Geoda de Pulpí
Geoda Pulpí |
Desde 1995, año en el que conocimos el pueblito encalado en blanco escondido entre montañas que es Mojácar, no hemos dejado de volver y volver a su reclamo hasta crearnos un nido en él. Nido al que regresábamos esporádicamente, en principio, cuando queríamos respirar aire puro y descansar de la gran ciudad y, definitivo, cuando el trabajo dejó de ser una obligación.
Paulatinamente, aparecían noticias de la monstruosidad que representaba aquel hallazgo, pero el conocerlo de primera mano estaba vetado para todo aquel ciudadano de a pié que no fuera un espeleólogo de altísimo nivel.
Diecisiete años después de aquella noticia, un cartel me sorprende. "¡Vive la geoda!".
El Ayuntamiento competente, Pulpí, debía de estar sufriendo por tener una riqueza así en sus entrañas y no poderla mostrar al mundo entero; la solución me pareció muy plausible. Realizar visitas físicas al fenómeno era poco menos que impensable: por seguridad para el visitante, por preservación de la maravilla,..; "presumamos virtualmente de nuestro tesoro", debieron pensar. La tecnología ya lo permitía.
La visita al Castillo de Terreros ofrece al visitante varias sorpresas: la primera de ellas son las espectaculares vistas de la costa de Pulpi; segunda, la visita a un castillo del siglo XVIII mandado a construir por Carlos III, en un perfecto estado de conservación; tercera un pequeño museo en las distintas estancias de la fortaleza que recrea, por un lado, la formación geológica de toda la zona desde el neolítico hasta nuestro días; carteles que resumen la historia del territorio de Pulpi, especialmente importante durante el siglo XV por encontrarse en la división entre el Reino de la Granada nazarí y el Reino cristiano de Murcia y tener lugar cerca la Batalla de las Alporchas, en 1452:
"Van por la fuente Pulpí, por ser secreto lugar,
y por el puerto, los peones por la orilla del mar.
En campos de Cartagena con furor fueron a entrar,
cautivaron mil cristianos, que era cosa de espantar."
Por el camino se pueden observar las rayitas que el minero pintara con tiza en la pared a modo de sistema de cuenteo del número de vagonetas que subían cargadas, harto importante pues trabajan a destajo y cobraban por cada vagoneta que saliera de la mina. Un poco más adelante, un recoveco en el camino donde recrean un pequeño museo con objetos originales encontradas en la mina.
Llegamos a la primera cámara de explotación, donde los mineros comienzan a extraer el mineral; es por tanto la más antigua y resulta idónea para comprender el sistema de realce que utilizaban que consistía en excavar de abajo hacia arriba, dejando pilares de corona o repisas que les sirvieran de apoyo para seguir subiendo. Pasamos la Galería del Polvorín, donde se almacenaba todo el material de voladuras para abrir galerías: dinamita, detonadores, etc.
De pronto los colores oscuros de las vetas han cambiado por otros coloridos: marrón, negro, blanco y nuestro guía nos traduce su procedencia:
Marrón = dolomía de origen químico, no mineralizada (carbonato de calcio y magnesio)
Negro = la veta que les interesaba: siderita (carbonato de hierro), cuyo recorrido coincide obviamente con la continuidad de la galería.
Blanco = en menor cantidad, que muestra la presencia de bario y de estroncio
Seguimos atravesando la galería y nos explica, enseñándonos en la pared el sistema de voladuras en abanico que utilizaban para ir dinamitando y abriéndose camino. En cada barreno colocaban un cartucho de dinamita con una mecha en común que abría paso unos tres metros y les permitía seguir avanzando.
Localizamos de nuevo la veta de siderita sobre la dolomía y aprovecha para explicarnos qué es lo que pudo ocurrir en el pasado para que se formara la maravilla de geoda que nos estaba esperando.
El proceso de la formación de la geoda de Pulpí hay que explicarla en dos fases: primeramente, se forma el hueco de la roca por karstificación de las dolomías, junto con inyecciones hidrotermales volcánicas y en él se va depositando mineral en su interior; estamos hablando de hace la friolera de 5 o 6 millones de años. En aquella época las condiciones de la zona fueron idóneas para la formación de esta maravilla: por un lado se trataba de zona volcánica, por lo que en su interior discurrían grandes corrientes de fluido magmático; y por otro, que el nivel del mar llegaba hasta el lugar. Por tanto el agua, tanto salada como dulce, junto con el magma conformaban un fluido magmático que se colaba por todas las rendijas y se solidificaba, causando que la dolomía sin contenido de mineral se transformara en roca mineralizada, en este caso siderita.
Por tanto, nos puntualiza nuestro guía, una geoda es una cavidad o hueco dentro de la roca, tapizada de cristal -en el caso de nuestra geoda, de yeso de selenita-. Los tamaños son variadísimos, desde pequeñas hasta grandes o gigante, como la que nos disponemos a ver.
A lo largo de la visita nos son mostradas cavidades, de variados tamaños con grandes cristales de yeso, muchas de ellas se nota que fueron dinamitadas, porque no era lo que buscaban. Su interés se centraba en la celestina que va paralela al mineral -"tenían que salvar la banda blanca" que les conducía al filón, al mineral, como si fuera una guía, el resto no era de interés para ellos.
En fila india entramos, agachándonos en tramos. Llegamos a la Galería del Cuartel, primera cámara importante. Es vertical y más compleja que las precedentes. Apagan las luces y con una linterna va iluminando los distintos minerales que se encuentran en el techo y estos emiten luces de todos los colores, azules, amarillas, rojas, verdes, rojas, dependiendo el mineral de que se trate: manganeso, estroncio,...; los minerales, al calentarse sus electrones con la onda corta ultravioleta emiten luces brillantes de distintos colores. Muy curioso.
Nueva geoda pequeñita preciosa; otra cavidad cargadísima de sulfato de yeso.
Llega la hora de bajar la escalera de caracol de 79 peldaños, aunque han habilitado un pequeño ascensor para todo aquel que no pueda bajar y subir andando.
De los cinco niveles de la mina, llegamos al segundo y aquí otro regalo de la naturaleza: la "geoda partida"; los mineros abriendo camino en su búsqueda de mineral, se la llevaron por delante; seguramente debió ser tremenda; hoy es la segunda más grandes de Europa. Aquí se siguen haciendo trabajos microperforando la pared con micro cámaras: es posible que no se haya encontrado toda su riqueza.
Los cuatro espeleólogos descubridores de la geoda bajan hasta el nivel 3, arrastrándose como pueden y uno de ello se separa del grupo y decide seguir bajando con su arnés, hasta el nivel 4, cuando nota unos cristales medio superficiales y un agujero pequeño en el que a golpe de martillo consigue crear espacio para adentrarse y entonces descubre esta ¡BARBARIDAD!
Qué vemos: una tremenda cavidad de 8 metros de longitud por 2 de altura y 2 de ancho, toda ella tapizada de cristales fuera de lo común, que no parecen reales, de un color nítido y transparente y el tamaño: con sus 2,20 m la convierten en la geoda más grande e importante del mundo.
Nos recuerda que para su creación han sido necesarios dos procesos: la creación de la cavidad y la formación de los cristales; todo ello ha tardado entre 700.000 y 800.000 años.
Le pregunto a nuestro guía cómo en México se jactan de tener la geoda más grande del mundo y me confirma que sí, que es más grande pero no es una geoda propiamente dicha no es una oquedad dentro de una roca tapizada de cristales; no se puede visitar; está todavía en formación a 56 grados y quizás llegue un día en que se enfríe y pueda ser visitable.
La visita ha terminado.
La entrada incluye también una visita al Castillo de los Terreros que recomiendo sin duda.