Conocer Madrid - Iglesia de San Sebastián y el barrio de las letras
Virgen de la Novena (Iglesia San Sebastián) |
Nuestro paseo de hoy discurre en su mayor
parte por el Barrio de las Letras madrileño y lo empezaremos en la Iglesia de
San Sebastián ubicada en Atocha 39. Iglesia que puede jactarse de tener
registrados más eventos de personajes de las artes y la política que ninguna otra:
bautizos, matrimonios, defunciones. Nada más entrar, a la izquierda, nos
encontramos con tres enormes placas en las que relacionan tan egregios
personajes y los eventos que celebraron en la iglesia.
En 1554 se compran los actuales terrenos para trasladar la iglesia desde su antiguo emplazamiento, que amenazaba ruina y se levanta el actual edificio a cargo de Antonio Sillero, junto con la Capilla del Sagrado Corazón. Era una de las dos iglesias de Madrid a la que se le concedió el "derecho de asilo"; esto es, que cualquier perseguido por la justicia podía refugiarse en ellas.
A lo largo de los años posteriores se le
seguirían añadiendo nuevas capillas, como por ejemplo la creada para albergar
la Virgen de la Novena, patrona de los cómicos, que cuenta con una bonita
historia. Corría el siglo XVI y, como era costumbre entre los lugareños, en un
portal de la calle León se veneraba una virgen llamada del Silencio (por la alusión
del dedo llevado a los labios del niño -San Juan- que aparece en la imagen). El
barrio entero, en el que vivían numerosos poetas, escritores y actores de la farándula,
era muy devoto de esta Virgen y el día en que Catalina Flores -tullida y con un
caminar dificultoso con muletas- ofreció a la virgen rezarle una novena si
experimentaba alguna mejoría y salió corriendo sin muletas; el barrio entero
hizo suya aquella promesa. Trasladaron la imagen a la Iglesia de San Sebastián
y constituyeron su congregación en 1624.
Iglesia de San Sebastián (Madrid) |
Otra capilla, quizá la que más importancia
arquitectónica tenga, es la de la Gran Congregación de Arquitectos de Nuestra
Señora de Belén en su huida a Egipto, que aprovechando la vieja sacristía de la
Iglesia de San Sebastián construyó su capilla (con entrada independiente,
incluso) en 1693 y sería completamente reformada por Ventura Rodríguez al siglo
siguiente. Aquí es donde aparece otra historia rocambolesca de nuestro Madrid
del XIX.
En 1811 moría Juan de Villanueva -ahí es
nada: autor del Real Sitio de Aranjuez, del Real Observatorio y del Museo del
Prado; fue enterrado con gran boato en la Capilla de la Congregación y aquí
sigue. Pero no sólo; a los sesenta años de haber sido enterrado, le traen un
compañero, Ventura Rodríguez; que había fallecido en 1785 y se encontraba
enterrado en la Iglesia de San Martín -obra suya-, junto con su esposa. En
1869, las Cortes retoman una antigua idea de crear un Panteón de Hombres
Ilustres; se creó la lista de las personas que gozarían del prestigio de ser
enterrados en el panteón, pero de ella tan sólo de doce encontraron restos
(entre ellos los dos arquitectos). Fueron trasladados con mucha solemnidad a la
desaparecida Iglesia de Nuestra Señora de Atocha y posteriormente al Panteón inaugurado
en San Francisco el Grande y quedaron en una capilla lateral hasta la
construcción de unos lujosos mausoleos de mármol. Como ese momento no llegaba,
los arquitectos de la Cofradía reclamaron los restos de Villanueva y ya, de
paso, los de Ventura Rodríguez y aquí se encuentran, inseparables desde
entonces.
Si por algo tiene fama la Iglesia de San
Sebastián es por sus enterramientos. Los de los nobles, que se llevaban a cabo
en el interior de la iglesia y, los del resto, en el huerto aledaño al templo.
De ahí el dicho de "llevar al huerto". Hoy aquel huerto, donde
reposan los restos de Lope de Vega y de Ramón de la Cruz –aunque no se sabe
dónde exactamente, pues por avatares de la historia, sus restos pasarían en
algún momento a una fosa común, son una renombrada floristería de
la capital. Este pequeño cementerio también inspiraría a uno de mis escritores
preferidos, José de Cadalso, su magistral Noches Lúgubres, que fue
sin duda la primera obra romántica española. Se cuentan muchas cosas: que en
realidad es autobiográfica y que lo que pretendió fue desenterrar a su amada
Divina, la actriz María Ignacia Ibáñez, que había muerto dos años antes de la
publicación del libro; que había escrito una poesía con la que se enterró a su
amada y pretendía recuperarlo; .... Verdad o mentira, me quedo con la versión
de su pretensión de desenterrarla; ¿puede haber algo más romántico?
Estos enterramientos que se llevaban a
cabo en las iglesias fueron en un momento dado asunto de estado por la
insalubridad que representaban para la ciudad. Se cuenta que como consecuencia
de la onda expansiva del terremoto de Lisboa habido en 1755, que se dejó sentir
en Madrid, aparecían cadáveres por los alrededores de las iglesias. En 1787 ya,
Carlos III dicta una pragmática para que los cementerios se situaran fuera de
las ciudades, para evitar los contagios de enfermedades, pero se seguían
haciendo. Unos años más tarde, los franceses vinieron a enmendarnos la plana.
"Pepe Botella, en 1809, decretaría la siguiente orden:
" Don Josef
Napoleón, por la gracia de Dios y por la Constitución del Estado, Rei de las Españas y de las Indias.
«Considerando muí conforme á las reglas de una buena policía cortar de raíz todas las causas que pueden influir en la putrefacción del aire, y dañar á la salud pública, en cuya conservación debe esmerarse tanto la solicitud y zelo del gobierno; y observando que, principalmente en las actuales circunstancias, nada se opone mas á lograr tan saludable objeto como permitir la práctica de enterrar los cadáveres en las iglesias, abuso contrario á la sana razon, á la política, al respeto debido á los templos, y á los preceptos de la disciplina eclesiástica de los mejores tiempos,..."
«Considerando muí conforme á las reglas de una buena policía cortar de raíz todas las causas que pueden influir en la putrefacción del aire, y dañar á la salud pública, en cuya conservación debe esmerarse tanto la solicitud y zelo del gobierno; y observando que, principalmente en las actuales circunstancias, nada se opone mas á lograr tan saludable objeto como permitir la práctica de enterrar los cadáveres en las iglesias, abuso contrario á la sana razon, á la política, al respeto debido á los templos, y á los preceptos de la disciplina eclesiástica de los mejores tiempos,..."
La verdad, es que la práctica se sigue
manteniendo hasta la fecha y si dispone usted del dinero suficiente, puede ser
enterrado en la mismísima Almudena.
Casualidades. Hace un par de días terminé
un libro delicioso cuyos personajes se movían precisamente en el entorno de la
Iglesia de San Sebastián y sus alrededores y que recomiendo a todo aquel que se
interese por conocer cómo era la vida de nuestro viejo Madrid a finales del
XIX; se trata de Misericordia de Benito Pérez Galdós.
Otra de las capillas es la de la carmelita
descalza, Maravillas de Jesús, monja que suscitó una gran polémica en el
Congreso entre nuestros políticos, treinta y cuatro años después de muerta,
seguro que muy a su pesar. María de las Maravillas fue bautizada, en 1891, en
esta parroquia; hija de nobles, desde pequeña supo cuál era su vocación y se
ordenó monja en las Carmelitas Descalzas de El Escorial. Sin esperar mucho
fundó el primero de muchos conventos que crearía (hasta en la India), en el
centro geográfico de España, el Cerro de los Ángeles. El convento fue profanado
nada más comenzar la guerra civil y las monjas, detenidas. Tras la contienda
continuó fundando conventos carmelitanos hasta su muerte en 1974. El papa Juan
Pablo II la canonizó en 2003, tras varios milagros que se le atribuyen y cinco
años después surgiría la polémica nada menos que en la Cámara Baja. A propuesta
del Partido Popular se sugería colocar una placa en el lugar de nacimiento de
la nueva santa madrileña, que resultó ser el solar donde existen unas
dependencias del Congreso de los Diputados. A ello el Partido Socialista (con
la excepción de Bono) se negó en rotundo y llegaron a provocar una sesión de
urgencia de la Cámara, que vetó por mayoría, la susodicha placa.
La Iglesia de San Sebastián hoy y a pesar
de ser Monumento Histórico-Artístico, poco conserva de lo que fue en otros
tiempos. En 1936 la iglesia fue asaltada y quemados sus retablos y altares por
las hordas republicanas y a finales de ese mismo año un avión lanza una bomba
que da de lleno en la iglesia. En 1959 terminan los trabajos de reconstrucción
de la nueva iglesia y hoy se pueden observar claramente las dos zonas: la
antigua, con las Capillas de Belén, del Sagrado Corazón y la de la Virgen de la
Misericordia, y la moderna.
Tiene dos fachadas; la de la calle de
Atocha, sencilla, con arco de medio punto y la de la calle San Sebastián,
neoclásica con columnas jónicas que soportan el frontón y que sustituyó a la
antigua churrigueresca, del siglo XVI. El interior, de nave centralizada,
iluminada por la gran cúpula sustentada por pechinas y representando a los
cuatro evangelistas. El altar es cuadrado y la disposición de los bancos es de
asamblea, alrededor del altar.
Nos dirigimos ahora a la Plaza Santa Ana
por la calle de San Sebastián. El nombre de la plaza procede de la existencia
del convento carmelita fundado por San Juan de la Cruz y derribado por los
franceses para hacer la plaza. No en vano a José Botella se le conocía cono
"El Plazuelas". En su inauguración, José I dio orden de situar en su
centro una estatua llamada Carlos V y el furor, obra de Leone
Leoni, que había viajado de la bóveda del Alcázar al palacio de Aranjuez,
de allí a los jardines del Buen Retiro; más tarde al Palacio Buenavista,
residencia de Godoy, hasta que el rey francés opina que la estatua es del
pueblo y al pueblo se le debe restituir. No sería su último viaje, pues hoy se
encuentra en el Museo del Prado. Nos cuenta nuestra queridísima Marta, que la
estatua, de la que puede separarse la armadura del cuerpo, presenta un Carlos V
desnudo, al estilo greco-romano y, ¡oh sorpresa! con un "moreno
agromán".
En un ángulo de la plaza, mirando de
frente al Teatro Español se encuentra la estatua de Calderón de la Barca, genio
del barroco español. Madrileño (1600-1681), de familia hidalga y educado en los
jesuitas, con una sólida formación cultural; se ordenó sacerdote a una avanzada
edad. De carácter retraído y melancólico, era el contrapunto de Lope de Vega; Calderón
se dirigía a un público noble, con sus autos sacramentales, sus obras
mitológicas, sus zarzuelas; mientras que Lope orientaba su teatro hacia clases
más populares.
Estatua Calderón de la Barca (Plaza Santa Ana) |
La figura de Calderón aparece con el
hábito de la Orden de Santiago, con una figura femenina detrás que simboliza la
Alegoría del teatro y una máscara alegórica del drama y en el pedestal cuatro
relieves en bronce con figuras que relatan pasajes de cuatro de sus obras: La
vida es sueño, El Alcalde de Zalamea, La danza de la muerte y El escondido y la
tapada. En los laterales dos altorrelieves de mármol representan la
tragedia y la comedia y la guerra y la poesía.
Ahora dirigir vuestra mirada, igual que
Calderón, hacia el Teatro Español, que existe allí desde el siglo XVII, aunque
entonces con el nombre de Corral del Príncipe y anexo a otro aún más antiguo,
el de la Pacheca. Ya en ese siglo había cinco corralas en Madrid, que por su
proximidad, podíamos hablar de un barrio o distrito de las comedias. Aunque
Felipe IV fue un fiel asistente a la Corrala de la Cruz, pues allí actuaba
María Calderón, la Calderona, amante suyo y madre de un bastardo real.
El nacimiento de estos corrales,
precursores de nuestros teatros actuales, surgieron en el siglo XVI, promovidos
por las Cofradías que necesitadas de dinero para crear hospitales y socorrer a
sus cofrades más necesitados, solicitaron autorización a Felipe II para
representar obras teatrales en los corrales de sus casas -lugares contiguas a
las viviendas, utilizadas para guardar animales, aperos de labranza, etc.- y
ganar unos dineros para sus desinteresadas obras. Con el tiempo se pensó que
sería más operativo crear corralas ad hoc, para no tener que quitar y poner los
tablados, asientos, etc., así, se crearon una especie de teatros manteniendo la
estructura de la corrala: un recinto rectangular, en cuya parte más estrecha se
encontraría el tablado -así llamado por el predominio de las tablas- del
escenario, opuesto a la entrada, elevado a metro y medio; detrás de él se
encontraba el balcón de apariencias para escenografías y tras él los vestuarios
de las actrices, mientras que los camerinos para los actores se situaban debajo
del propio tablado.
Enfrente, se hallaba el zaguán de entrada
al patio, con la contaduría y el guardarropas y desde allí se subía a la
"cazuela", reservada a las mujeres que no pertenecían a las clases
sociales de prestigio; a los aposentos, que eran los corredores de las casas y
que constituían las partes nobles del teatro, que ocupaban los nobles o
familias influyentes, habiendo uno o varios reservados para las autoridades del
Reino y/o el Ayuntamiento. Una de las galerías, llamada "tertulia"
era una galería cerrada por una celosía para quien deseaban presenciar la obra
y no ser visto. El patio del corral que constituía el auténtico auditorio tenía
el suelo empedrado con cantos rodados y estaba ligeramente inclinado para la
recogida de aguas y en él se sentaban los hombres y otro nutrido número de
ellos que permanecía de pie, se trataba de "los mosqueteros", que
tenían potestad para silbar, gritar, aplaudir o abuchear y de ellos dependía,
en gran medida, que la obra fuera un éxito o un fracaso. Igual que estos
mosqueteros, existía un personaje peculiar de estas corralas, que era
"el apretador", dedicado a empujar a las mujeres para que cupieran
más y, por supuesto, el alguacil, que velaba por el buen orden durante la
representación.
El actual Teatro Español hoy fue la
Corrala del Príncipe de ayer cuyos terrenos compró la Cofradía de la
Soledad y a la que se añadió a los pocos años un piso más. En 1745 se construyó
un nuevo teatro -a la manera italiana- obra de Juan Bautista Sachetti y Ventura
Rodríguez. En 1802 se produce un incendio, quedando en pie tan sólo la
estructura exterior. En 1807, se compran algunas casas anejas y Juan de
Villanueva sería el encargado de reedificar el nuevo teatro. Poco queda ya de
aquella última construcción, pues nuevos incendios y múltiples reformas
conforman el Teatro Español que hoy vemos.
Estas representaciones eran verdaderamente
austeras. No había decorados y el telón era una cortina que se corría. No
solían durar mucho en cartel; la que llegaba a la semana, se podía considerar
ya de éxito asegurado. Una muestra inequívoca de que la obra había triunfado
era la cantidad de mierda de caballo que había en la puerta, pues era señal de
que había llegado gente de fuera, a caballo; es decir, la fama de la comedia
había trascendido la frontera capitalina. De ahí la frase tan afincada entre la
gente del teatro de "desear mucha mierda".
Continuamos por la calle del Prado hasta
la calle León. En esta última calle, que conserva el nombre desde el siglo XVI,
aparece al principio de la misma la palabra "Mentidero", porque
precisamente allí estaba el Mentidero de representantes o de cómicos; lugar
donde se firmaban los contratos, se hacían trapicheos,... La calle, que terminó
llamándose León, se debe a que un extranjero apareció con un león debajo de una
sábana y cobraba dos maravedís por verlo.
Calle Lope de Vega, Quevedo y, finalmente
Cervantes. Decía Pérez Reverte en un artículo: "Me gusta la calle Cervantes de Madrid. No porque sea especialmente
bonita, que no lo es, sino porque cada vez que la piso tengo la impresión de
cruzarme con amistosos fantasmas que por allí transitan. En la esquina con la
calle Quevedo, uno se encuentra exactamente entre la casa de Lope de Vega y la
calle donde vivió Francisco de Quevedo, pudiendo ver, al fondo, el muro de
ladrillo del convento de las Trinitarias, donde enterraron a Cervantes. "
Convento de las Trinitarias |
En la calle León esquina con Francos muere
Miguel de Cervantes en 1833 en la que será su última vivienda. Por deseo
expreso suyo sería enterrado en el Convento de las Trinitarias, monjas con las
que tenía lazos de reconocimiento, pues gracias a sus gestiones y dineros
lograron librar en Argel de ser enviado a Constantinopla.
Placa Cervantes en Convento Trinitarias |
Casa de Cervantes |
Más tarde, la casa saldría a subasta y la adquiere
Luis Franco, que se dispone a derribarla, pues estaba en estado ruinoso y hacer
una casa nueva con varias plantas. Mesonero Romanos escribió un artículo
denunciando el hecho, que llegó a oídos de Fernando VII, quien dispuso que se
suspendiera el derribo, pero el propietario no cejó en su empeño y cuando se
quisieron tomar medidas, ya era tarde. Solo se consigue cambiar el nombre de la
calle de Francos a Cervantes.
En la calle Quevedo (antiguamente del
Niño) esquina con Lope de Vega, frente al Convento de las Trinitarias, se
encuentra el edificio donde otrora estuviera la vivienda de Francisco de
Quevedo, una placa así lo atestigua.
Casa Quevedo |
Francisco de Quevedo nace en Madrid en
1580, en el seno de una familia aristocrática. Una de las figuras más complejas
e importante del Siglo de Oro español. Docto en teología y conocedor de
numerosas lenguas muertas y modernas, destacaba por su gran cultura.
Trabajo para el Virrey de Nápoles y
Sicilia y se vio envuelto en sucesos oscuros que le llevaron al destierro,
presidio y arresto domiciliario en varias ocasiones. Una de ellas, por ejemplo,
por defender el que el patrón de España tenía que ser el Apóstol Santiago,
enfrentándose a los carmelitas, cuya propuesta era Santa Teresa de Jesús. De
carácter agrio, su vida fue más bien desgraciada, con un matrimonio que apenas
duró unos meses -era un misógino declarado-. Muere dos años después de ser
liberado de su último encarcelamiento en Villanueva de los Infantes.
Sin embargo, otra gran figura de las
letras barrocas españolas vivió en la finca y no se hace mención a ello, Luis
de Góngora. Amigo del buen vivir, Góngora tuvo que vender la casa donde vivía
en la calle Cantarranas, para hacer frente a pagos acuciantes y terminó
alquilando un pisito en la calle Niño esquina a Lope de Vega; aunque su mala
suerte quiso que el propietario fuera íntimo amigo de su más declarado enemigo,
Francisco de Quevedo, quien tan sólo tuvo que esperar al primer retraso de
Góngora en el alquiler, para que Quevedo activara el desahucio y don Luis se
encontrara los muebles en la calle.
Era de conocimiento público las rencillas
que existían de unos escritores con otros, pues además con sobrado gracejo y
mejor hacer, disparaban a golpe de poesía los insultos al contrario (“Érase una
nariz a un hombre pegado,…” Y vive Dios, que a juzgar por el único retrato que
nos queda de Góngora, realizado por Velázquez, no le faltaban razón a los
versos). Lope y Quevedo eran grandes amigos; sin embargo, a Cervantes no le
podían ni ver.
En el 8 de la misma calle Lope de Vega se
encuentra el Convento de las Trinitarias. El convento fue fundado en 1612 por
doña Francisca Romero Gaitán, hija de un capitán de Felipe III, para cuyo fin
aportó unas casas de su propiedad. Numerosos problemas hicieron que doña Francisca
abandonara el patronazgo. En 1630, la marquesa viuda de la Laguna afronta los
gastos del convento, pero la situación era difícil y doña Francisca reclamaba
sus casas. No sería hasta 1673 que se construiría la iglesia por José de Arroyo
y Miguel Chocarro y hacia 1694, el convento
por Francisco Ruiz y Juan Ruiz.
La fachada es muy sencilla. A la iglesia
se entra por un pórtico de tres arcos de medio punto con rejas del XVII; en las
que figura un relieve de la casulla de San Ildefonso y el escudo de la orden
trinitaria y en los lados los escudos de los marqueses de la Laguna. Aunque no
entramos, Marta nos habla del barroquismo interior de la iglesia.
El día que muere Lope de Vega, todo Madrid
se echó a la calle a acompañar el sepelio, que pasó por la puerta del Convento
para que su hija, monja de clausura, pudiera dar el último a adiós a su padre.
Ya comentamos que por deseo expreso de
Miguel de Cervantes el insigne escritor fue enterrado en la primitiva iglesia
del convento, pero se desconocía el sitio exacto en que se encontraban sus
restos.. Gracias a documentos analizados por historiadores, parece que en algún
momento las cajas con los huesos fueron desenterradas y trasladadas a la cripta
de la nueva iglesia. El proyecto de la búsqueda de tan egregios restos dio su
fruto el año pasado y al parecer encontraron restos del Quijote.
Al parecer no está garantizado al cien por
cien que los restos hallados sean de Miguel de Cervantes, pues faltaría la
prueba concluyente del ADN, pero todo apunta a que entre los restos están los
del escritor. Restos que pertenecen a 16 difuntos –seis hombres, cinco mujeres
y seis niños- procedentes de una reducción que se llevó a cabo con la
construcción de la nueva iglesia tras el traslado de los enterramientos desde
la vieja. (Una mandíbula a la que le faltan piezas parece que es concluyente
con algo que dejó escrito Cervantes sobre la falta de piezas dentales).
En marzo del año pasado, la entonces
Alcaldesa de Madrid, Ana Botella, y miembros de la RAE, descubren una placa
conmemorativa realizada al efecto, con unas frases de Los
trabajos de Pirsiles y Segismunda (aunque el Ayuntamiento haya rebautizado
a uno de sus protagonistas a Persiles) y parece que se está barajando la
posibilidad de crear una entrada directa por la calle Huertas, pero hasta
entonces, al ser un convento de monjas de clausura, sólo se puede visitar entre
las 9:00 y las 9:30 por la mañana y entre las 19:00 y las 19:30 por la tarde,
en días laborables, y entre las 9:30 y las 10:00 y 11:30 a 12:00 de domingos y
festivos, ya que son las horas previas a las misas en la iglesia.
Jardín Casa Lope de Vega |
Finalmente, llegamos a la
Casa Museo de Lope de Vega donde teníamos hora concertada para una visita de
grupo y una agradabilísima e instruidísima guía nos fue contando historias de
don Lope.
Lope de Vega nace en
Madrid, en la calle Mayor número 50, en 1562. Esta casa, de la calle Cervantes
11, la compra en 1610 y a ella se va a vivir junto con su segunda esposa, Juana
de Guardo y algunos de sus diecisiete hijos. Cuando fallece Lope lega la casa a
su hija Feliciana, de quien pasó al último nieto conocido del autor, quien a su
vez la vendió a la comedianta Mariana Romero en 1674, pasando por varias familias
anónimas, sufriendo durante este tiempo ciertas modificaciones.
La RAE compra la casa y
encarga su rehabilitación a Pedro Muguruza (arquitecto del Valle de los Caídos)
y en 1935, cuando se cumplían 300 años de la muerte de Lope, el edificio se
declaró como monumento y se convirtió en museo.
Cocina Casa Lope de Vega |
En 1561, la corte, que
hasta entonces había sido itinerante, con Felipe II se traslada a Madrid,
convirtiéndola en capital del reino y haciendo una corte fija como ocurría en
el resto de Europa. Madrid, “convertida en la Babilonia que llenaba de asombro
a todo el que la contemplaba”, según las propias palabras del autor.
Fue tal la avalancha de
gente que se trasladó a esta pequeña y tranquila villa, que su población
aumentó exponencialmente. Por ello, las autoridades competentes pusieron en
marcha la norma “Regalía de aposento”, que ya existía desde el medievo,
mediante la cual se garantizaba el hospedaje de la familia real, cortesanos y
funcionarios durante sus viajes y estancias en localidades por las que pasaban.
Como hecha la ley, hecha la trampa, aparecieron las “casas a la malicia”; es
decir por fuera daba sensación de tener una planta y por dentro podía tener
tres, escondidas, en sótanos, tejados tan inclinados que escondía una planta
más, etc.
La casa de Lope, en 1610
no pasa la Comisión que se ocupa de dirimir qué casas deben acoger algún alto
personaje a “cama y mesa puestas”. Lope decide ceder por amistad y da hospedaje
al Capitán Alonso Contreras. Más tarde, preferiría pagar el impuesto especial
de 4.500 maravedíes, para no vivir con nadie.
Dormitorio Lope de Vega |
Lope de Vega fue uno de
los más importantes escritores de la historia de la literatura española.
Mantuvo siempre una polémica vida y muchas veces alejado de los
convencionalismos de la época.
Sus padres, fueron una
pareja de montañeses cántabros que vinieron a Madrid para trabajar para la
reina como bordadores. Pasó gran parte de su infancia con un tío suyo,
Inquisidor de Sevilla. Ingreso en el Colegio Imperial de Madrid cuando tenía
diez años y ya era un ávido lector en castellano y latín y escribía comedias. A
los quince años marcha a estudiar a Alcalá de Henares. Posteriormente estudió
matemáticas, astrología y artes liberales.
Lope fue durante toda su
vida, incluida la dedicada al clero, un empedernido conquistador. Ya hablamos
de su segundo matrimonio con Juana de Guardo; el primero fue con Isabel de
Urbina, con quien se casó por poderes.
Oratorio Casa Lope de Vega |
En el amor fue casi tan
prolífico como con sus comedias. En 1580 tiene su primer amor, María de Aragón,
de quien tuvo una hija que murió a los cinco años. Marcha alistado a las Azores
y a su vuelta conoce su segundo amor ( la “Filis de sus textos), Elena Osorio,
hija del empresario teatral Jerónimo Velázquez y casada con un actor; pero
ésta, cuando queda viuda no vuelve a los brazos de su amante sino que se casa
con un millonario. Despechado, publica textos contra Elena Osorio y su familia
y es encarcelado y desterrado de la Corte durante cuatro años. Antes de salir
de Madrid rapta a Isabel de Urbina, con quien se casaría por poderes en 1588.
En 1589 marcha a Toledo
donde trabajaría como Secretario de don Francisco de Rivera y más tarde del
duque de Alba. Seguía escribiendo y parecía el periodo más tranquilo de su vida
cuando muere su hija Antonia y poco después su esposa Isabel de Urbina, al dar
a luz.
Una vez de regreso a
Madrid, vuelve a las andadas. Es procesado por amancebamiento con Antonia
Trillo de Armenta, saldría también con la actriz Micaela de Luján y en 1598 se
casa en la Iglesia de Santa Cruz con Juana de Guardo, al parecer un matrimonio
de conveniencia, pues la novia aportaba una generosa dote.
Lope no paraba de escribir
y de publicar obras de teatro, aunque en 1598, Felipe II decreta cerrar los teatros
por razones de moralidad, lo que representó un parón para el escritor, que
afortunadamente no duró más de un año.
Durante 1599 y 1608 vivió
con la actriz Micaela de Luján en Sevilla, Granada, Toledo Madrid, mientras pasaba otras temporadas con
su mujer Juana de Guardo. De los nueve hijos que la comedianta tenía, cuatro
eran de Lope.
Cuando tenía 45 años
entra a trabajar con don Luis Fernández de Córdova, duque de Sessa, siendo a
todos los efectos su protegido. Alquiló una casa en la calle Júcar para vivir
con Micaela mientras la mujer permanecía en Toledo.
Un año más tarde, ingresó
en la Congregación de Esclavos del Santísimo Sacramento, compró la casa que hoy
visitamos.
En 1614 se ordena
sacerdote. Pero su vida amorosa, aunque algo más tranquila no cejó: la actriz
Lucía Salcedo y su último amor, Marta de Nevares. Ese fue un tiempo pletórico
para Lope, que lo vivió rodeado de éxito. Según sus propias palabras había
llegado a firmar “novecientas comedias, doce libros de diversos sujetos, prosa
y verso, y tantos papeles sueltos de varios sujetos, que no llegaría jamás lo
impreso a lo que está por imprimir; y he adquirido enemigos, censores,
asechanzas, envidias, notas, reprensiones y cuidados...”
Estudio Casa Lope de Vega |
Marta de Nevares, que ya
vivía con Lope, quedó ciega, lo que supuso un duro golpe para el poeta. Su hija
Marcela le concedió cierta alegría al anunciarle su ingreso, en 1623, en las
Trinitarias Descalzas.
En 1632 murió en la casa
de la hoy calle Cervantes. Marta de Nevares, el último gran amor en la vida de
Lope de Vega y tres años después la seguiría el propio Lope.
El duque de Sessa, su
amigo y mentor corrió con todos los gastos del sepelio y entierro y su
sepultura en la Iglesia de San Sebastián, pero unos años después, pasaron a una
fosa común por falta de pago y de ahí que hoy se desconozca dónde están
exactamente sus restos.
Lo primero que llama la
atención en la casa de Lope de Vega es el huerto, donde al parecer pasaba
muchísimas horas cuidando sus plantas. Tenía un naranjo, un laurel, un ciprés,
una higuera, un gallinero o palomar y un pozo.
El estudio es, sin duda,
el plato fuerte de la casa. Aunque nos comenta nuestra guía que ya no queda
nada de los siglos XVI o XVII, pero está muy bien recreado y sólo con pensar
que aquí se ha podido gestar Fuenteovejuna, El caballero de Olmedo o La
Dorotea, entre muchos, produce escalofríos.
Es estrado es una estancia característica del Siglo de Oro,en la que era costumbre sentarse al estilo turco de piernas cruzadas, aunque ya en el XVII pasaría a ser un espacio exclusivamente femenino: reservado para costura, punto, lectura, oración o simple tertulia.
Es estrado es una estancia característica del Siglo de Oro,en la que era costumbre sentarse al estilo turco de piernas cruzadas, aunque ya en el XVII pasaría a ser un espacio exclusivamente femenino: reservado para costura, punto, lectura, oración o simple tertulia.
Al lado del estudio se
encuentra la alcoba de las hijas; sobre todo de Feliciana, su heredera
universal y Antonia Clara, que fueron las que más vivieron con él. En esta
habitación viviría Lope uno de los dramas de su vida al comprobar que su hija
Antonia Clara, con 17 años, ha huido con su amante galán.
Pasamos a la pequeña
habitación del poeta. En ella murió. Un ventanuco permitía a Lope ver desde su
cama el oratorio y poder rezar al altísimo y a San Isidro.
Nuestra guía nos llama la
atención sobre lo cortas que eran las camas entonces y nos pregunta por qué
creíamos que era así. Casi unánimemente contestamos que la altura era menor que
ahora. Y ella responde que San Isidro, por ejemplo, medía 1,90 m. Sus razones:
1º) No dormían tumbados sino medio sentados con grandes cojines detrás; 2º)
Lope, por ejemplo, desayunaba torreznos; sentado tendría menos probabilidades
de vomitar el desayuno y 3º) por pura superstición, pues se pensaba que un
cuerpo yacente, significaba muerto inequívocamente.
El comedor, con mobiliario típicamente español, con cerámica de Talavera y bodegones flamencos. A continuación, la cocina. Nos explica que está colocada ahí por sinergia del museo, pero que seguramente estaría en la planta baja. Azorín en su visita apuntó que sería imposible concentrarse a escribir teniendo el bullicio de la cocina tan cerca.
En la segunda planta, recrean el cuarto de huéspedes -donde podría perfectamente haber dormido el Capitán Contreras-. Y cercanoa la alcoba de las sirvientas y la de los hijos del escritor -Lope Félix y Carlos Félix.
El comedor, con mobiliario típicamente español, con cerámica de Talavera y bodegones flamencos. A continuación, la cocina. Nos explica que está colocada ahí por sinergia del museo, pero que seguramente estaría en la planta baja. Azorín en su visita apuntó que sería imposible concentrarse a escribir teniendo el bullicio de la cocina tan cerca.
En la segunda planta, recrean el cuarto de huéspedes -donde podría perfectamente haber dormido el Capitán Contreras-. Y cercanoa la alcoba de las sirvientas y la de los hijos del escritor -Lope Félix y Carlos Félix.
Está bien mantenida y
recreada cómo debió de ser.
Las visitas son de martes a domingo de 10:00 a 18:00. Se trata de visitas guiadas de un máximo de diez personas. Es gratuita. Dura unos 45 minutos y se ofrecen en español, inglés y francés.
Información y reservas:
casamuseolopedevega@madrid.org
Las visitas son de martes a domingo de 10:00 a 18:00. Se trata de visitas guiadas de un máximo de diez personas. Es gratuita. Dura unos 45 minutos y se ofrecen en español, inglés y francés.
Información y reservas:
casamuseolopedevega@madrid.org
Itinerario Las Letras