Decoración de El Escorial / Cómo la nobleza se servía del arte para fortalecer su poder.
El Escorial, mandado a construir por Felipe II. Lo primero
de todo es concienciarnos de la naturaleza
del edificio en el que estamos. Es necesario tener en cuenta que más que un edificio, es el deseo por parte
del monarca de plasmar una serie de deseos que para él eran muy importantes. De
hecho, el germen propiamente dicho de El Escorial aparece en la época en que Felipe todavía no es rey sino el príncipe
heredero y ha decidido viajar por Europa llamado por su padre, el emperador Carlos
V, para conocer a sus súbditos europeos,
no solo a los españoles. Hasta ese momento, Felipe, nacido en Valladolid había vivido solo en
España, pero aprovecha este viaje de juventud para conocer todos aquellos que
serán sus súbditos, incluidos los del norte de Europa.
Este viaje es muy interesante porque no solo le va a
permitir ser conocido como heredero, sino que va a influir también mucho en la
formación de su cultura.
Durante este viaje, una de las muchas cosas que va a hacer
es participar en una campaña bélica de entre las muchas que en aquella época se
sucedieron entre Francia y España y que
sería la famosa victoria de San Quintín contra las tropas francesas el 10 de
agosto de 1557, día de San Lorenzo. Por
esa razón, Felipe II toma la idea de
erigir una iglesia -en principio, los documentos se refieren a iglesia
solamente-, como un exvoto al santo, en agradecimiento a la victoria obtenida
en su día.
Otras crónicas relatan que este exvoto también se puede
deber a que durante la guerra fue
quemada –avatares bélicos- una iglesia dedicada a San Lorenzo y de esta forma
el futuro monarca quería reparar aquella afrenta. Lo importante es que ese es el
germen de la construcción de un templo dedicado a San Lorenzo. La idea no era nueva, era algo que ya estaba
inserto en la monarquía española: tras ganar una batalla importante, se erigía
una iglesia conmemorativa y, de
hecho, los Reyes Católicos tras ganar
la Batalla de Toro, mandaron construir la iglesia convento de San Juan de los
Reyes en Toledo.
El Escorial es un edificio un tanto complejo en cuanto a su
arquitectura. De hecho, un edificio como
éste con estas pizarras, estas cubiertas, estos chapiteles y las coberturas en
punta está, en el fondo, reflejando
estructuras de la arquitectura propia
del norte de Europa.
Felipe II toma esta decisión de construir una iglesia, pero luego
se le van sumando otras cosas.
A raíz de la lectura de la carta de fundación de El Escorial
vemos como Felipe tuvo que hacer frente a los deseos postmortem de su padre,
uno de los cuales le dejaba la responsabilidad de buscar un sepulcro digno para
él y su esposa, la emperatriz Isabel de Portugal.
Isabel de Portugal había muerto y había sido enterrada, por
el momento, en Granada. En principio la idea de Carlos V era perpetuar la idea
inicial de sus padres, los Reyes Católicos, que habían sido enterrados en
Granada, lugar en que había culminado la reconquista; pero a Carlos V no le
convenció mucho y de hecho cuando se retiró a Yuste, se hizo enterrar allí en
previsión a lo que decidiera su hijo más adelante. Esta sería una gran
preocupación para Felipe.
Sin embargo en un primer momento estas dos ideas no
estuvieron conectadas. Iglesia y Sepulcro eran dos ideas independientes. De hecho se llegó a negociar con Roma y con
el propio Miguel Ángel para crear un sepulcro, hecho por Miguel Angel, que hubiera sido digno de ver.
En un determinado momento Felipe II decide unir estas dos
ideas. El templo dedicado a San Lorenzo
de la Victoria, que así se hubiera llamado en un primer momento, pero
finalmente como se le fueron atribuyendo distintas funciones perdió “de la Victoria”
y se quedó con San Lorenzo el Real; se
uniría a la sede del panteón de la
dinastía de los Austrias.
Estos es interesante porque aquí se van a solapar varias funciones. La carta de
fundación nos hablaba de colegio, también sabemos que había enfermería, que
había imprenta, que se enseñaba, que se
educaba; todo ello siempre con una idea de la fe muy propia de los Austrias.
Los Austrias que en su manera de representarse o en su
manera de ser estimaban que tenían un vínculo directo con la divinidad. De
hecho hay muchos cuadros que representan a los Austrias en escenas asistiendo
al propio Juicio final; no hay más que recordar el cuadro que Tiziano pintó de
Carlos V, La Gloria; cuadro que va a tener repercusiones
constantemente en la manera en la que se expresaba Felipe II o cualquier otro
rey de la dinastía de los Austrias, a través de la pintura.
Hay que tener presente que este edificio se construye en un tiempo
record de veinte años y no de una manera homogénea, pues los proyectos de la
construcción del edificio fueron cambiando desde sus inicios. Así, todos los
reyes posteriores de la dinastía -Felipe III que es el que acaba los proyectos
iniciados por Felipe II, Felipe IV y Carlos II- intervinieron activamente; por ello, la idea de dinastía no sólo se traduce en el panteón sino en el
propio edificio. Cada rey quiere hacer
algo nuevo por el edificio que creó Felipe II y de ahí que sea una institución
significativa para la dinastía de los Austrias.
No es de extrañar que Felipe V, el primero de los Borbones no se
sintiera atraído por el lugar; de hecho, es uno de los dos únicos reyes que no
están enterrados aquí. No se sentía nada
identificado con El Escorial y por ello, se hizo enterrar en La Granja.
Galería de Batallas (3. en el mapa). Nos detenemos en esta
sala no sólo porque es la primera en el
recorrido, sino porque es una sala de las más peculiares del Monasterio. Una
sala que está decorada con un espíritu unitario. Estos es, todas las paredes
están decoradas conforme al mismo criterio, es algo que no se va a ver mucho en
El Escorial. Es un edificio de decoración austera, donde la decoración son
cuadros que el propio Felipe II hacia traer aquí, pero que es la arquitectura
la que prima, no la decoración. De hecho los cuadros están colgados en las
paredes, pero se tiene la sensación de que si desaparecieran no pasaría nada.
Vemos un conjunto de frescos con pintura que están evocando los restos pictóricos
que se hallaban en el Renacimiento en las vías de la antigüedad. Las escenas de
los alrededores nos están dando un tipo de decoración bastante propia de estos
espacios arquitectónicos y aunque aquí se utilice la pintura lo que en realidad
estamos pretendiendo ver idealmente son tapices.
A pesar de que el germen de la creación de El Escorial fue
la conmemoración de una batalla bélica, este será el único sitio en que la referencia a la
guerra se va a hacer presente.
La decoración se divide en dos ambientes:
El gran fresco que tenemos detrás, con
el gran trampantojo, de realidad adulterada, donde el propio marco de la puerta
está fingido y de ahí salen los cortinajes evoca o hace un homenaje a un gran tapiz que
se encontró de tiempos de Felipe II que representa una de las batallas de la
reconquista, la batalla de la Higueruela,
que en este caso tiene un valor simbólico; no es que Felipe II haya participado
en esa batalla, de hecho fue una batalla entre las tropas de Juan II de
Castilla y las nazaríes, pero tiene una connotación de la reconquista y la
reconquista tiene una serie de implicaciones, considerando que los reyes de
España siempre han sido católicos. Es más un recordatorio de cómo los reyes van a luchar siempre en contra de
la herejía y del infiel. No hay que pensar nada más que en Lepanto.
Mientras que los lados cortos están dedicados a escenas de
guerras en tiempos de Felipe II (por ejemplo, la batalla de San Quintín), única pista obvia de que Felipe II está
conmemorando también episodios bélicos. No va a ver ninguna sala igual en todo
El Escorial.
Observando el croquis de El Escorial, vemos que es un gran cuadrado
dividido en dos ambientes. La parte anterior dividida a su vez en dos y estas
dos en cuatro, que son los claustros; la zona estrictamente conventual; el
monasterio propiamente dicho. La parte posterior, son una serie de estancias
dominadas por la basílica de la que sobresale la cúpula y alrededor de esta, lo
que se conoce como mango de la parrilla.
Algo curioso y seguro que no gratuito es que la decoración
de la Basílica sea toda a base parejas de santos, excepto en este muro que
comparte con la Galería de Batallas, en que todo son escenas de martirios,
normalmente ocurridos durante la guerra:
el Martirio de san Mauricio y la legión tebana de Cincinnato y San
Miguel alanceando al demonio y el Martirio de santa Úrsula y las once mil
vírgenes de Tibaldi.
Hoy, disponemos de textos para reconstruir la historia de El
Escorial y la funcionalidad del
edificio. La historia de la Orden de San Jerónimo que escribió el Padre Sigüenza en 1605, en la que nos devela muchísimos aspectos
y anécdotas sobre la construcción de El Escorial, es la principal, pero se
escribieron más; por ejemplo, la
Descripción breve de El Monasterio de San Lorenzo el Real de El Escorial del
Padre de los Santos que publicó en 1657, es una auténtica guía del monasterio. Quizás
no tengan un gran valor documental, pero sí muestran como ya en épocas tan
tempranas el edificio es considerado un hito de la cultura y un lugar que
merece la pena de ser visitado (Felipe II había muerto cinco años antes de esta
publicación).
Está claro que estamos ante un edificio cargado de
simbolismos que remiten a la época de Salomón. Es una historia que se va
contando a través de imágenes.
Antes de dirigirnos al palacio de los Austrias, hay que
recordar las dimensiones y la escala de esta habitación para compararlas con
las del palacio mucho más reducidas.
Hemos llegado al dormitorio de la Reina. Aquí hay un cambio de
escala. Se ha pasado de los grandes pasillos del claustro del convento a las
habitaciones privadas de palacio, en una escala mucho más reducida. Este es el
palacio de los Austrias. Es curioso como Felipe II construye una parte dedicada
a Dios y otra a el y su familia y la parte dedicada a sí mismo es más humilde,
por lo menos bajo sus criterios.
Esta habitación está dedicada a la reina o la consorte,
aunque nunca fue utilizada por ella, sino por una de sus hijas. Lo más destacable de ella es la puertecilla
que da directamente a la Basílica, lo que les permitía asistir a la misa desde
sus aposentos. Esta habitación no fue
utilizada por la reina consorte sino por una de sus hijas.Ya sabemos que Felipe
II tuvo cuatro esposas. Dimensiones más humanas y más domésticas. Llama la
atención los azulejos que bordean todas las paredes.
Desde el patio entorno al cual se distribuyen el palacio,
asomándose a la venta, se puede comprobar la diferencia de tamaño entre los
muros de palacio y el testero de la iglesia, que es bastante más alto.
Camino hacia las habitaciones del rey ya se ven salas con un
carácter bastante más institucional; tanto en la que recibía la reina, como en
la que recibía el rey. Curioso es observar la silla con la que trasladaban al
rey Felipe II cuando estaba aquejado de la gota, con las argollas para poder
pasar las barras y llevarlo en volandas. La gota es una enfermedad que tenían los que
comían mucha carne y los reyes eran
propensos a padecerla y no extraña, cuando se leen las crónicas que nos hablan
de los menús, las colaciones y las fiestas.
Ambos reyes, padre e hijo, Carlos I y Felipe II padecieron
de gota y quizá fuera el motivo de que Felipe fuera más sedentario que su
padre; fue un rey burócrata, que estableció su corte en Madrid, capital en
torno a la cual había una serie de residencias palaciegas que hoy conforman
Patrimonio Nacional, como Aranjuez, El Pardo, etc. entre los que él se movía. No
es que tuviera una corte itinerante pero tampoco se quedaba quieto en un sitio.
Esa idea que se tiene de El Escorial como encierro del monarca desde donde
dirigía el destino del mundo no era así; en el El Escorial pasaba un mes o dos
y de aquí marchaba a cazar a la Torre de
la Parada, a Aranjuez o donde fuera.
Muchas obras han
sido cambiadas de sus lugares originales, pero gracias a un buen número de documentos
que nos hablan de las obras que Felipe II podemos tener una idea hoy de cómo
sería en tiempos de Felipe II, por ejemplo, el famoso Descendimiento de Van der Weyden
–probablemente la más famosa de sus obras-, hoy en el Museo del Prado, en su
día estaba en estas paredes.
Felipe II tuvo una
cultura artística muy amplia, dado que creció
en un entorno muy adecuado a ello. Pero durante su juventud con la pintura que
más comulgaba era con la pintura flamenca. De hecho la primera vez que Tiziano, como retratista de Carlos V le
hizo un retrato en su época de infante, coincidiendo con ese primer viaje que
lleva a cabo a Europa, cuando pasa por Milán, se hace pintar por Tiziano. Parece
que no le gusta mucho la forma de pintar de Tiziano, dice que parece que el
cuadro no está terminado del todo y que si pudiera se lo haría repetir. No es que
no entienda la pintura de Tiziano sino que no le terminaba de gustar porque el estilo
italiano y el veneciano, en particular, es mucho más pictórico, más de
pincelada. No es de rotundidad en las formas como podía ser no ya la pintura de
Miguel Angel, sino la pintura flamenca,
que era más de su gusto.
Felipe II coleccionaba a Van der Weyden, le encantaba El
Bosco y no menos la pintura de familia de los Vasano, saga de pintores de la
escuela veneciana en la que se mezclan las dos tendencias: la veneciana a la que pertenecían y la
flamenca, con ese grado de detalle, que tanto gustaba.
Todos los palacios y todas las familias nobles, precisamente
porque su derecho al poder y al gobierno
se transmite por la sangre no podían dejar de insertarse en esa serie de los
retratos, que se consideran como uno de los mayores legados de todas las
familias. Por ejemplo, para la casa de
Austria, el retrato va a ser no sólo un
instrumento dinástico, sino que además se va a convertir en un referente. Si
Carlos V se hace retratar, todos los nobles de la corte se van a querer hacer
retratar de la misma forma en que lo hace Carlos V y, si es posible, por el
mismo artista. Por eso se habla tanto de Tiziano , no porque Tiziano sea un
gran retratista, sino porque se va a convertir un referente como retratista de aquella época. No se entiende la retratista
de la Edad Moderna sin Tiziano.
Los prototipos tizianescos los van a
adoptar todos los monarcas posteriores. Por ejemplo, aquí tenemos un retrato de
Carlos V pintando por Juan Pantoja de la Cruz, en el que es evidente la
imitación a Tiziano, un siglo después.
Son cuadros que tienen su propia ideología. En ellos se
comprueba la manera tan austera de
hacerse representar por los miembros de la Casa de Austria. No por los materiales
que vemos en ella -de hecho la propia armadura es un elemento de poder
representada de una manera muy fidedigna (de hecho esa misma existe y se
encuentran en la Real Armería de Madrid)- sino por la austeridad gestual; el
personaje que se presenta sin ninguna retórica del poder. El poder está
justificado por esa plasmación tan sicológica del retratado, que aparece
mirando, no se sabe qué, tiene algo como estoico, austero, hierático, que se
traduce en una determinada tipología del
poder. Este personaje no transmite
sentimientos, ni emociones, acostumbrados a llevar una carga de responsabilidad
sobre sus hombros y eso se va a transmitir a todos los miembros de la Casa de
Austria.
Felipe II todavía
príncipe después de la Batalla de San Quintín. Un cuadro muy elocuente que se
encuentra en el Prado. Nos habla de gobierno.
Obra de Antonio Moro. Todos los artistas intentan parecerse a Tiziano.
Si Carlos V se ha hecho representar por Tiziano de una
manera concreta, todos los pintores posteriores como Velázquez va a representar
a Felipe IV de un modo muy tizianesco también. Y se verá hasta en Carlos II, último de los Austrias, seguimos viendo
personajes muy hieráticos, muy serios.
Este cuadro estuvo en el
Alcázar de Madrid. Muchas de las obras
son muy interesantes porque han permitido a los estudiosos la reconstrucción de
los ambientes del Alcázar. Hay cuadros que si se analizan con detalle,
presentan espejos que nos reflejan cuadros y nos indican dónde estaban situados
y qué cuadros eran.
La forma en que se hizo retratar la casa de Austria supuso
un modelo para el resto de casas reales y se convirtió el prototipo absbúrgico
se expandió por toda Europa.
Retened la cara de
este señor que es Manuel Filiberto de Saboya, que fue el oficial que estuvo al
frente de la batalla de San Quintín y tendremos ocasión de verle nuevamente en
otro cuadro, de manera curiosa. Ya se ha mencionado, que Felipe II no estaba al
frente de las tropas, como lo hacía su padre. Carlos V era un militar, un general; Felipe
no.
Se dice que El escorial es el edificio de la contrarreforma
y algo que nos ayudaría a pensar el por qué es que Carlos V fue uno de los
pocos soberanos que estuvo presente en algunas de las sesiones del Concilio de
Trento. Habría que tenerlo en cuenta.
Hemos llegado al muro testero del mango de la parrilla. A
propósito, hay que saber que no hay
ningún documento, ni ninguna referencia por parte de Felipe II, ni de Sigüenza,
ni de ninguno de los que han escrito en época de la construcción de El
Escorial, que nos diga que El Escorial
es una parrilla invertida, haciendo alusión a la muerte de San Lorenzo. Es una
imagen simbólica que se ha creado como una tradición a lo largo del tiempo. Son leyendas que no
tienen justificación, aunque puede tener una lectura interesante.
En esta sala se ven
otros aspectos, esa puerta por la que hemos pasado es sintomática de las
relaciones diplomáticas que había en la Edad Moderna. Cinco puertas de factura
alemana, regalo del emperador Maximiliano. Las puertas son de un gusto
decorativo que excede todo aquello que
se ve en El Escorial. Son el elemento decorativo más rico del edificio y que
consigue integrarse en la arquitectura. Responde a un prototipo de gusto mucho
más manierista, por lo exótico, por lo extraño. La decoración es exquisita. Son
parte de un regalo diplomático.
En esta sala tenemos las vistas panorámicas de las ciudades
y los mapas que conecta muy bien con el tema de las ciencias y la ingeniería
militar. Cómo los mapas estaban a medio camino entre la utilidad estratégica para el monarca,
de conocer el territorio, por si acaso tiene que intervenir en él y la parte de
exhibición de la grandeza de sus dominios, ante cualquiera que esté esperando
audiencia con el dueño absoluto de todas aquellas tierras.
De hecho esta sala, que es más amplia y más aireada. es donde esperaban los embajadores y los
visitantes antes de entrar a la audiencia, que la celebrarían en la siguiente
sala. Esta es una costumbre muy
extendida, la de exponer mapas o palacios o vistas de ciudades. De hecho la hay
hasta en el propio Vaticano.
Felipe II tenía idea de encargar toda la decoración del
Monasterio a una única mano y no lo consiguió. Cuando hablamos de decoración
nos referimos a la de la Basílica y los posibles cuadros que irían colgados en
las distintas estancias. Este asunto fue una verdadera frustración para el
monarca. Pensó en principio en Tiziano,
pero se murió. Más tarde comenzaría a encararle los 18 cuadros del retablo a un
artista español llamado Navarrete el Mudo, que murió también cuando apenas
había pintado cuatro o cinco. También mandó a llamar a artistas italianos: El
Greco, que pinto para Felipe II sin éxito;
Luca Cambiaso; Federico Sucari, pero
ninguno llegó a contentar a Felipe II del todo.
Estamos ya ante unas habitaciones representativas. Observar
la decoración con cuadros que son vistas de esa red de edificios de palacios que
pertenecían a Felipe II para su deleite y su recreo, Aranjuez, El Pardo y, por
supuesto de El Escorial. Edificios que
pertenecen a Patrimonio Nacional. Se
pueden ver también algunos de los grabados
enmarcados de Juan de Herrera el segundo de los arquitectos y decorador de El
Escorial, que llegaron a publicarse. Lo que una vez más nos demuestra que El
Escorial, en su época no era una obra más; llegó a ser considerada como la
octava maravilla del mundo. Es algo muy sintomático.
El resto, son estudios arquitectónicos desde una planta
convencional hasta los numerosos proyectos por los que se pasó; diferentes
alzadas; el Patio de Reyes, el Tabernáculo, etc. En ellos podemos ver muy bien,
el parecido con el Hospital Mayor de
Milán diseñado por Filarete.
En principio, el proyecto inicial estaba previsto para 50
monjes jerónimos y en un momento determinado se decide duplicar el número de
monjes a 100. Eso va a repercutir mucho en la arquitectura. Entre otras cosas, estaba proyectada la
construcción de una torre que finalmente no se construyó. De hecho, las huellas de la Torre de la Biblioteca aún
son visibles en la fachada que da al Jardín.
Las crónicas nos cuentan que Felipe II era un rey que
siempre estaba presente en todas partes del edificio. Por ejemplo, estaban
reunidos los monjes cantando o haciendo sus plegarias y llegaba Felipe II y se
ponía a rezar con ellos como un fraile más.
Hemos dado la vuelta completa al palacio
de los Austrias: la habitación de la
reina, la sala de recepción de la reina, la sala de mapas y llegamos a las del rey, que se corresponden
simétricamente con las de la reina. La habitación con la cama con dosel, misma
en la que murió Felipe II y su vista directa a la iglesia mediante esa puerta
del fondo. El monarca piensa que tiene una relación cara a cara con Dios.
Algo a comentar es la relación del Monasterio con la
naturaleza. Felipe II, desde su cama se asegura no solo las vistas a la iglesia
sino a la naturaleza a través de dos buenas ventanas, que dan a toda la
serranía que tenemos alrededor. Una serie de jardines nos hablan de la
importancia de la naturaleza en el conjunto.
Volviendo al tema de la ciencia y a los conocimientos y cono
la ciencia entra en palacio y los artilugios científicos también, estos astrolabios
de oro que se regalaban a los reyes, las colecciones de plantas y animales
exóticos. Por ejemplo, Felipe II tenía faisanes en Aranjuez, hoy no llamaría la
atención, pero en aquella época era algo que servían también como instrumento de poder.
El Gabinete, no llega a ser un gabinete de ciencia al uso,
pero si tenemos representaciones botánicas de las plantas. , biblioteca, despacho
y lugar de intimidad del monarca, ligado también a esta idea de la ciencia.
Llegamos a la guinda del pastel. El Panteón Real. El lugar
de enterramiento de los reyes. Es curioso que Felipe II que se dio prisa, por
acabar el edificio no pudiera acometer la construcción del panteón que tuvo que
ser completado en tiempos de Felipe IV , por un artista y arquitecto como Juan
Bautista Crescenzi y como Felipe II hizo
traer a sus padres desde Granada y él mismo se hizo enterrar en el suelo de la
iglesia. El lugar del Panteón ya estaba previamente proyectado por él. Si se
observa, los escalones hacen que este
esté a un nivel muy por encima de la basílica.
Estamos en tiempo de Felipe IV, con un lenguaje totalmente
diferente, totalmente barroco, con profusión de materiales ricos. La esencia
del edificio se invierte, ahora ya no se escatima en gastos, el empleo de los
mármoles, con esos colores granates y verdosos, del bronce para hacer las
diferentes tallas que tenemos alrededor. Se puede observar también el lenguaje
funerario romano , con la cúpula, relacionado con los panteones clásicos, al
estilo de San Pedro del Vaticano presidido por una gran cúpula. No cabe duda de que El
Escorial tiene como referencia al Vaticano, aunque con una respuesta “muy
española”; que es algo que llama la atención el que sólo hayan intervenido
arquitectos españoles, Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera. No se llamó a
ninguno de los artistas italianos de la época.
Aquí encontramos diferentes tumbas de los reyes de España,
desde Carlos V, con la excepción de dos reyes: Felipe V, primer Borbón, que
está enterrado en La Granja y Fernando
VI que quiso ser enterrado junto a su
esposa enterrado en el Convento de las Salesas Reales.
El criterio que se adopta es que sólo podrán ser enterrados
en este recinto los reyes que hayan reinado y las esposas madres de reyes. Por
ejemplo, Felipe II tuvo cuatro esposas, pero solo está enterrada la madre de
Felipe III.
Faltan también, por tanto, los restos de los reyes Amadeo I, de la casa de Saboya, y José I, de la de Bonaparte, enterrados en la Basílica de Superga de Turín y en el Palacio Nacional de los Inválidos de París, respectivamente. También faltan los Reyes Católicos, así como sus sucesores, Juana I y Felipe I, enterrados en la Capilla Real de Granada.
En la cripta reposan los restos de las reinas consortes que fueron madres de reyes (exceptuando a Isabel de Farnesio, madre de Carlos III), así como el único rey consorte que ha habido en España, Francisco de Asís de Borbón, esposo de Isabel II. También reposan los restos de Isabel de Francia, primera esposa de Felipe IV (que no fue madre de rey, pero sí del príncipe de Asturias Baltasar Carlos de Austria); esta licencia excepcional se debe a que el panteón fue inagurado durante el reinado de Felipe IV, con los restos de su padre Felipe III, y el traslado de los restos de Carlos I y Felipe II que reposaban en la cripta original, más pequeña y en un nivel superior, que estaba completa, sin espacio para más reyes y familias.
Los últimos restos depositados en el panteón han sido los del rey Alfonso XIII y su esposa, la reina Victoria Eugenia. Su hijo Juan de Borbón y Battenberg, y la esposa de éste María de las Mercedes de Borbón-Dos Sicilias, condes de Barcelona y padres del rey Juan Carlos I, permanecen aún en una estancia previa llamada Pudridero.
Aquí ya no hay sitio para nuevos enterramientos, pero parece
que lo pueden prolongar todo lo que quieran. Para enterrarse aquí, hay un
protocolo mediante el cual los reyes
tienen que estar en los pudrideros
previamente. No hay un tiempo estipulado, pero se considera que entre 30 o 40
años son suficientes para que un cuerpo pierda toda su humedad y su mal olor.
Vamos a salir y atravesar el panteón de infantes, donde
están sepultados el resto de esposas de la casa real, el resto de hijos que no
llegaron a reinar, etc., construido por orden de la reina Isabel II.
Hemos pasado a la Sacristía Mayor del Monasterio que
conserva una importante colección; de hecho las mejores piezas de El Escorial están aquí expuestas. Destaca de entre todas ellas un cuadro de Velázquez: La
túnica de San José.
El sueño de Felipe II
, cuadro pintado por El Greco, que nos permite
reconstruir cómo se conocieron el pintor y el monarca. Se sabe que nació en Candia, la antigua Creta
y aunque se educó como pintor en la tradición de la pintura bizantina,
enseguida le atrajo la pintura italiana, y más concretamente la veneciana,
porque Creta estaba bajo dominio de la
Serenísima República de Venecia.
Los gobernantes que llegaban de Venecia llevarían grabados
de Tiziano, Tintoretto, etc. durante el Renacimiento y al Greco le fascinó; empezó
a estudiar en Creta esta pintura y en cuanto tuvo ocasión se desplazó a Venecia
para aprender a pintar de acuerdo a la estética veneciana. No se ha podido
reconstruir su periplo vital allí, pero debió transcurrir entre los talleres de
Tintoretto o de Tiziano. Se empapó mucho de su arte y se trasladó a Roma.
En la época había grandes conflictos entre la pintura romana y la
veneciana. La veneciana es más cromática
mientras que la romana es más plástica, más de dibujo. El Greco era defensor de
los valores venecianos de la pintura. De hecho entró en muchos conflictos en
Roma por su defensa a ultranza de arte veneciano.
En el año 77 (un año después de que muriera Tiziano) El
Greco llega a España y aparece por Toledo, con la intención de presentarse ante
Felipe II con la mejor carta de recomendación de cualquier pintor: “soy
discípulo de Tiziano”. Cuando tiene ocasión de conocer a Felipe II, le entrega
este cuadro. De pequeño formato pero muy simbólico y muy relacionado con el
cuadro de la Gloria de Tiziano que representaba el Juicio final de Carlos V.
Lo que vemos es una especie de reunión de gentes de señores
poderosos, entre los que se encuentran el propio rey Felipe II, el Papa, el rey
de Grecia, el Dux de Venecia, Juan de Austria, como militar en la lucha contra
el infiel, en una especie de juicio final. Un juicio final que tiene un valor
político –se habla de una alegoría de la liga santa que luchó en Lepanto-. Es
un cuadro muy elocuente y El Greco sabía que si quería ganarse a Felipe II
tenía que imitar algo a Tiziano.
Y Felipe II decide poner a El Greco a prueba y le encarga un
cuadro sobre el martirio de San Mauricio para situarlo en el altar mayor, con
idea de responsabilizarle de toda la decoración de la Basílica.
El cuadro no contentó al monarca. Está claro que Felipe II nunca
puso en tela de juicio la calidad del cuadro, sino simplemente consideró que no
se adapta a la concretísima idea que tenía para la decoración de la Basílica.
El monarca era de un gusto estético muy refinado, con una gran amplitud de
miras; le gusta tanto el Bosco como los desnudos eróticos de Tiziano.
Felipe II, cuando acomete la decoración de su basílica, de
su Escorial, quiere que los artistas pinten de una manera muy concreta y muy
directa y por encima de todo, que se adecúen
a la pintura de la contrarreforma; a los dictámenes de Trento: la pintura debía
ser devota, clara, concisa, didáctica y de una lectura fácil, que el fiel que
viera la obra empatizara de manera directa con el santo representado. Si la obra muestra un martirio, que se vea la
muerte del santo. Que nos identifiquemos con su dolor y su fe.
El cuadro presentado por El Greco es una escena de
discusión; de reflexión; en ningún momento es un acto de fe; es la propia
historia.
San Mauricio es un general de la Legión de Tebas (Egipto),
zona que ya había sido evangelizada por Santiago Apóstol, pero seguía
perteneciendo al Imperio Romano y
encontrándose en las Galias, reciben la orden del emperador Maximino de que
deben hacer ofrecimientos a los dioses de la antigüedad. Mauricio, como cristiano convencido se aparta
con su ejército, para no participar en la ceremonia. Al enterarse el emperador manda un emisario con órdenes
concretas de diezmar la legión (es decir, matar uno de cada diez) cada vez que
se les solicitara intervenir en la ceremonia y estos se negaran. Fueron
diezmados hasta tres veces, hasta que murieron aniquilados todos.
El cuadro de El Greco muestra el momento en que San Mauricio
se reúne con sus generales y empiezan a discutir qué hacer. Son los símbolos
los que importan en el cuadro: San
Mauricio señalando al cielo, dando por hecho que tienen que hacer lo que Dios
les manda, no el emperador. La escena del martirio ha quedado relegada a un
segundo plano; queda ensombrecida. De
hecho vemos como los personajes del primer plano están repetidos en el segundo
plano. San Mauricio convenciendo a los personajes o reconfortándolos. Tampoco se
ve la muerte del santo. Es un cuadro de difícil lectura, opuesto totalmente a
las directrices de Trento.
Es un cuadro de muy difícil comprensión. Es difícil buscar
la relación entre la primera y la segunda escena. Simbolismo que no se sabe a qué hacen
referencia: el tocón, la serpiente al lado de donde firma El Greco. La
presencia de hombres con armaduras del siglo XVI parece fuera de lugar. Parece
que el soldado más anciano es Manuel Filiberto de Saboya, oficial al mando de
la Batalla de Lepanto (recordad el retrato que vimos en la sala anterior) y
Gran Maestre de la Orden de San Mauricio. Discutida es también la presencia de
Alejandro Farnesio. Otra de las recomendaciones de Trento era que si una escena
sucedía en la actualidad romana todos los personajes debían de ser de la época
romana., luego la aparición de personajes contemporáneos no es correcto.
Este cuadro, a pesar de ser rechazado fue el segundo cuadro
mejor pagado (800 ducados) y el que está colgado en la Basílica costó 550
ducados de Rómulo Cinccenatti. Se dice que El Greco tuvo múltiples problemas de
adecuación con sus clientes; teniendo que hacer frente a múltiples pleitos de
personas que le denunciaban. Al Greco se le cerraron las puertas de El Escorial y no hubo más
participación.
No fue el único rechazo de Felipe II. Hubo otros por
diferentes razones. El martirio de San Lorenzo pintado por Tiziano, la razón del
descarte fue de tipo tipológico. En 1565 cuando se empieza la construcción de
El Escorial y el monarca se plantea
concebir la idea de decorarlo. Recurre a Tizinao, que se corresponde con la
época de un pintor ya maduro, que ha
pasado del estilo colorista de su juventud a una pintura más apagada. La
pincelada y el color son los protagonistas, aunque sean colores muy apagados y
muy terrosos. Alguien definió su forma de pintar como hecha mediantes golpes o
pinceladas muy bruscas que si eran vistas de cerca no se entendían, pero si se
veían de lejos, adquirían forma. De hecho de esta última époc a se le ha
colgado la etiqueta de precursor del impresionismo.
El cuadro resulta sumamente interesante, pues aborda el reto
de crear un nocturno, donde el pintor puede dar rienda suelta a su virtuosismo.
El juego de luces con las dos antorchas que dominan la escena y el propio fuego
que está alimentando la parrilla que está quemando a San Lorenzo sólo lo pueden
conseguir los más grandes; incluso la
luz de la luna muy fantasmagórica. Si nos acercáramos se verían las pinceladas.
Es menos directo pero más insinuante.
La pregunta inevitable ¿por qué no acabo en el retablo mayor
de El Escorial donde ahora hay un cuadro de Pellegrino Tibaldi, otro de los
pintores italianos que pinto para El Escorial? Cuestión de tamaño, quedaba
empequeñecido en la mole que es la basílica; el monarca esperaba una mayor
presencia física del santo. Viendo el de Tibaldi, se comprende esto. No se
dieron las instrucciones necesarias.
Otro cuadro que fue
rechazado por razones iconográficas fue Santa Úrsula y las 11.000 vírgenes
de Luca Cambiaso, quien vino a probar suerte en El Escorial,
pero no obtuvo más suerte que El Greco o Tiziano; según las palabras de
Sigüenza que nos explica el descontento del rey, no se podía entender cómo
pudieron acabar siendo martirizadas Santa Úrsula y las 11.000 vírgenes con tan
solo un verdugo. Hasta ese grado de veracidad exigía ver en las historias
hagiográficas.
Lucas Jordáno, el mejor
fresquista que ha pintado en España, pintó
la caja de la escalera con unos frescos que reproducen una gloria en el que el
propio Carlos II aparece representado en la balaustrada junto a su madre y su
esposa.
Todos los Austrias tratan de dejar su huella en El Escorial.
Carlos II con esta obra artística, aunque también tuvo que restaurar tras un
incendio habido y fue necesario retocar algunas de las zonas. Pero además dejan
constancia de ello. Cuando Felipe IV acaba el real panteón va a encargar una
crónica a Francisco de los Santos. En el año 1657, cien años después de la batalla de San Quintín se redacta otra crónica donde se dice
que Felipe II construyó el Escorial y Felipe IV lo coronó con el Real Panteón.
Carlos II preparará una tercera o cuarta cónica que ya incluía los frescos que
encargó a Lucas Jordano. Un fresco –el mejor que hay en El Escorial- que habla
por si sólo.
La basílica es de un tamaño considerable. Es el centro. Si
el panteón es la corona, la basílica es la cabeza. Siempre recuerda el
humanismo cristiano que revivió en el Renacimiento y se decora conforme a la
tipología de las columnas dóricas que en la antigua Grecia y la antigua Roma se
dedicaban a las deidades masculinas, mientras que el jónico lo era a las femeninas.
Aquí se ha elegido el dórico porque se conmemora a un santo masculino.
Ahora vemos la versión
de San Mauricio. Respeta la obra del Greco pero cambia todo lo que tenía que
cambiar; ahora ya se ve la carnicería en primer plano y como está San Mauricio,
en el centro del cuadro rezando, en comunión con Dios, que es la idea que
Felipe II tenía y no encontró en el cuadro de El Greco.
Tras la muerte de Tiziano el rey confió en Navarrete el Mudo,
que antes de morir consigue pintar una serie de cuadros; entre ellos San Marcos
y San Lucas, el santo patrón de la pintura porque pintó las manos de la Virgen.
Se piensa que el rostro pudiera ser el del propio Navarrete –como hacen muchos
artistas-, ya que tenía una fisonomía muy característica.
Felipe II estaba
obsesionado por las reliquias que estaban dispersas por toda España y estaba
obsesionado por intentar congregarlas todas bajo su custodia. Aquí tenemos dos
grandes armarios de reliquias (siempre están cerrados mediante dos puertas
decoradas por dentro y por fuera), a los que Felipe II tenía acceso directo
desde sus habitaciones a través de pasillos. Creía fervientemente en el valor
taumatúrgico y sanador de estas reliquias y acudía a ellas para calmar sus
dolores.
Las reliquias hoy en día no conservan el valor de aquellos
tiempos, en que eran casi amuletos de la suerte; de hecho, al parecer, hay
enterradas en la construcción del
edificio amuletos que se colocaron para la defensa contra los malos espíritus.
Los escalones rematan un primer tramo del altar a la que dan
las diferentes puertas, la de la habitación
de la reina y la de la habitación del rey. Y encima Los catafalcos de Carlos I y su familia y de Felipe
II y su familia.
Las estatuas monumentales y de tamaño natural están colocadas de tal forma
que el espectador moderno no puede verlas,
porque los reyes están a la misma altura que el tabernáculo. Si no llevaran las
águilas imperiales no se sabría que son Carlos I y Felipe II. Las figuras nos
recuerdan a los retratos que hemos visto de Tiziano, El Greco o Giordano.
Su bóveda exhibe un fresco de Luca Cambiaso que representa
La coronación de la Virgen y la diferencia es abismal si la comparamos con el
fresco de Giordano. En La Escena de la Trinidad hay otra de las
interpretaciones simbólicas de cómo esa escena que estaría representada en el
altar mayor de la iglesia, trazando dos líneas hacia las esquinas del edificio,
conformarían un triángulo equilátero evocando a la Santísima Trinidad. Están
tan cargado de lecturas simbólicas.
El retablo de 30 metros de
altura fue diseñado por Juan de Herrera y realizado en mármoles muy variados
por Jacome da Trezzo. Contiene pinturas de Pellegrino Tibaldi y Federico
Zuccaro.
También se completa todo con estatuas de bronce hechas por
el taller de Pompeio Leoni, hijo de Leo Leoni.
Se dice que todo Alejandro Magno quiere tener a su Apeles,
pues Carlos I tenía por un lado a
Tiziano y por otro a Leoni.
Muy curioso es la representación que Leoni hace de las
figuras que están a los lados. Se tiene la sensación de que son del mismo
tamaño, pero es un truco óptico.
El Monasterio está en obras de rehabilitación por lo que hay
ciertas zonas que están cerradas, por ejemplo, el Palacio de los Borbones.
Nos quedaría también la Biblioteca, que quedaría para otra
ocasión, por falta de tiempo.