día a horas tan tempranas, que me permiten no sólo disfrutar de los amaneceres de Madrid, que no son poco premio a mis esfuerzos, sino que en ocasiones, como las de hoy, me proporcionan material para mantenerme reflexionando hasta mi llegada a destino. En mi itinerario está el cruzar el aparcamiento de la Estación de Chamartín y esta mañana mas parecía un estercolero que cualquier otra cosa. El botellón que ha debido celebrarse allí esta noche ha tenido que ser monumental. Entre bandejas, plásticos, bolsas, vasos, botellas rotas (¿por qué habrá que romperlas, es que forma parte de algún ritual?), cristales por todos sitios y un líquido pegajoso que se te pega al zapato, restos comestibles y no ......, un basurero municipal, escoba y recogedor en mano, contemplaba el panorama sin saber por dónde empezar. En mis reflexiones y por intent