Prolongar los viajes tras el regreso
Dicen que la vida del turista es dura (digo turista cuando en realidad es una palabra que no me gusta o, por lo menos, con la cual no me siento identificada; debería haber dicho viajero), pues eso, rectifico: dicen que la vida del viajero es dura y seguro que me daréis la razón. Quien no ha pasado por experiencias de este estilo: 10 de agosto (San Lorenzo, día más caluroso del año), en una ciudad X del norte de Europa, 3ºC, con la maleta llena de camisetas de manga corta y has tenido que correr como un poseso hasta encontrar un puesto de souvenirs para comprarte una sudadera con letras muy grandes que ponga "ICH BIN EIN BERLINER", o lo contrario, 40ºC y tu guía, con cara de bobalicona, te dice que reunidos todos en el hall a las 16,30 para llevar a cabo la excursión a Cartago (¿lo harán aposta?). Luego están los maratones: te has sacado un billete superbarato con Ryanair, pero tienes que salir el sábado a las 14 h. y volver el domingo a las 20 h., dispones de doce horas escasitas para recorrerte una city entera y como no te puedes volver sin ver el museo de turno que es mundialmente famoso, ves sala tras sala desde la misma escalera, porque el tiempo no te permite otra cosa,....... uf ......... agotador. Eso, por no hablar de la cantidad de cosas de que te privas durante los viajes: el colchón, sin excepción, siempre será más blando o más duro que el tuyo, y que me decís de esa cervecita bien fría que te tomarías en una terraza tras un día agotador y que tienes que cambiar por un 7Up, porque resulta que estás en un país musulmán y no venden bebidas alcoholicas, etc, etc, etc.
Pero después, cuando vuelves a casa (decía Hemingway que lo mejor de cada viaje es tener una casa para volver) y en el sofá de tu salón comienzas a ver una tras otra las fotos de tantos momentos inolvidables, a repasar tus notas (si tienes costumbre de ello), es cuando llega el verdadero saboreo del viaje, muy poquito a poco, disfrutando de cada momento, con tu/s compañero/s de viaje a ser posible.
Pasado estos primeros momentos, cuándo volverás a ver esas mismas fotos? Tus recuerdos de esa romántica cena en un recoleto restaurante al lado del mar irán pasando al backup de tu memoria; sí, están ahí, pero no volverán sino hay algo que provoque su vuelta. Pues bien, he descubierto la forma de tener mis recuerdos vivos cada día de mi vida y para demostrároslo, lo voy a hacer con documentos gráficos:
Tengo miles de ejemplos repartidos por toda la casa: esa muñeca negrita que me tenía enamorada y que veía cada día al pasear por Malindi, es mi recuerdo keniata, preside la mesa del salón y me traslada a aquellas tierras entrañables cada vez que la miro. El arlequín que compré a una encantadora viejecita venida de las montañas en Chiang Rai, tras una ardua discusión de regateo, hasta que me di cuenta de que estaba intentando sacarlo por el equivalente a un euro más barato. Todavía me hace sonrojar de verguenza cuando lo veo. O aquella pata de caimán de los Everglades, que a mi marido le da tanto asco, pero que luce orgullosa colgada de una estantería.
Pero después, cuando vuelves a casa (decía Hemingway que lo mejor de cada viaje es tener una casa para volver) y en el sofá de tu salón comienzas a ver una tras otra las fotos de tantos momentos inolvidables, a repasar tus notas (si tienes costumbre de ello), es cuando llega el verdadero saboreo del viaje, muy poquito a poco, disfrutando de cada momento, con tu/s compañero/s de viaje a ser posible.
Pasado estos primeros momentos, cuándo volverás a ver esas mismas fotos? Tus recuerdos de esa romántica cena en un recoleto restaurante al lado del mar irán pasando al backup de tu memoria; sí, están ahí, pero no volverán sino hay algo que provoque su vuelta. Pues bien, he descubierto la forma de tener mis recuerdos vivos cada día de mi vida y para demostrároslo, lo voy a hacer con documentos gráficos:
Esto, me direis, son tres botes de gel y sales, pues bien para mí no, para mi representan una semana maravillosa en el Hotel Ev de Bodrum. Estos botes se encargan de recordame cada mañana, mientras me ducho, aquella semana.
Probad a hacerlo. Aquel subah que os regaló alguien en algún rincón del mundo y que tenéis metido en un cajón, ... sacadlo y ponedlo, por ejemplo, en la mesilla de noche, veréis como os traslada irremediablemente a aquel momento, una y otra vez, no se cansará. La mente humana es mágica y necesita poca cosa para sacar a flote todo lo que tiene archivado. Ojo, deben ser objetos que "hablen" y te digan todos los días "¿te acuerdas de mí?", no me vale el kilim que comprasteis en la tienda de lujo de vuestro hotel, ni aquella cristalería de Bohemia que adquirísteis en Praga y os mandaron a vuestra casa muy bien empaquetadita; deben ser cosas con "vida", cosas que te cuenten su historia; porque su historia ha sido la misma que la tuya en un momento determinado.
Yo comprendo que este método está reñido con esa casa 10 de Ikea, donde tiene que estar todo conjuntado, y, mucho menos, claro ésta, si estamos hablado de una casa 10 a lo Gastón y Daniela; este método está hecho para personas que están un poco ya de vuelta de todas esas cosas y dan preferencia a su satisfacción personal a tener una casa siempre a punto de revista.
Intentadlo, es mágico.