Un paseo por el Madrid medieval
2.5.2018
El puente de la Comunidad de Madrid, en Madrid, pesaba como
una losa y, ávida de buscar algo que hacer, recurrí a mi página web de referencia “Caminando por Madrid”, Carlos Osorio me
ofrecería, seguro, alguna alternativa que mitigase el sopor madrileño. ¡Bingo!
El Madrid Medieval, ya visitado en varias ocasiones, pero siempre hay algo
nuevo que aprender y descubrir en la capital.
El punto de encuentro era la estatua ecuestre de Felipe IV
en la Plaza de Oriente.
Carlos, con sus bastos conocimientos históricos y
geográficos de Madrid, nos pone en situación del significado sociológico que la
zona que nos disponemos a visitar tuvo en tiempos remotos y lo que representa como poso de los
actuales.
Es difícil imaginárselo, debido a los acondicionamientos
realizados para la creación de la ciudad hasta nuestro días, pero estamos en un
cerro, desde el que se puede ver el barranco que baja abruptamente hacia el rio
Manzanares; y que además, no es el único, la Cuesta de San Vicente era el
antiguo arroyo de Leganitos, el de la calle Segovia, el de San Pedro; y una
profunda hondonada formaba el arroyo de El Arenal, lo que hoy es la Plaza de
Opera.
Nos trasladamos al siglo IX. Estamos en un punto sumamente
estratégico para las dos fuerzas que luchaban en la península en aquel momento:
musulmanes y cristianos. La reconquista cristiana ha llegado hasta el valle del
Duero y los musulmanes temen que el
enemigo llegue más pronto que tarde hasta la ciudad de Tulaytulah (“la
graciosa” –hoy Toledo-) conquistándola. Para intentar evitarlo, el emir de
Córdoba, Mohammed I, considera que este cerro reúne buenas características para
fundar una fortaleza o almudaima (población pequeña), con una finalidad
defensiva. Esta pequeña población abarcaba poco más de lo que hoy ocupa el
Palacio Real y la Catedral de La Almudena y bautizaron este espacio con el
nombre de Mayrit.
Desde el castillo construido en lo alto del cerro se tenía
una vista de toda la sierra de Madrid y
del valle del Manzanares, por el que discurre el camino de Castilla, y
cualquier avance del ejército por aquellos caminos de tierra, levantaría tal
polvareda que sería fácil detectar desde aquí y actuar en consecuencia.
Lo cierto es que en los primeros tiempos, en esta almudaima
llegarían a convivir muy establemente árabes, judíos y cristianos.
Probablemente, en estas tierras, hubo una pequeña aldea
visigoda primitiva, pero no se han encontrado nada más que algunos
enterramientos que no son materia suficiente para demostrar la existencia de
una población, aunque sí se tienen indicios en el terreno lingüístico. Parece
que la mayoría de los lingüistas coinciden en que el vocablo Madrid procede de Maŷriţ o Maǧrīţ , y ésta deriva de maǧra (cauce o lecho de un río), al que se
romanizó añadiéndole el sufijo –it (latin –etum), que significa abundancia,
otros aseguran que procede de Matrice, con el significado de matriz o fuente, es
probable que ambas acepciones convivieran en
el tiempo y fueran utilizadas por cristianos y árabes.
Maydrit aparece por vez primera en un documento
escrito en el año 1126; en 1176 aparece como Madrit y no es hasta 1202 que en
el Fuero de la ciudad adopta ya el nombre de Madrid.
Alfonso VI conquista Toledo y Madrid en 1085, al
parecer sin apenas resistencia. La fortaleza musulmana se transforma en un
alcázar de los reyes cristianos, con más forma de castillo que de palacio,
aunque en época de Carlos V y Felipe II se aplicarían reformas que lo fueron
convirtiendo en palacio renacentista. Felipe IV ordena a Juan Gómez de Mora una
definitiva remodelación al estilo barroco, en consonancia con la fachada del
Ayuntamiento de la Plaza de la Villa, con una gran fachada con capiteles.
Este palacio arde en llamas en 1734 y los nuevos
reyes de la dinastía de los Borbones proyectan el actual Palacio Real,
cimentado sobre el viejo alcázar árabe.
Caminamos una distancia pequeña, hasta la Plaza de
Ramales, en sus orígenes Plazuela de San Juan. Carlos nos explica que estamos
pisando el lugar exacto en que se levantaba la Iglesia de San Juan Bautista,
templo románico-mudéjar, del siglo XII, primera iglesia construida en Madrid y
templo de referencia de toda la corte
del alcázar, dónde además, fueron enterrados muchos de sus nobles personajes.
En épocas recientes, con motivo de la construcción
de aparcamientos subterráneos, se aprovechó para buscar restos arqueológicos. Se
peatonalizó la plaza; se colocaron bancos de piedra delimitando la base de la
iglesia y se dibujó el perímetro de la misma en el nuevo solado (estábamos en
ese momento situados en el ábside de una planta rectangular, con el presbiterio
orientado hacia el Este –Jerusalén-). Completaría esta iglesia una torre
campanario, parecida a la de San Nicolás o de San Pedro, mudéjar, realizada en
el siglo XII en ladrillo. Aquella parroquia fue derribada cuando José
Bonaparte, el rey francés impuesto a los españoles por Napoleón Bonaparte,
lleva a cabo una serie de derribos de iglesias y conventos para crear plazas en
el interior de la ciudad –la propia plaza de Oriente fue el resultado del
derribo, en 1810, de una serie de casas enclavadas junto al palacio-.
Posteriormente, en el siglo XIX se vuelve a construir una nueva Iglesia de
San Juan.
Perímetro Iglesia de San Juan |
El nombre de la plaza –Ramales- es debido a una batalla de la primera guerra carlista entre Espartero y el pretendiente Carlos V de Borbón. No queda nada de su pasado medieval, debido a la vorágine constructiva de la ciudad. Pero permanecen algunos edificios con solera; por ejemplo, el Palacio de Domingo Trespalacios del siglo XVIII. En este lugar estuvo situado también el Palacio de los Guzmanes, que fue residencia del Conde-Duque de Olivares, y que ostentaba bastas caballerizas como símbolo de poder.
Suele llamar la atención la casa regionalista de Ricardo
Angustias del siglo XIX y reformada ya en el siglo XX por el arquitecto Cayo
Redón, que reconstruye la fachada, manteniendo el interior, en lenguaje
neobarroco; con un torreón y airosos balcones rodeando la casa. La original era
una gemela de la que existe a la derecha.
Con las excavaciones
que se llevaron a cabo para la realización de aparcamientos, se descubrió toda la planta de la Iglesia de
San Juan. El Ayuntamiento colocó una “ventana arqueológica”, pero que en
palabras de Carlos, “sirve para no ver lo que hay debajo”, y con toda la razón;
la condensación del agua en su interior hacen que la visibilidad sea imposible,
a lo que hay que añadir el crecimiento incontrolable de hierbas que lo recubren
todo. Teóricamente tras esta placa de metacrilato se podría contemplar la
fachada lateral de la iglesia y sus cimientos.
Asimismo, de la época
islámica (siglos IX a XI) aparecieron dieciocho silos de almacenamiento de
grano y diez pozos de captación de agua. En aquella época, Madrid estaba
construida sobre arena y se habían creado muchas galerías subterráneas y
almacenes –siempre resultaba más barato construirlos bajo tierra que en la
superficie-. Se excavaban especie de pozos, se tapizaban las paredes con
arcilla para impermeabilizarlas y se tapaban. Allí guardaban los cereales,
sobre todo la cebada. No olvidemos que Madrid es una ciudad eminentemente
agrícola, donde se cultiva especialmente cereales, viñedos y olivares.
Con el tiempo aquellos
pozos dejaron de utilizarse como almacenes y quedaron de basureros. Nos
encontramos en el arrabal de la ciudadela árabe y en la zona vivían alfareros
que tenían aquí mismo sus talleres y aprovechaban los pozos para deshacerse de
piezas con taras o restos de cerámica. Aquella tradición puede que fuera la
primera industria que tuvo Madrid: la alfarería; de hecho existe una referencia
escrita donde se asegura que “en Madrid se hacen muy buenos cacharros para
cocinar; son tan buenos que duran más de veinte años”. Posteriormente esta
alfarería se trasladó a Alcorcón, donde estuvo hasta el siglo XX
Calle del Biombo |
En el sitio en que nos encontramos en esos momentos
es donde se construyen su aljama los judíos; sorprende que hayan elegido un
lugar tan céntrico de la ciudadela, pero hay que tener en cuenta que en aquella
época , ese primer Madrid árabe de los siglos IX al XI la convivencia entre
judíos y árabes –incluso entre cristianos- era totalmente normal. A los
cristianos que vivían dentro de comunidades árabes se les llamaban mozárabes
–de hecho la familia del patrón de Madrid, San Isidro, era una familia
mozárabe, que trabajaba para los árabes-; a los judíos se les conocía como
“dhimmis” –gente del libro-.
Mozárabes y dhimmis tenían sus derechos: su propio
culto, su propio sistema jurídico, aunque tenían terminantemente prohibido
casarse con musulmanes, que estaba penado con penas muy graves. La convivencia
en el medievo no siempre fue tan buena; en el siglo XII, la llegada de los
Almohades pusieron a la comunidad judía en la tesitura de elegir entre la
conversión al Islam o la muerte; en el año 1391 –ya en época cristiana- surge
el pogromo- (persecución exacerbada de judíos en toda la España cristiana),
decretando su expulsión en 1492. En Madrid, la mayor parte de judíos tuvieron
que escapar y sus casas fueron arrasadas; los que decidieron permanecer,
llamados sefardíes, simularon su
conversión al cristianismo, pero seguían practicando sus ritos.
Catedral de La Almudena |
Museo Colecciones Reales |
Virgen de La Almudena |
Torre Iglesia San Nicolás |
Iglesia de San Nicolás |
Destaca la torre campanario de estilo mudéjar., aunque
sorprende el chapitel forrado de pizarra que es un añadido del siglo XVII.
Recordemos conceptos:
·
Moriscos: son los musulmanes que permanecieron
en España una vez finalizada la reconquista cristiana. En 1609, Felipe III
ordena la expulsión de todos los moriscos en territorio español.
·
Mozárabes: Cristianos que vivían en territorios
dominados por musulmanes tras la conquista de la península en el año 711, que
siempre fueron tratados con gran respeto, y podían conservar sus bienes.
·
Mudéjares: nombre dado a los musulmanes que
permanecieron en territorio ocupados por los cristiano durante el tiempo de la
reconquista.
·
Muladíes: se trataba de los cristianos que se
convirtieron al islam después de la conquista musulmana del 711.
Sorprende un poco que las iglesias cristianas conserven
detalles netamente mudéjares como esta torre de la Iglesia de San Nicolás; pero la explicación está en que, durante la
reconquista, son muchos los árabes que se quedan a trabajar para cristianos; albañiles y
arquitectos eran muy necesarios porque los recién llegados eran en su mayoría
soldados solamente y paradójicamente, el refinamiento del arte árabe es muy del
gusto de los cristianos. Las iglesias cristianas se construyen con arte mudéjar
eliminando simbología musulmana; pero fácilmente reconocible por los arquillos
de herradura, polilovulados típicos del mudéjar. Además, la morfología de
Madrid y su terreno con muy poca piedra, en el que apenas hay unas pocas canteras de sílex, es necesario ir
a buscar este material a la sierra, lo que encarece muchísimo la materia prima;
ello obliga a construir en ladrillo y el arte mudéjar se adapta perfectamente a
este material, que permite crear formas, dibujos y embellecer edificaciones.
Escudo Palacio de los Duques de Uceda |
Capitanía General en la calle Mayor / Palacio de los Duques de Uceda |
En el Madrid medieval hubo nueve iglesias
románico-mudéjares, de las que sólo han quedado dos torres: la de San Nicolás y
la de San Pedo, al otro lado de la calle Segovia.
Hacemos una pequeña parada en la calle Mayor antes de llegar
a la calle Bailén.
Miniatura de la antigua Iglesia Santa María de la Almudena |
de
la historia de los escudos que ha tenido Madrid, de mi
propio blog y anexo el link por si alguien está interesado en conocer más a
fondo.
Escudo Madrid medieval |
·
El fuero de 1202 que recogía los usos
y costumbres y estructuraba la vida de los madrileños, estipulaba, entre otras
muchísimas cosas, el derecho a disfrutar de las tierras y montes de Madrid
hasta parte de la Sierra. Esto dio lugar a múltiples pleitos entre el Municipio
y el Cabildo por la posesión de pastos, tierras y caza en los montes, que fue
dirimida de manera salomónica, en 1222, con el otorgamiento de los pastos
(producto de las tierras que circundaban el castillo de Madrid) a la Iglesia y
los pies de árboles y caza al Municipio.
Madroños en la calle Mayor de Madrid |
Cruzamos Bailén, pero antes de ir a
nuestro siguiente punto, realizamos una parada en la calle Mayor 81, en un
edificio que pertenece a la Embajada de la República de Armenia, para
homenajear a un antiguo “Señor” de Madrid. Nos costaba anticiparnos a lo que
Carlos se refería.
No se trata nada más que de la
historia de uno de los personajes más peculiares de la historia de Madrid, León
V de Armenia. Destronado en 1375, por los mamelucos egipcios y hecho prisionero
en El Cairo , comienza a contactar con
todos los príncipes cristianos. A través de la influencia de Juan I de Castilla
consigue la libertad y se dedica a recorrer Europa en busca de ayudas y apoyos
que le hagan recuperar su corona. No
eran tiempos de bonanzas, pero el Rey castellano le otorga una curiosa
compensación: concederle el Señorío sobre la Villa de Madrid, que incluía las
localidades de Andújar y Villarreal (actual Ciudad Real), con sus respectivas
rentas (150.000 maravedíes. ¡Una fortuna! -1383 a 1391-). Más adelante viajaría
a París, donde el monarca francés le regala un castillo y unas tierras.
Infructuosos fueron todos sus intentos de convencer a ingleses y franceses de
llevar a cabo una cruzada; con buenas palabras el monarca francés le pide
paciencia, pues están inmersos en otra guerra (nada menos que la de los “Cien
años”). León V muere en París y está enterrado en el Cementerio de la Basílica
de Saint Denís.
Lo cierto es que salvo este lapsus
de tiempo, Madrid no pertenece a ningún señor feudal, ni conde, ni duque y esta
sería una de las razones de convertirla en capital del país. Cuando Felipe II
nombra capital a Madrid, muchos nobles quieren trasladarse a la Corte para
vivir cerca del rey. La zona se llena de palacios; entre otros el de los Duques
de Osuna, debajo del cual se descubren restos de la muralla árabe. En los años
50, Oliver Asir, primer investigador del pasado árabe de Madrid, da cuenta de
la importancia del descubrimiento y se protege el lugar. Se trata de las
paredes de unas casas del siglo XVIII que estaban construidas contra la
muralla, antes de hacer el palacio en cuestión; no tienen excesivo valor, pero
dan testimonio de cómo era la zona donde luego se construyó la Almudena. Se
especula mucho que en los terrenos de La Almudena, anterior a la mezquita hubo
una iglesia visigótica; que pudo ser posible.
La construcción de la Catedral de
Madrid, La Almudena, se dilató tanto en el tiempo, que cada vez que se
retomaba, los gustos y las circunstancias habían cambiado tanto, que se
imponían nuevos estilos.
Inicialmente proyectada como
panteón para los restos de la reina María de las Mercedes, en 1879 por
Francisco de Cubas, seis años después se concedió la bula para crear el
Obispado de Madrid y el proyecto se volvió más ambicioso para albergar una
catedral. Por lo que pasó de un neorrománico creado con piedra blanca de
Portugal para la cripta, a neogótica con piedra caliza de Nobelda (Alicante), debido al contraste que
se producía con el entorno y una cúpula neobarroca. Su construcción se
paralizaba por falta de recursos, la guerra
civil,.. hasta que en 1944 Fernando Chueca gana el concurso; en 1950 se
reinician las obras y en 1993 se da por terminada, siendo consagrada por el
papa Juan Pablo II.
Detrás de La Almudena y a punto de
ser inaugurado, un “precioso” edificio que albergará las colecciones reales
–relojes, armaduras,…-. Cuando lo abran se podrá ver el tramo de muralla,
continuación de la que tenemos ahora a la vista y que al parecer demuestran que
la muralla no estaba unida al alcázar.
La muralla que circundaba
Madrid tenía varias puertas; una de ellas la de la Vega, de la que no quedan
nada más que tres grandes piedras que son la base de los torreones que formaban
la puerta, compuesta de un arco de herradura y un matacán, desde donde era
costumbre echar aceite hirviendo a las visitas no deseadas.
Justo en ese lugar, es donde la tradición cuenta que
apareció la Virgen de La Almudena tras un derrumbe de piedras, relatado
párrafos arriba.
Llegamos a la Cuesta de la Vega, que en origen era un camino
de cabras de tierra; posteriormente, cuando el transito rodado creció se hizo
más ancho y se derrumbó la Puerta de la Vega, para proporcionar más espacio. La
puerta árabe fue sustituida en el siglo XVII por una barroca, parecida a la
Puerta Bisagra de Toledo y, finalmente, desapareció en el siglo XIX.
Fuera de la muralla, se encontraba el hospital de San
Lázaro, hospital de infecciosos, principalmente leprosos y en lo que hoy es el
Parque de Atenas se situaba la Almusara o Campo de la Tela, lugar donde se
celebraban las justas y torneos entre caballeros de la nobleza; era una ocasión
para reunirse y se prolongó hasta bien entrado el barroco. Toda esta zona
lindando con el río Manzanares eran huertos; con buena razón era conocido como
la despensa de Madrid; allí era donde bajaba San Isidro con los bueyes para
arar los terrenos de la familia Vargas, una de las más poderosas de la ciudad
(sus propiedades incluían la propia Casa de Campo, que posteriormente les
compraría Felipe II).
Frente a la Catedral, una zona acotada con verja, el parque
del emir Mohammad I, en homenaje al emir que mandó fundar Madrid. En un costado
se ven los restos de las murallas, construidas en piedra de silex, también
llamada pedernal, que abundaba en la zona; piedra que tenía la característica
de hacer fácilmente fuego frotando unas con otras. Contrasta la parte baja de pedernal
y la alta que se complementó con piedra caliza blanca traída de Torrelaguana
con bueyes (a 25 kms. de Madrid).
De la muralla árabe, cuya fecha de construcción se puede
situar en el siglo IX, ha quedado poca cosa, apenas unos restos que han
permanecido gracias a las casas apoyadas en ella, necesitando menos cimiento y
menos estructura, abaratando costes y así han llegado a hoy. Lo que vemos de la
altura de la muralla es la mitad (6 m.), pues medía 12 m. Para hacernos una
idea de cómo sería la muralla de Madrid, podemos pensar en las murallas de Ávila,
con sus almenas , pero con una gran diferencia, las torres eran cuadradas, pues
son árabes y las de Ávila redondas, construidas por cristianos. Otra
peculiaridad era la zarpa (parte en la anchura de un cimiento que excede a la
del muro que se levanta sobre él), para favorecer la estabilidad sobre un
terreno que es cuesta abajo. Esta primera muralla medía 2 kms. y tenía una
torre cada 20 metros que incluía el
perímetro del Palacio Real y la almudaina –hoy la Catedral de La Almudena-;
seguía hacia arriba hasta la Puerta de Santa María al lado de la antigua
iglesia; la Puerta de Xagra, la lado de la Plaza de Oriente, en el lienzo norte
y la Puerta de la Vega, junto a la Cuesta homónima.
Cuando los cristianos conquistan Madrid, mantienen esta
muralla y la amplían adentrándose hacia la Cava Baja y Cuchilleros ya en época
medieval; aunque se sospecha que entremedias hubo otra ampliación hacia la
calle Factor, que incluiría la Medina hasta la calle Luzón, forzada por el
crecimiento de Madrid. Esta sospecha está basada en que han aparecido algunos
restos de muros en la zona próxima a la Plaza de la Villa.
La muralla cristiana del siglo XII, mandada a construir por
Alfonso VII era el triple de extensa que la árabe; partía de la muralla árabe y
bajaría por lo que hoy es el viaducto. Al llegar a las Vistillas se adentraría
en la calle de los Mancebos, la Plaza de los Carros, para bajar por la Cava
Baja, Puerta Cerrada, Cava de San Miguel; cruzaría la calle Mayor, por la
Puerta de Guadalajara y bajaría por la calle del Espejo hacia la calle de Ópera
hasta el Palacio Real. Esta muralla también era de piedra blanca, pero con
torres redondas y tenía cuatro puertas: Puerta de Valnadú, Puerta de
Guadalajara, Puerta Cerrada y Puerta de Moros; ninguna ha llegado a nuestros
días.
Cuando Felipe II llega a Madrid y la hace capital ya no interesan las murallas, porque ha
llegado la artillería. Se comienzan a construir cercas o vallas, bastante más
bajas que los lienzos de las murallas, ya sin motivo defensivo, sino fiscales y
sanitarios. La cerca de Felipe II llegaría hasta la Puerta del Sol y tenía ocho
puertas. No habían encontrado ningún resto de ella, hasta que unas obras de
ampliación del Senado, saco a la luz algunos restos en la calle Bailén.
La última cerca que tuvo Madrid fue la mandada a construir
por Felipe IV, en 1625, ya que la
anterior de Felipe II se había quedado pequeña con el aumento de la población.
Construida de ladrillo y argamasa, bordeaba la zona centro, las rondas de
Toledo, de Atocha, el Retiro, los bulevares de Génova, Carranza y Alberto
Aguilera hasta el Palacio Real nuevamente. Esta cerca se mantuvo en pié hace
1869 en que fue derribada, pero hasta finales del XIX las puertas quedaron para
cobrar portazgos o impuestos de paso de mercancías que entraban en Madrid y
había que pagar a los señores de la nobleza a los que pertenecían los terrenos.
Estamos dentro del recinto donde se ha creado el jardín de
Mohammed I, fundador de Madrid. En 2010, una iniciativa municipal mandó
arreglar el lugar y se encargó el diseñó de un jardín al arquitecto Ricardo
Bofill, cuyo resultado fue un parque egipcio, con predominio de obeliscos.
Cuando se dieron cuenta de la poca idoneidad del proyecto se cambió por lo que
ahora vemos, de estilo andalusí; con especies arbóreas lo más antiguas posibles
y una fuente en forma de estrella de seis puntas. Desde su interior se pueden ver el tramo de
más de 120 metros de muralla, con una altura máxima de 11,50 metros y un
espesor de 2,60 metros.
Maqueta de Muralla |
En los años 90 del siglo pasado, se acondicionó el recinto
para hacer representaciones de los Veranos de la Villa, con actuaciones de
danza, teatro, música y zarzuela, a la par que se cenaba, se bailaba, incluso
existía la posibilidad de disfrazarse, lo que permitía a los madrileños
respirar de noche un poco de aire fresco durante los meses de julio y agosto
mitigando la canícula madrileña.
En 1085 Madrid es conquistada por los cristianos en una
batalla que no sería la última, porque aproximadamente en 1110, los almorávides
(especie de monjes-soldados provenientes del Sahara) vuelven a “dar guerra”;
llegan a Madrid y acampan en lo que hoy se conoce como Campo del Moro y desde
ahí planean la mejor forma de tomar la ciudad. Asustados, una buena parte de
los habitantes de la ciudad escapan porque dan por seguro que vienen en gran
número –entre ellos San Isidro que huye a Torrelaguna-. Cuando Alí ibn Yúsuf, el emir almorávide
considera que llega el momento de atacar, llegan noticias de que la peste se ha
instalado en la ciudad; se arrepienten y dan la media vuelta. A partir de ese
momento Madrid pasó a ser terreno cristiano sin interrupción. Los habitantes
que habían huido fueron volviendo cuando se convencieron de que ya no había
peligro.
Restos muralla |
Este es el valle del arroyo de San Pedro, formado por un
barranco desde la calle Segovia, que se va abriendo hasta llegar al Manzanares;
todo él cubierto de casitas bajas y huertos, con la forma típica de cultivo
árabe, aterrazada, dada la brusquedad de la bajada. En relación con la
cuestecita en que nos encontramos llamada de Ramón, Carlos nos cuenta la historia
del nombre que parece está basada en hechos reales. Ya en época cristiana, la
llegada de la época de lluvias era un serio problema para los agricultores, que
veían como el agua que corría arroyo abajo iba arrasando sus cultivos por el
camino; en su desesperación una y otra vez pedían ayuda a Ramón –el propietario
de la mayor parte de los terrenos en esta margen de la calle Segovia / Arroyo
de San Pedro- para acometer las obras necesarias; a lo que una y otra vez,
Ramón se negaba. Un año las lluvias sobrepasaron todos los límites soportables
y la comunidad de agricultores, todos a una, acudieron a casa de Ramón, lo
apresaron y lo llevaron hasta un charco y hundieron su cabeza en él hasta que
se ahogó.
Ya en el siglo V el manantial se canalizó y se introdujo una
alcantarilla para hacer la calle practicable a vehículos. Esta fue una zona de
mucha actividad en aquellos tiempos. Aquí también, Enrique IV fundó la Casa de
la Moneda, donde se fabricaba el dinero que circulaba y permaneció hasta el
siglo XIX. En esa misma casa nació el escritor Mariano José de Larra, pues su
abuelo era el administrador de la fábrica.
A continuación de la Casa de la Moneda se encontraba la Casa
de los Maragatos, donde se distribuía el pescado y productos agrícolas que
llegaban a Madrid, desde el siglo XVI.
La vista se va inevitablemente hacia el viaducto. Esta obra faraónica para la época, tuvo tres
versiones construidas en un corto periodo de tiempo.
En época de Felipe II, el Alcázar se encontraba en lo alto
de la colina y un tremendo valle (la calle Segovia), hacían que el gran
desnivel producido fuera un complicado trayecto para los viandantes que tenían
que cruzar de uno a otro extremo; la construcción de “la puente segoviana”,
diseñado por Juan de Herrera, convirtió la calle Segovia en un importante punto
de acceso a la ciudad.
Viaducto |
Los deterioros acaecidos durante la guerra por la cercanía
de uno de los frentes requirieron de restauraciones a fondo en 1942 y en los
años 70 la aparición de grietas preocupó mucho a los responsables que
interrumpen de pleno el tráfico rodado por él. Posteriormente, una restauración
a fondo en 1978 lo hicieron operativo y lo sigue siendo hasta la fecha.
Desde la perspectiva que teníamos, nos podíamos imaginar sin
dificultad la incómoda cuesta que durante siglos tuvieron que subir y bajar los
madrileños para trasladarse de uno al otro lado, que quedó resuelto con el
viaducto. Por lo visto, en principio se
pensó instalar un ascensor, pero nunca lo permitió el presupuesto.
Casa del Pastor primer escudo de Madrid) |
La escalinata más cercana a nuestra parada está dedicada al
fotógrafo Alfonso Sánchez García, conocido como Alfonso, fue un reputado
fotógrafo que nos dejó un sinfín de imágenes del Madrid de los años 70.
Cuesta un poco imaginarnos el valle que entonces era la
calle Segovia, diseminada de casitas bajas de pueblo. Aquí viene otra de las
divertidas leyendas de la mañana: una de esas casitas figura en varias crónicas
de Madrid; en ella vivía una señora llamada Catalina González, pero en todo el
vecindario era conocida como la Panderetona; al parecer, se dedicaba a “recibir
clientela masculina en su casa” y se anunciaba tras la ventana, con un
pronunciado escote y además, tocaba un pandero (costumbre antigua de anunciar
algo). Un buen día, alguna ofendida dama
quiso quemarle la casa y sus clientes habituales salieron en su defensa. Con el
tiempo se mantuvo la mala fama de la casa y cuando murió la Panderetona nadie
quería comprar la finca, pues empezó a correrse la voz de que el que entraba en
aquella casa no salía. Son historias del anecdotario madrileño.
Realizamos una parada en la parte trasera del edificio de la
Capitanía General o Palacio de los Consejos, cuyo frontal habíamos visto ya por
la calle Mayor, en su número 79, y que comparte edificio con el Consejo de
Estado que se reúne todos los jueves.
Iglesia del Sacramento |
En tiempos anteriores a la construcción del edificio, en
esta zona existían unas casas pertenecientes a judíos, venidos de la aljaima de
la Plaza de la Armería y que se desperdigaron por Madrid, durante las
persecuciones del año 1391, teóricamente ya convertidos al cristianismo. Los
judíos de la época ejercían las profesiones más diversas: físicos, médicos –a
pesar de que la ley prohibía que un cristiano acudiera a los servicios de un
médico judío, el propio Fernando el Católico tuvo un galeno preocupado de su
salud-, recaudadores de alcabalas –función ingrata aunque necesaria y que
producía mucha animadversión hacia ellos-, también había escribanos y
profesiones más humildes como latoneros, curtidores o traperos.
Calle de la Villa |
La Plaza de la Cruz Verde es una placita recoleta y
agradable, que en el siglo XV había sido el establecimiento de talleres de
tintoreros y curtidores judíos, que anteriormente se encontraban en la calle
Escalinata, junto a la Plaza de Ópera, pero debido a los malos olores, Isabel
la Católica les pide que se muden y parte de ellos se sitúa en la Ribera de Curtidores
y parte aquí. El curioso nombre deviene, sin lugar a dudas de que en el lugar
hubo en algún momento un acto público de ejecución ordenado por la Inquisición.
No hay nada documentado, pero era costumbre de la época colocar una cruz verde
de madera, cuando se llevaba a cabo una ejecución. La fuente que la preside es de mediados del
siglo XIX, aunque la estatua de Diana que la corona procede de la fuente de
Puerta Cerrada que abastecía en el siglo XVIII la parte superior de la calle
Segovia.
Nos encontramos en la parte más de pueblo de Madrid; el
barrio de la Morería. Obviamente no se trata de la zona que los musulmanes
ocuparon cuando llegaron en el siglo IX, sino de los que se concentraron, ya en
época cristiana, formando una comunidad mudéjar de unos 250 vecinos. En él,
construyeron su mezquita, su sala de bodas, su carnicería halal y su casa de
baños. De aquellas construcciones no queda nada, salvo el trazado de las
calles.
Trabajaban para la población cristiana y se les permitía
seguir con sus cultos hasta 1502, fecha en que llega la obligatoriedad de
convertirse al cristianismo o emigrar; a diferencia de los judíos, los árabes
se convirtieron o fingieron hacerlo.
Calle Alfonso VI |
No hubo apenas resistencia en la villa de Madrid a la
entrada de los cristianos y aquellos momentos previos a la conquista tornan en
una divertida leyenda. Se cuenta que esperando a las afueras a que se reunieran
todas las tropas convocadas (navarros, leoneses, franceses, segovianos,…) para
dar todos a una un ataque certero, los segovianos –cuyo trayecto era el más
corto- llegaron ya bien entrada la noche y
preguntaron al Rey que dónde pernoctarían y Alfonso VI, envuelto en
cólera les señala Madrid desde abajo en el Campo del Moro, queriendo decir que
previamente tienen que conquistar la ciudad y luego instalarse. Lo tomaron al
pie de la letra y comienzan a escalar la muralla cual gatos, mote que
adoptarían los primeros pobladores cristianos de Madrid y que conservan hasta
la fecha.
La mayor parte de la población cristiana que se instala en
Madrid viene de la mitad norte de España. Madrid llega a tener unos 20.000
habitantes, cuando Felipe II decide
instalar la capital aquí. A los reyes les gusta visitar Madrid, sobre todo
porque es pródiga en caza, deporte a la que la monarquía se dedicaba con
entusiasmo –ciervos, jabalíes, osos,…-
Plaza del Alamillo / calle del Toro |
La Plaza de la Morería hoy respeta el reducido tamaño de su
época medieval y su forma cuadrada.. El nombre obviamente le vino dado en época
cristiana, por ser el lugar donde se asentaban los musulmanes. Aquí los agricultores venia a vender sus
productos en lo que se dio por llamar “el mercado de la morería”. Este pequeño
comercio estaba regulado y vigilado por el zabazogue, como forma de controlar
los abusos; de él dependían el resto de funcionarios, como el almotacén (ambas
figuras importadas de los zocos árabes a los reinos cristianos). Las mercancías
estaban gravadas con un 10% fiscal.
Plaza del Humilladero |
En época muy temprana emigró a Córdoba, capital del califato
de Al-Ándalus. Padre del álgebra, maestro de filosofía pura, de la ciencia
exacta, de la medición astral; perfeccionó el astrolabio y tradujo el
Planisferio de Ptolomeo al árabe. Fue el astrónomo de cabecera del Califa
Almanzor y finalmente, murió en aquella ciudad.
Poco queda de aquellas casitas y vemos en el portón de un
garaje una reproducción de una fotografía antigua que muestra cómo era esta
calle hasta el siglo XIX; incluso en los años 30, cuando empieza el cine
español, se filman en el barrio muchas películas en las que aparecen aquellas
casitas.
Aspecto que tendría el barrio hasta el siglo XIX |
Calle de Los Mancebos, que según las crónicas de Pedro de
Répide harían alusión a dos muchachos que fueron acusados de matar al rey niño
Enrique I de Castilla, en Palencia, en
1217, cuando contaba con 13 años, con una teja que le abrió la cabeza, cuya
procedencia nunca se supo con certeza de dónde procedía, pero los chicos,
amigos de Enrique I fueron acusados y condenados a degüello en la torre del
palacio de Pedro Lasso y sepultados en la iglesia de San Andrés. Mucho se duda de que fueran juzgados con
equidad e imparcialidad en una época convulsa, que por alcanzar el trono se
recurría a artimañas de lo más rebuscadas.
Llegamos a la calle del Conde y nos sorprende una casa roja,
construida en 1700, de la que no somos capaces de decir con certeza el número
de pisos que tiene: tres, dos,…; estamos ante una de las pocas “casas de la
malicia” que quedan en Madrid (en épocas pretéritas eran muchas las que se
contabilizaban) y que demuestran la picaresca de los madrileños. El objetivo
era evitar la regalía de aposento, una ley del siglo XVI, que se mantuvo hasta
el XIX, promovida por el rey y que obligaba a todo aquel que tuviera una casa
con más de una planta quedaba obligado a ceder la planta superior al séquito o
gente de la Corte, en un momento en que Madrid no daba abasto para alojar a
toda la nobleza y su camarilla que se acomodaron en la ciudad con la recién
nombrada capitalidad de Madrid.
Había varias formas de burlar la regalía: mediante el caos
de ventanas, añadir buhardillas muy disimuladas, construcción de adosados en
patios interiores que originariamente estaban destinados a huertos, tejados que
salían de la vivienda tapando una buena parte de ella,… También se evitaba esta
obligación si demostrabas tener una casa de incómoda partición (una sola fila
de balcones, por ejemplo); pero aquel que pagaba una cuantiosa tasa, se podía
librar de la regalía.
A finales del siglo XX, una noticia conmociona el mundo de
la arqueología, se hallan tres esqueletos de la Edad de Bronce, de hace unos
4.000 años en pleno centro de Madrid; sobre estos restos, capas de estratos de
edificaciones desde el siglo IX al XIX. Bajo un palacio que se derriba se encontraba
toda la historia de Madrid. La ubicación exacta: calle de los Mancebos 3. En
dicho punto se encuentra uno de los lienzos conservados de la muralla medieval,
gracias a la utilización, por casas de uno y otro lado del baluarte.
A nuestro paso descubrimos el Colegio de San Ildefonso en la
calle Alfonso VI, institución dedicada a la infancia de niños huérfanos con más
e 400 años de existencia. Inaugurado en 1543 por Carlos V, ubicado antiguamente
en la carrera de San Francisco, son los niños que durante años cantan los
números de la lotería de Navidad.
Llegamos a la Plaza de la Paja, una de las más grandes y más
importantes del Madrid medieval. En este lugar se estableció el mercado de
cereales, donde se vendía la cebada, el trigo y la paja para alimentar a las
caballerías, tan importante en una época en que el transporte se hacía todo con
caballos o burros.
Plaza de la Paja |
Toda la actividad comercial se llevaba a cabo en la calle y
un mercado en una plaza era el paisaje más típico del Madrid medieval. En el
siglo XIX, llego la fiebre constructiva, se derribaron varios palacios y se
edificaron las viviendas que mayoritariamente son las que podemos ver en la plaza.
Como si de pura magia se tratara, llegamos a un remanso de
paz, en pleno centro de Madrid. Una joya del XVIII llegada hasta nuestros
días. Un jardín que toma su nombre del
palacio del Príncipe de Anglona, contiguo a él, que perteneció al hijo pequeño
de la Duquesa de Osuna, actualmente el palacio son apartamentos de lujo. El
jardín quedó en el olvido, hasta que lo hicieron público en 2002.
Jardín Palacio Anglona |
El jardín con una estructura típica andaluza, trazado
neoclásico, con suelo de ladrillo, fuentecilla, pérgola,... Con una serie de
plantas y arbustos típicos mediterráneos como la rosa de pitiminí o de
enredadera, las lilas, los castaños de sombra, las acacias,… El empedrado con
ser muy común en la época, era más usual el de guijarros, con el que se riega
por la mañana y el agua queda en el empedrado, refrescando continuamente el
ambiente. Destaca sobre todo su estructura colgante, pues fue creado salvando
el desnivel de la calle Segovia. Sus altas tapias y el encontrarse situado en
la parte baja de la Plaza de la Paja hace que el lugar sea bastante desconocido
por el público.
Palacio de Anglona |
No fueron los anteriores los únicos habitantes de este
edificio, aunque poco tuviera que ver con lo que ha llegado a nuestros días:
Ruy González de Clavijo, embajador de Enrique III, en el siglo XIV habitó en la
casa previa a la venta a los poderosos Vargas y murió en ella. González de Clavijo
ejerció delicados asuntos diplomáticos para el rey, como el viaje que llevó a
cabo a Samarcanda, en 1404, ante la Corte de Tamerlán, con el objetivo de buscar
una alianza entre Enrique III y el Gran Tamerlán para estrangular a los turcos,
por Oriente y Occidente. El viaje duró tres años y de él dejó una especie de
diario, joya de la literatura medieval castellana, que se compara con los
relatos de Marco Polo. González de Clavijo murió en Madrid y está enterrado en
la Iglesia de San Francisco el Grande. Su mujer destacó también en las letras
castellanas, Mayor Arias, pionera poeta de versos medievales.
Iglesia San Pedro el Viejo / Jesús el Pobre |
Las anécdotas del templo son innumerables. Nos cuenta Carlos
que se podía decir que la iglesia de San Pedro era la agencia estatal de
meteorología del Madrid de la época, porque el campanero tenía dos misiones con las campanas: atraer a
la lluvia o espantar las nubes, según conviniera a la comunidad. Una enorme
campana, que llegaba a romper los cristales de las casas de alrededor, era
portadora de poderes, según creían los vecinos y los agricultores daban
propinas al campanero para que tocara bien tan lento tan lento, que aseguraban
que atraía la lluvia en tiempos de sequía o tan arrebatadamente, que las nubes
que amenazaban con una lluvia asegurada, emprendían retirada.
Como en la mayoría de las poblaciones, la campana servía
también de medio de información: nacimientos –un toque niño, dos toques niña-;
si tocaban por fallecimiento, distinguían si se trataba de un hombre o de una
mujer; ante una emergencia, se tocaba a arrebato. La gente era conocedora de
estos códigos y actuaban en consecuencia.
Otra leyenda asegura que, en una ocasión, encargaron una
enorme campana, con tan mala suerte que no cabía por las escaleras para
instalarla; la dejaron en plena calle hasta decidir qué se hacía con ella, pero
a la mañana siguiente, la campana estaba milagrosamente colocada en el
campanario.
Se cuenta también y esto parece que fue verdad, que en el
siglo XVI, la campana se rajó y se oyó un gran aplauso en todo el barrio,
porque los vecinos ya no tendrían que despertarse a horas intempestivas.
Estamos al final de la calle del Nuncio –el número 14 es la
iglesia de San Pedro- y vamos bajando la calle, que siendo corta, encierra una
gran parte de la historia de Madrid, desde su pasado musulmán, en que la zona
fuera un arrabal de la medina, para pasar a las casas construidas al lado de la
muralla cristiana y su inicio en Puerta Cerrada, una de las puertas de la
muralla del siglo XII.
Cortesía de Creative Commons |
Sede Federación Española de Municipios y Provincias |
Poca noticia certera se tiene de sus primeros moradores, pero
llego al siglo XX en un estado ruinoso, hasta su adquisición por la FEMP y
posterior restauración, tanto de la fachada, patio central, escalera y acceso
principal. Sobresale el edificio de tres plantas y la torre renacentista de
cuatro. En relación con la torre, apunta Carlos lo que representaba en el
medievo poseer una casa con torreón, que tenía una función defensiva e
informativa, pues desde ella se ve una gran parte de la ciudad
Antiguo palacio Nunciatura Apostólica |
La visita va llegando a su fin cuando alcanzamos la calle
Cuchilleros, donde se sitúa la antigua Morería Nueva, donde vinieron a
instalarse aquellos moriscos, teóricamente cristianizados, cuando se decretó la
expulsión de los que no renunciaron a su religión. De la muralla no se ha
conservado nada, salvo algunos pocos restos en el interior de algunas casas.
Aquí termina esta interesante visita de los pocos restos medievales de los que gozamos en Madrid.