Buitrago de Lozoya
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Buitrago de Lozoya (imagen propiedad de la página web del Ayuntamiento de Buitrago de Lozoya, se retirará en caso de ser requerido) |
Tras Torrelaguna, Buitrago es la segunda localidad más importante de la Sierra Norte de Madrid. Se encuentra encajada entre la Sierra de La Cabrera al sur y la de Guadarrama al norte. Poco se sabe de sus origenes. ¿Sería la Litabrum que en el año 190 a.C. conquistaron los romanos, según Tito Livio? No se sabe. Ciertas reminicencias árabes si que hay, en parte de sus murallas y la red de acequias, pero lo que sí está comprobado es que Alfonso VI la conquistó a los musulmanes en 1083 y dio orden de su repoblación cristiana.
En 1368, Enrique II de Trastámara concedía el Señorío de Buitrago a don Pedo Gómez de Mendoza por su apoyo en la guerra contra su hermano Pedro I. Desde entonces los Mendoza han estado vinculados a la Sierra Norte de Madrid. Dos siglos después, el ducado del Infantado recaería en don Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana quien funda el Hospital de San Salvador, desaparecido en la Guerra Civil, y la Iglesia de Santa María del Castillo.
El autobús deja prácticamente en la Calle Real, arteria principal del pueblo y en un "pis pas" llegas al meollo de todo. Me hubiera encantado hacer mi relato describiendo todos los encantos de Buitrago -que no son pocos- y terminar con redoble de tambores anunciando; "...¡pero es que además tiene un Museo de Picasso, con multitud de obras!, seguro que habría conseguido que el lector se quedara impactado con mi crónica y un colofón de esta guisa; pero a fuer de ser coherente, me ceñiré a lo vivido de una manera cronológica.
Enseguida llegamos a la Plaza Pablo Picasso, porque lo dicho en el párrafo precedente es cierto. Y se preguntará mi querido lector cómo es que un pueblecito con apenas 1.861 habitantes presuma de tener un museo de nuestro cubista más internacional (se ruega a aquellos lectores que ya sean conocedores de ello, que no me revienten la exclusiva y abran la boca como si se enterasen ahora). ¡Ahí va la historia!
En esta misma Calle Real que nos ha conducido hasta esta Plaza Pablo Picasso, Eugenio Arias cortaba el pelo a los vecinos de Buitrago desde 1918 hasta que estalló la guerra civil. Eugenio, afiliado al Partido Comunista, se alistó al frente republicano y terminada la guerra, a la resistencia francesa contra el invasor nazi. Terminada la época de lucha se instala en Vallauris, población francesa, donde abre una peluquería.
Si no os habéis cansado de leer la historia de un peluquero de Buitrago, pensando que he debido perder el oremus, continuad leyendo, porque la historia no ha empezado todavía.
Un día, una clienta de la peluquería le presenta a Pablo Picasso, ya un pintor de renombre. que acaba de afincarse en Vallauris, abandonando la vida bohemia e intelectual de París, por la alegría del sol y el mar de la Costa Azul y vivir su pleno amor, junto con su última compañera, Francoise Gilot, con quien tuvo dos hijos -Claude y Paloma- y la única de las mujeres que estuvieron a su lado y que fue capaz de dejarlo cuando se enteró de que la engañaba. ¡Aquél fue el inicio de una amistad sin límites entre Eugenio Arias -el peluquero- y Pablo Picasso -el famoso pintor-!
Durante veintiséis años, Arias acudiría en bicicleta a casa de Picasso a cortarle el pelo; en principio en Vallauris, después allí donde estuviera el artista. Hasta que Picasso le regaló un coche y las visitas se multiplicaron. Ambos disfrutaban de las largas horas de conversación, desde su condición de comunistas exiliados en Francia y el propio Picasso se desplazaba a la peluquería para charlar con su amigo, se les veía por los bares de Vallauris o asistían a corridas de toros, a las que eran los dos tan aficionados.
Eugenio se granjeó la confianza del artista y fue de las poquísimas personas que podían presentarse en su casa sin permiso previo. Entre las muchas entrevistas que concedió el peluquero, comentaba cómo gracias a tan especial amistad se pudo codear con lo más granado de los españoles que viajaban a Francia para visitar a Picasso; entre ellas, recordaba una en que Luis Miguel Dominguín, entre chistes, dimes y diretes, llama a Arias "paleto" y éste le respondió: "Soy de Buitrago y paleto, y los castizos sois los de Madrid. Pero no sabes por qué los de Madrid sois castizos,... Porque toda tu vida has bebido el agua donde yo me he lavado los cojones" -en alusión directa al agua de Lozoya-.
Cuando Picasso fallece, en 1973, su amigo Arias fue de las pocas personas que estaba a su lado y él mismo le amortajó con una capa española, recuerdo de su padre.
A los largo de aquellos veintiséis años, Picasso regaló a Arias una buena cantidad de obras y objetos dedicados a su amigo; exactamente setenta y una obras entre dibujos, cerámicas, obras gráficas, carteles de exposiciones, libros dedicados, ... y son el fondo artístico del Museo Picasso en Buitrago de Lozoya.
En 1982, tras la donación por Eugenio Arias a la Diputación de Madrid, la colección fue trasladada de Francia a España, a condición de que se expusiera en su localidad natal, Buitrago de Lozoya.
Una bonita historia, ¿a que sí?
Entre unas cosas y otras, había llegado la hora de la comida y no es ningún secreto cómo se come en la Sierra Norte madrileña. Teníamos reserva en el Restaurante Las Murallas en la Plaza de la Constitución. Típico asador castellano, donde comimos estupendísimamente.
El Castillo o Alcázar fue construido entre los siglos XIV y XV, aunque no se puede situar con certeza; aunque pudiera ser que fuera de origen árabe. Su remodelación corrió a cargo de la familia de los Mendoza (Señores de Buitrago). Compuesto de siete torres, barbacana y foso, le hacían prácticamente inexpugnable. Declarado Monumento Nacional, junto con la muralla, en 1931.
Poneos un momento en situación, corre el año de 1435 y formáis parte de la Corte de Juan II de Castilla; rey que no destacó por tener una brillante sesera, pero sí se supo rodear y aprovecharse de amigos con mucho mucho dinero, entre los que se encontraban el condestable Álvaro de Luna o Íñigo López de Mendoza, primer Marqués de Santillana. El Marqués ha invitado a su Majestad a su palacio en Buitrago de Lozoya -por su puesto con la Corte incluida-, donde os agasajarán con fiestas de toros y cañas, competiciones de poetas, músicas, bailes y opípara "pensión completa"; digo mal, "all included". Juan II estaba tan a gusto -y vosotros también, sed sinceros-, que prolongaron la visita de "Santiago a los Santos, según cuentas las crónicas.
Pero el castillo, sirvió para algo más que para celebrar fiestas que agasajasen a la monarquía, también fue escondite de... "una princesa". Enrique IV (el Impotente), no aprovecharía como su padre para instalarse en Buitrago pero si pidió al segundo Marqués de Santillana, don Diego, que custodiase en su fortaleza a la Princesa Juana, de cinco años; allí pasaría una gran parte de su niñez. Los rebeldes dudaban de la paternidad del rey y aseguraban que era hija de un desliz de la Reina Juana de Portugal (o peor aún, que el propio rey había obligado a su regia esposa a mantener relaciones con el favorito, Beltrán de la Cueva, por lo que el mote de la princesa de "la Beltraneja" corrió como la pólvora por el reino).
Tras todo el glamour que rodeo el castillo/fortaleza/alcázar, llámese como se quiera durante épocas medievales, vinieron malos tiempos desde inicios del XIX: fue incendiado por los franceses y, posteriormente, la Guerra Civil le pasó factura y salió bastante maltrecho, dada la cercanía con el frente.
En 1999, la Comunicad de Madrid y el Ayuntamiento de la localidad compraron la fortaleza a sus propietarios, para fines culturales -¡por 18 millones de pesetas! ¡108.000 euros!
Buitrago tenía otra sorpresa que ofrecernos; un exhibición de Máquinas de Asedio Medievales, que siendo muy interesantes, no hubiera sido lo mismo sin nuestro entusiasta guía.
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Hace un día de auténtica primavera y da pena marcharse, pero ¡volveremos Buitrago, en más ocasiones, sobre todo para poder ver tu Belén viviente, del que tan bien he oído hablar!