Perseidas y poesía Castillo de Lorca
Castillo de Lorca |
Reconozco, no sin cierto rubor, que escribo esta reseña del día de San Lorenzo (teóricamente el día de más calor del verano), el 21 de enero, con media España nevada y quizás el día más frío del año; procuraré ser más diligente en próximas ocasiones.
Ochenta y cinco kilómetros; nada más que ochenta y cinco kilómetros me separan de Lorca desde mi actual lugar de residencia de Mojácar; era para mí una localidad más, de paso. Años y años contemplando un cartel de carretera que anuncia el desvío a LORCA y a continuación la emocionante vista de su castillo -más bonito, si cabe, de noche-, que, como si fuera una estampa que se gasta con la mirada, rápidamente lo oculta un túnel de autovía que atraviesa la montaña que le sirve de peana. ¿Es que no era un reclamo suficiente para invitar a entrar y conocer su núcleo urbano?
No hace mucho, en un viaje a Elche para vivir su "Misterio" en vivo, coincidimos con un par de chicos lorquianos que nos hablaron, hasta la saciedad, de las excelencias de Lorca y, sobre todo, de su Semana Santa, de la que estaban entusiásticamente enamorados; por un momento, tentaron mi curiosidad, pero mi condición de consorte de un sevillano acostumbrada a las PROCESIONES con mayúsculas, desterraron mi interés por conocer algunas otras.
Caballerizas Castillo de Lorca / Noche perseidas |
No, fuera de su castillo que contemplaba en cada viaje, lo único que por desgracia me movió a reparar en la existencia de Lorca, -a mí y a España entera-, fue su trágico terremoto en 2011, que dejó nueve muertos, 300 heridos, 10.000 personas evacuadas y se calcula que el 85% de los edificios sufrió daños en sus estructuras, muchos de ellos irreparables. Fue el terremoto más devastador de los últimos 55 años en España. Todavía están en vías de recuperación.
Sigo sin poder hablaros, ni contaros nada sobre Lorca, sigo sin conocerla y su Semana Santa sigue siendo un "must" de mis pendientes; pero esta entrada está dedicada a esa ciudad.
Lorca se ha puesto las pilas desde el punto de vista turístico. Ha creado una página web, "Lorca, Taller del tiempo", que organiza, planifica y facilita la visita del turista a sus monumentos, que no son pocos. (Lorca, Taller del Tiempo). En ella, descubrí una serie de visitas guiadas al Parque Arqueológico del Castillo, a la Judería, a la Torre Alfonsina y a la Sinagoga. Dentro de su oferta, algo llamó poderosamente mi atención y sin poderlo remediar estaba pagando mi entrada online, de manera casi automática.
PERSEIDAS Y POESIA EN EL CASTILLO DE LORCA (FORTALEZA DEL SOL)
No se podía pedir más: Poesía, música, cena, entorno mágico y estrellas -fugaces o no- (todo ello por el módico precio de 26 euros por persona).
9 de agosto. Este año las instituciones competentes preveían que la verdadera lluvia de estrellas sería el 11 y 12 (ni el día de San Lorenzo cuando tradicionalmente las estrellas acuden a su cita, ni el 9, día de nuestra visita); pero era lo que había,...
El gps nos jugó una de las malas jugadas a las que nos tiene acostumbrados, introduciéndonos por el centro del pueblo con callecitas estrechas a más no poder, hasta llegar a una cuesta ininterrumpida, aparentemente peatonal o para subirla a caballo como mucho y tuvimos que dar la vuelta con muchas dificultades. Para subir al castillo hay que cruzar la ciudad hacia el norte, hasta encontrar la carreterita hacia el castillo, suficientemente anunciada.
Las mesas estaban dispuestas a nuestra llegada, con el nombre de las distintas reservas, en el patio de armas del castillo, originariamente empleado como polvorín, almacén, cuartel militar y batería de cañones. Luces tenues y música de fondo acompañaron un menú del que podías elegir dos platos, dos bebidas y postre, pan copa de cava y café. ¡Quién da más, señores! En mi caso, me decanté por unas croquetas caseras del castillo y un solomillo con salsa de champiñones y tarta de queso con arándanos; todo bastante bueno.
Para acompañar los brindis de cava y la sobremesa, dos declamadores -Charo García Baños y Emilio Tomás- rendían tributo a Miguel Hernández
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
O a Manuel Machado, cantándole a Castilla:
en las duras aristas de las armas,
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.
El ciego sol, la sed y la fatiga
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
-polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga.
Cerrado está el mesón a piedra y lodo.
A León Felipe, llorando en su exilio:
Hoy
cualquier habitante de la tierra
sabe mucho más del infierno
que esos tres poetas juntos.
Ya sé que Dante tocaba muy bien el violín...
¡Oh, el gran virtuoso!...
Pero que no pretenda ahora
con sus tercetos maravillosos
y sus endecasílabos perfectos
asustar a ese niño judío
que está ahí, desgajado de sus padres...
Y solo.
¡Solo!
O a los Nadies de Antonio Galeano:
Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres,
que algún mágico día llueva de pronto
la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte;
pero la
pero la
buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en
lloviznita cae del cielo la buena suerte,
por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Charles Bukowsky, también tuvo su tributo en esta noche de Perseidas:
Si no te sale ardiendo de dentro,
a pesar de todo,
no lo hagas.
A no ser que salga espontáneamente de tu corazón
y de tu mente y de tu boca
y de tus tripas,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte durante horas
con la mirada fija en la pantalla del ordenador
o clavado en tu máquina de escribir
buscando las palabras,
no lo hagas.
Y al más grande, Federico García Lorca:
Mi corazón está aquí,
Dios mío,
hunde tu cetro en él, Señor.
Es un membrillo
demasiado otoñal
y está podrido.
Arranca los esqueletos
de los gavilanes líricos
que tanto, tanto lo hirieron,
y si acaso tienes pico
móndale su corteza
de hastío.
Y al hermano pequeño de los Machado; momento en que Charo daba paso a todos los asistentes a cantar, que no recitar, el gran poema, no por conocido, menos delicado:
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre el mar.
Nunca perseguí la gloria,
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles,
como pompas de jabón.
Dos astrónomos especialistas nos explican el fenómeno de las Perseidas, conocidas vulgar y coloquialmente como estrellas fugaces, que son en realidad meteoros; es decir, pequeñas partículas que hay en el espacio y al atravesarlo, a grandes velocidades, por fricción con el aire de la atmósfera, se calientan y se vuelven incandescentes, por lo que van dejando una traza celeste que conocemos como estrellas fugaces.
La radiante de la que provienen las Perseidas está situada dentro de la constelación de Persoe, de ahí su nombre. Las Perseidas no son las únicas lluvias de estrellas, aunque sí las más conocidas; ejemplos son las Cuadrántidas en enero, las Líridas en abril, las Acuáridas en mayo y julio, las Oriónidas en octubre, las Leonidas en noviembre o las Gemínidas en diciembre.
Las Perseidas son producidas por el cometa Swift Tuttle, un cometa con una órbita muy elíptica y en consonancia con Júpiter; es decir, por cada once órbitas de Júpiter, el cometa completa solo una (qué trabajito me cuesta escribir el solo adverbio sin tilde como marca la RAE).
Los cometas son cuerpos celestes compuestos básicamente por hielo, agua, gas metano y, mezclados con estos componentes, existen granos de polvo que forman una masa que en su inmensa mayoría es de hielo. La sonda espacial Rosetta estudió de una manera muy detallada la estructura y peculiaridades de los cometas, aterrizando –o acometizando mejor dicho- en uno de ellos y obteniendo imágenes y toma de muestras, que desvelarán muchos misterios del sistema solar.
Cometa es una palabra griega que significa estrella con cabellera. Los cometas tienen varias colas, las azules verdosas, por ejemplo, son colas de gas y polvo que se van quemando en la trayectoria que siguen. Si la órbita del cometa pasa muy cerca de la tierra, estos granos de polvo, que se van soltando alcanzan a nuestro planeta y a su entrada en la atmósfera, la fricción produce la lluvia de meteoros.
Nos cuentan que casi todas estas noches de atrás se han avistado Perseidas, pero aquel 9 de agosto no tuvimos esa suerte.
De las explicaciones científicas, se pasa a las leyendas a las que tanto se presta nuestro firmamento. La más conocida es el nombre que los españoles damos a la mágica lluvia de las Perseidas, que son "las lagrimas de San Lorenzo". Cristiano romano, martirizado en una parrilla, un 10 de agosto del año 258, debió ser tal su dolor de morir achicharrado, que aquellas lágrimas se convirtieron en estrellas fugaces que aparecen año tras año, por su aniversario.
Pero no solo España rememora antiguas leyendas en relación con los cielos; en Japón, se celebra cada año otro fenómeno meteorológico, del que cuentan una preciosa historia de amor. La bella princesa Orihime (estrella Vega) cayó totalmente prendada de los encantos de un pastor de estrellas llamado Hiloboshi (estrella Altair) y contrajeron matrimonio con la aquiescencia del padre de la princesa, Tentey -el Rey Celestial-. Su amor llevó a la pareja a descuidar sus quehaceres diarios: ella abandonó sus bordados y el ganado de Hiloboshi se desperdigó por todo el firmamento. El rey montó en cólera y separó a los amantes, uno a cada lado del río Amanogawa (Vía Láctea); pero conmovido por las continuas lágrimas de su hija, decidió aminorar el castigo y les permitió verse el séptimo día del séptimo mes, de cada año, a través de un puente que cruzaría el río. Hoy Japón celebra la fiesta de Tanabata para conmemorar el encuentro anual de los amantes. La realidad es que en esas fechas, las condiciones lumínicas hacen que se atenúe el brillo de la Vía Láctea, dando la impresión de que se ha tendido un puente sobre ella.
Nuestros ancestros conocían algo más el firmamento que nosotros; no existía tanta contaminación lumínica, había más tiempo para ver el celeste, conocían las principales constelaciones; de hecho estaban convencidos de que la Vía Láctea nos indicaba el camino hacia Santiago de Compostela.
Quizás demasiado rápido para poder asimilarlo, nos van dando instrucciones de cómo identificar las estrellas más luminosas e importantes de una noche de verano como aquélla. El primero de los pasos es identificar la Estrella Polar y a partir de ella, la Osa Mayor, Casiospea, el triángulo de verano, las constelaciones de Sagitario y Escorpio e incluso la Vía Láctea.
Tomando como referencia la Osa Menor la guía nos señala cuál sería la Estrella Polar, en el extremo de la Osa Menor, aquella que nos indica siempre dónde está el Norte y, para los más avezados, en qué lugar de la tierra te encuentras, a poco más de un grado del Norte celeste. Sin ser la más brillante de la noche, es la que guiaba a los marineros, los comerciantes de la seda o los que atravesaban los desiertos; aunque no lo hizo siempre, pues se mueven constantemente -hace 5.000 años era Thuban la que nos marcaba el Norte, por ser la más cercana; a partir del año 1200 a.C el polo se fue aproximando hacia la actual Polaris y podemos anticipar que hacia el año 3500, la trayectoria del polo pasará por la estrella Cephei, que será la más cercana, aunque no seremos nosotros quien lo rubriquemos. Eso, seguro.
Casiospea otra visible constelación veraniega, siempre circundando la Estrella Polar y fácilmente reconocible por sus cinco estrellas brillantes que forman esa W (de woman para algunos) o M (de mujer para otros), señalando al Norte y la Estrella Polar.
Nos explicaba asimismo como Júpiter se iba poniendo (de hecho hubo personas que no llegaron a verlo con los telescopios); Leo acaba de perderse por el Oeste; le seguiría Virgo; Escorpio, Saturno y Marte -que está en Capricornio a estas alturas- y así poco a poco las estrellas iban desapareciendo, de Este a Oeste.
En la noche veraniega sobresalen las tres estrellas más brillantes que forman el "triángulo de verano": Vega, Deneb y Altair, que sin tratarse de constelaciones, son estrellas; las estrellas enamoradas de nuestra historia japonesa.
Hace tan sólo tres siglos y medio que los seres humanos somos conscientes del tamaño de las estrellas, pero durante toda su existencia han recurrido al firmamento buscando fuerzas mayores y personajes como Alfonso X el sabio, Felipe II, Diego Velázquez o Napoléon Bonaparte tomaron sus más delicadas decisiones en función de los astros.
Embrujados por el panorama y con una sensación de comprender un poquito más el techo que nos cubre bajamos de nuevo al patio de las Cabellerizas a disfrutar de buena música por Joaquín Talismán.
Una oferta muy completa desde este medieval castillo que se erige en el Cerro del Caño de la Ciudad de Lorca.
Invito sin duda a mis lectores a no perder esta oportunidad en próximos años, pues merece la pena. Antes o después, del espectáculo no dude en rodear un poco el castillo, contemplando las magníficas panorámicas nocturnas de la ciudad.
Lorca |
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