Conocer Madrid - Ruta de Chueca / Fernando VI

 Nuestra ruta de hoy, creo que mal llamada de Fernando VI, discurre en su mayor parte por un barrio no muy recomendable no hace mucho tiempo, pero que hoy es una delicia pasear por sus calles, comer en sus buenos restaurantes, comprar en sus vanguardistas tiendas o charlar con sus snobs vecinos -en el bien entendido que eres progay, claro- y que no es otro que Chueca.

Nuestro real protagonista de hoy, Fernando VI, conocido como "el Prudente", fue hijo de Felipe V y su primera esposa, María Luisa de Saboya. Nace en Madrid, en 1713, y muere en Villaviciosa de Odón, en 1759, reinando en España desde 1746 hasta su muerte. Un matrimonio concertado le llevó a contraer nupcias con Bárbara de Braganza cuando apenas contaba dieciséis años, pero que fue feliz.



Bárbara de Braganza, hija de los Reyes de Portugal, era una mujer sumamente culta, que hablaba seis idiomas y gran enamorada de la música desde pequeña (ante las depresiones a las que su marido era tan propenso, no dudaba en traer al mismísimo Farinelli para levantarle el ánimo y fue su propio maestro Domenico Scarlatti). No era muy agraciada, pues de pequeña había padecido de viruelas que dejaron feas marcas en su rostro y además tenía una severa tendencia a estar gordita, que con los años se fue agravando.

Fue un matrimonio muy bien avenido y su reinado lo fue de paz. Vivían en el Palacio de Aranjuez, un tanto aislados por expreso deseo de su madrastra Isabel de Farnesió, casada en segundas nupcias con Felipe V. A la muerte de su padre el rey, sube al trono Fernando y Bárbara no permanece de espaldas a la Corte y el gobierno, sino que interviene en varios asuntos. Sólo un tema enturbia su felicidad y es la ausencia de hijos y por ende, de un heredero de la corona española. Esto sería una auténtica lotería, para la madrastra Isabel de Farnesio, que tenía grandes planes reales para hijo, el futuro rey Carlos III.

La Reina convencida ya de que no conseguiría ser madre, un marido con gran tendencia a la melancolía y una suegra incómoda, decide fomentar la construcción de un Convento para señoritas de la nobleza, pensando más en un sitio donde poder terminar tranquilamente sus días, cuando faltase el rey y ella fuera desplazada de la Corte. Pero el rey sobrevivió a la reina y casi perdió el juicio del dolor a su muerte.

El Convento fundado de las Salesas Reales, no sirvió para acoger los últimos años de la reina en vida, pero sí para los de muerta, pues sus restos, junto con los de su marido, el Rey, descansan en la Iglesia del cenobio.

En aquel Madrid, que no dejaba escapar una, el dispendio de esta construcción que implicaba, palacio, convento e iglesia, no terminó de ser asimilado y rápidamente sacaron coplillas a la reina y su convento:

Bárbara reina,
Bárbaro gusto,
Bárbara obra,
Bárbaro gasto.
Iglesia de Santa Bárbara (propiedad de www.parroquiadesantabarbara.es)

Estamos en la Calle General Castaños 2, que en el siglo XVIII representaban las afueras de nuestro Madrid y hoy es la Parroquia de Santa Bárbara, iglesia del Convento de la Visitación de Nuestra Señora, conocido como las Salesas Reales, hoy sede del Tribunal Supremo.

Para su construcción no se reparó en gastos. Diseñado por el arquitecto francés René Carlier (se solicitaron planos al mismísmo Sachetti, constructor del Palacio Real) y finalmente fue llevada a cabo por Francisco Moradillo, que trabajó algo con Pedro Ribera y tuvo gran influencia de los arquitectos italianos que trabajaron en España. En la decoración intervino también Olivieri, nacido en Carrara y afincado en Madrid, el mismo que promoviera la fundación de la Academia de Arte de San Fernando.

En 1759 acaba de morir la Reina de cáncer de útero -poco antes de poder ver su magna obra terminada- y el rey entra en una depresión que le obliga hasta alejarse de las labores reales, situación de la que, sin dudarlo, aprovechará su madrastra, Isabel de Farnesio para culminar sus planes cuando muere Fernando VI, con la subida al trono su hijo, Carlos III.

Las normas del Panteón Real de El Escorial dictaminan que sólo pueden ser enterrados en él los reyes, las reinas y las reinas consortes que hayan sido madres de rey, por lo que nuestra Bárbara no podría  ser enterrada en él; de forma que el rey, que la sobrevivió un año, decide enterrarse junto a ella en la Iglesia del Convento de las Salesas.

Nos encontramos en la iglesia de aquel complejo constituido por un palacio y un convento (hoy sede del Tribunal Supremo), que sufrió un par de incendios en el siglo XX, causando graves daños a los edificios y muchas de las obras de arte que el Museo del Prado había dejado en custodia al entonces Palacio de Justicia; sin embargo la Iglesia se libra de ambos. Hubo practicamente que rehacer el edificio y acondicionarlo al Tribunal; además, en 1930, al abrir la nueva calle de Bárbara de Braganza, la Iglesia queda muy elevada respecto al nivel de calle y Miguel Durán hubo de diseñar y construir la escalera de acceso al templo.

La fachada principal de la iglesia está realizada en piedra berroqueña labrada, con una pequeña y chata torre a cada lado. En el centro un frontón triangular con vidriera representando a Santa Bárbara y adornos de angelitos y guirnaldas. Tres arcos dan acceso al templo, recto el central y de medio punto los dos laterales. Entre las dos columnas y sobre la puerta un gran medallón de mármol de Carrara con la representación de la Visitación de Nuestra Señora; todo ello obra de Giovanni Olivieri. En los costados, dos hornacinas con esculturas de San Francisco de Sales y Santa Juana Francisca Fremiot de Chantal, fundadores de las religiosas Salesas, obra de Vergaz. Formando ángulo con la iglesia, a mano derecha, se encuentra la fachada del que otrora fuera el convento hoy Palacio de Justicia.

En su interior,  una sola nave de cruz latina, con suelo de jaspe, formando juegos geométricos.

Parroquia de Santa Bárbara
En el retablo destacan las seis columnas verdes -tres a cada lado-, custodiando un gran oleo de la Visitación de Nuestra Señora, obra de Francisco de Mura. Junto a las columnas, las estatuas en mármol de San Fernando y Santa Bárbara y coronando el cuadro la figura de San Francisco de Sales hincando orando y sobre él en bronce, la Trinidad.

Cuatro altares laterales, dos en el crucero y dos en la nave, cada uno con su lienzo: San Fernando recibiendo las llaves de Sevilla de Carlos Flipart, pintor de cámara del rey; en el opuesto, San Francisco y Santa Bárbara adorando al Niño Jesús, de Francisco de Mura; en los de la nave, San Francisco de Sales y Santa Juana Chantal adorando al Corazón de Jesús de Giaquinto y, por último el Nacimiento del Señor de Cignaroli.


La cúpula con pechinas con frescos de los cuatro Evangelistas. Sobresale el púlpito de mármol de una pieza con figuras de la familia real, así como un órgano construido en Napoles encargado por Farinelli. No lo pudimos ver pero en la Sacristía disfrutan de un Zurbarán que representa a San Carmelo.

Sepulcro Fernando VI
De los tres sepulcros que se encuentran en la Iglesia, resalta el del Rey Fernando VI, que se encuentra a la derecha del crucero. Ordenada su construcción por Carlos III a Francisco Sabatini, esta realizada toda en distintos mármoles con las figuras  de la Justicia, la Abundancia y el Tiempo sosteniendo el retrato del rey. Dos esferas del mundo con la corona real, armas reales y el toison de oro, completan la ornamentación. Toda la decoración fue obra de Francisco Gutiérrez.

Por simetría y lógica, el sepulcro de la izquierda debería ser el de la Reina Bárbara de Braganza, pero no es así; el de la reina consorte se encuentra detrás del muro de la del Rey, mucho más sencillo que la de su marido y hoy es una capilla reservada -¡una pena no poder verla! Es obra de Juan León.

Para sorpresa de todo el que lo ve, el tercer sepulcro es del General O'Donnell, noble, militar y político, que llegó a ser Presidir el Consejo de Ministros a mediados del siglo XIX. En principio, se pensó llevarlo a la Basílica de Atocha, donde de hecho descansan sus restos, pero el mal estado de los muros hizo que se trajera a las Salesas Reales. El sepulcro realizado en mármol por Jerónimo Suñol en Roma, con estatua yacente, decorado con la cabeza del apóstol Santiago y cabezas de moros con cadenas. En el frontal, el General entrando en Tetuán, tras ser conquistada.

Sepulcro General O'Donnell
Atravesamos la bonita Plaza de las Salesas entre las dos calle de nuestros enamorados: Fernando VI y Bárbara de Braganza. Antes de construirse el Convento se llamaba Plaza de los Reyes Alta; después pasó a llamarse de las Salesas, pues así se conocía también al convento por seguir las reglas de San Francisco de Sales.

Tribunal Constitucional
Desde aquí se puede seguir admirando el hoy Tribunal Supremo, ayer el Convento de la Visitación de Nuestra Señora, conocida como de las Salesas, aunque el edificio no tuvo la suerte de la Iglesia de Santa Bárbara que ha permanecido intacta hasta hoy. En 1870 y como parte de la desamortización decretada, el convento se convirtió en Palacio de Justicia y en 1915 un devastador incendio destruyó el edificio, del que tan solo quedaron los muros de carga y fachadas. Inspirándose en el estilo dieciochesco original fue reconstruido en 1926.

Fuente de los Delfines
Palacio Longoria
Continuamos por la Calle que lleva el nombre de nuestro protagonista, Fernando VI, hasta el número 4, sede actual de la SGAE, Sociedad General de Autores y Editores. No dudamos donde va a ser la parada, pues el Palacio Longoria luce con luz propia. Modernista, construido en 1902 por el arquitecto José Grases Riera. A muchos os recordará al propio Gaudí. Al parecer, es de destacar un jardín interior y la escalinata de entrada, que no conseguimos ver nada más que entre cristales, pues no nos permitieron la entrada, nos comentan que en la Semana de la Arquitectura es la jornada de puertas abiertas.

Palacio Longoria
Cuidado, seguramente no llamará vuestra atención, pero esa discreta fuente, llamada de "Los Delfines" que veréis al pasar por la calle Hortaleza esquina a Santa Brígida, probablemente la única en chaflán de Madrid y que fue construida nada menos que por Ventura Rodríguez.

Una calle más y termina la calle San Fernando, que aunque continúa, lo hace ya con el nombre de Megía Lequerica, por lo que giramos a la izquierda en la calle de Hortaleza. En el número 88 hoy encontramos una sede del Sindicato UGT, pero su historia fue bastante más pía que sus funciones de hoy. El edificio fue costruido en 1623 para albergar a las monjitas procedentes del Convento de las Recogidas de Santa María Magdalena, más conocido como el Convento de las Recogidas.

Antiguo Convento de las Recogidas
La orden de monjas terciarias franciscana fue trasladada desde el Hospital de Peregrinos en la calle Arenal 2 al nuevo convento que se había construido en la calle Hortaleza, para recoger a prostitutas, mujeres enfermas y en general "mujeres de mala vida", que no podrían volver a salir del convento si no era para casarse o tomar hábitos. Cuentan las crónicas que las monjitas, todas vestidas con hábitos negros, salían a las calles de Madrid a convencer a los posibles clientes de aquellas "recogidas" de deponer en su actitud, pues de lo contrario,arderían en los infiernos.

En 1936, el convento fue incendiado y en la posguerra reconstruido, intentando respetar la fachada; eso sí se cambio la Cruz por el anagrama de UGT. Como anécdota, aquí fue filmada la película de Almodóvar "Entre Tinieblas", que se adentra en el tema de la religión de los años 80 y en la que aparecían monjas con nombres tan peculiares como Sor Estiércol, Sor Rata de Callejón o Sor Perdida.

Casi enfrente del edificio de la UGT se encuentra la Iglesia de San Antón, famosa entre los madrileños de todos los tiempos, sobre todo de los propietarios de mascotas. Cada 17 de enero, celebración de la muerte de San Antonio, perritos, gatitos y demás fauna son traídos por sus dueños para recibir las bendiciones del párroco de la iglesia, tras esperar turno en largas colas.

Durante siglos, la fiesta de San Antón era muy celebrada en Madrid; la primera verbena del año y fue evolucionando mucho con los siglos. En épocas medievales se mantenía la costumbre de celebrar el "rey de los cochinos" y de hecho se sigue celebrando en multitud de localidades españolas; un porquero dona uno de sus mejores cerdos que anda suelto por todo el vecindario y todos los parroquianos lo alimentan; el cerdo termina tan gordo que no puede ni moverse y se rifa el día de San Antón. Esta celebración fue prohibida entre los años 1619 y 1725 y restaurada durante el reinado de Fernando VII, con varias interrupciones. En 1985, fue revitalizada por el Alcalde de Madrid, Tierno Galván.

Como no podía ser menos, San Antón tiene también su leyenda correspondiente. Se cuenta que en pleno medievo, una plaga de peste asoló Madrid y las autoridades deciden confinar en una antigua ermita sita en Hortaleza a todos los animales de la ciudad, para evitar que la enfermedad se siguiera propagando y los propietarios, con el todo el dolor de su corazón, llevaron a sus animalitos al obligado aislamiento. Pasada la epidemia, retornaron a la ermita y ¡oh, milagro! los animales estaban todos vivitos y coleando. Gracias a San Antón.

San Antonio Abad
Hoy en día, parece, que la festividad ha tornado a recordarnos algo más la vida del asceta San Antonio Abad, que nació en Egipto en el siglo III y vivió más de cien años, vendió todas sus pertenencias para vivir en plena naturaleza y siempre rodeado de animales -cuenta la leyenda que siempre iba acompañado de un cerdo, por lo que se le representa siempre con este animal-. Cada 17 de enero, los madrileños acuden al templo de San Antón con sus mascotas a recibir las bendiciones del párroco; compran los panecillos típicos de San Antón -teóricamente no se pone duro-; pero ojo, no es para comer, la tradición dicta que hay que guardarlo en un armario cerrado, junto con una moneda, para que la bendición tenga efecto a lo largo de todo el año, hasta ser renovado el siguiente.

Un misa, un mercadillo solidario, conferencias y mucho más; tienen su colofón con desfile, llamado las Vueltas de San Antón del escuadrón a caballo de la policía municipal, las unidades caninas de la Policía, perros guías de la ONCE, palomas mensajeras del ejército, perros de salvamento de los Bomberos,....

Iglesia de San Antón
Pasemos al templo. La iglesia de San Antón (denominada también como Real Iglesia de San Antón o Real Iglesia de las Escuelas Pías de San Antón) es un templo religioso ubicado en la ciudad de Madrid, anexo al edificio de las Escuelas Pías, en la calle Hortaleza. El edificio que la alberga, aunque os parezca mentira, fue de un barroco típico de su arquitecto Pedro Rivera del siglo XVIII y era el templo del hospital de leprosos. Cincuenta años después de su construcción, Carlos IV la dona a los padres Escolapios, que la reforman totalmente para adaptarla al edificio contiguo de las Escuelas Pías. Ya en época de José Bonaparte, iglesia y escuelas fueron incautados hasta la expulsión de los franceses. Con la entrada nuevamente de los escolapios otra reforma termina por darle el aspecto neoclásico actual.

Escuelas Pías / Colegio Arquitectos de Madid












A principios del siglo XXI el edificio de las Escuelas Pías se reforma para albergar la sede del Colegio de Arquitectos de Madrid, Sin embargo, la iglesia permaneció cerrada y sólo se abría cada 17 de enero para bendecir las mascotas; hasta que en 2015 la Iglesia fue entregada a la fundación Mensajeros de la Paz, regentada por el Padre Ángel.



Si pasáis por delante, lo más probable es que os extrañe una gran fila de indigentes delante de un mostrador, donde en perfecto orden les van entregando un bollito y un café con leche a cada uno.¡No paséis de largo! Seáis católicos o no, seguro que algo os removerá por dentro y os puedo asegurar que no dejará indiferente a nadie. Lo primero, será admiración: UNA IGLESIA AFTERHOURS. Sí señores, abierta las 24 horas del día. Aquí, mi querido lector, serás bienvenido tú y tu mascota -para la que encontrarás bebederos-, tendrás wifi gratis, las fotos están permitidas, los cepillos son abiertos: "Da lo que puedas, coge lo que necesites". Todo o casi todo está previsto: cuatro televisores retransmiten las misas desde el Vaticano y La Almudena; una mesa camilla hace las veces de confesionario ("hay gente con artrosis que no puede agacharse", dice el Padre Ángel. Los primeros bancos son para orar y en los últimos, divididos por una cortina, se coloca un colchón y se puede descansar. Pero lo que les hace diferentes, dice su impulsor, es el estar abiertos 24 horas al día los siete días de las semana. ¡CHAPEAU PADRE ÁNGEL!
San Antón

San Antón
Restos San Valen
No han terminado aquí las curiosidades de San Antón, pues también custodia parte del esqueleto de San Valentín, patrón de los enamorados. Se que os preguntaréis ¿cómo es posible que los restos de un obispo mártir, ejecutado en Roma en el año 270 d.C. por el emperador Claudio II, por casar  a los soldados romanos, estando prohibido, termine en una pequeña iglesia de barrio madrileña? Ea, pues os cuento lo que se cuenta: se trata de un regalo del Papa al rey Carlos IV, en el siglo XVIII. (las reclamaciones al maestro armero).


La calle Farmacia es muy cortita, entre Hortaleza y Fuencarral, antes llamada San Juan. El cambio de nombre vino por la instalación en la misma de la Facultad de Farmacia y hoy la Real Academia Nacional de Farmacia fundada por Felipe V.

Monasterio de las Góngoras


Seguimos por Hortaleza hasta Gravina y la tercera a la izquierda es la calle de Luis de Góngora, pero no esperéis encontrar poesías perdidas por sus rincones, porque el nombre no fue puesto en honor del poeta cordobés, sino del Ministro de Castilla  de Felipe IV, don Luis Jiménez de Góngora, quien fundara el Monasterio de la Purísima Concepción de las Mercedarias Descalzas que se encuentra en esta calle y que por ende, el vulgo pasará a llamarlo "Las Góngoras". A estas alturas ya conocemos bien cómo intentaba expiar sus descarrilamientos Felipe IV, que no era de otra manera, sino construyendo y fundando conventos: Nuestra Señora del Rosario (Dominicos), Nuestra Señora de Montserrat (Benedictinos), las Comendadoras de Santiago,  y en esta ocasión, las Góngoras, en 1662.


Nos encontrábamos observando el edificio del Convento, cuando se abrió la puerta y nos permitieron la entrada a la iglesia, cosa no usual, pues casi siempre está cerrada.

Una vez iniciada su construcción, debido a la muerte de don Luis de Góngora y falta de recursos en las arcas públicas, vino un parón, hasta que se retomó en 1668, ya con Carlos II en el trono, por el arquitecto Manuel del Olmo. La vida del cenobio transcurrió en paz durante siglos hasta que durante la Guerra Civil, las monjitas fueron expulsadas y el monasterio fue utilizado como almacén y comedor del ejército republicano. Terminada la guerra, sus ocupantes volvieron al cenobio y recuperaron las obras de arte incautadas. Hoy las nueve religiosas que lo ocupan son de clausura, pero sin embargo están entregadas a la enseñanza.

El edificio contrasta una barbaridad del sobrio exterior al barroquismo del interior, mas debido a las posteriores reformas del siglo XVIII, Planta de cruz latina, con cúpula en el crucero, con los cuatro evangelistas en las pechinas; cúpula con linterna. que es lo más destacable del exterior.

El coro alto, se encuentra protegido por una ventana enrejada y el bajo tras una ventana también enrejada en el laterial, obviamente para que las monjitas asistan a misa sin ser vistas.

En la  Capilla Mayor, el Retablo, obra de Diego Martínez de Arce de finales del siglo XVIII, realizado en madera policromada, imitando mármoles; a ambos lado ángeles que sustentan los escudos reales y dos tallas, de Juan Pascual de Mena de Santa María de Cervelló y la beata Mariana de Jesús, una de las santas patronas de Madrid. El retablo queda presidido por una escultura de la Inmaculada Concepción, procedente de la primitiva fundación del convento.

Una urna protege un Cristo Yacente de talleres valencianos y en un muro sobre un sencillo altar un Jesús Nazareno Cautivo, con el escudo de la Orden de la Merced sobre el pecho, es la obra más moderna de la iglesia, del siglo XX.

Ha sido de agradecer el permitirnos ver esta joya. Las monjitas aprovechan -y hacen bien- para ofrecernos unas rosquillas que hacen ellas mismas y unas pulseritas o rosarios que venden muy baratitos.

Unos pocos pasos más sobre la misma calle, que al llegar a la esquina cambia su nombre de Luis de Góngora por Travesía de Belén y esquina a San Lucas uno de esos secretos que guarda Madrid: "La Capilla del Cachito de Cielo". 

Tened cuidado, no os paseis, que por fuera no parece un templo y ello es debido a que este edificio, del siglo XIX fue convertido en convento de puertas adentro. La Ley de Canalejas prohibió la edificación de nuevos edificios religiosos y la fundadora, doña María Emilia Riquelme y Zayas, de la Congregación de las Misioneras del Santísimo Sacramento, convenció a los propietarios del edificio de la conveniencia de reconvertir la edificación en convento.

La intención de esta capilla es un poco como la de San Antón del Padre Ángel, que no es otra que mantener un sitio de oración de día y de noche, unido a una labor social, con muy parcos medios; aunque esta si destaca en algo es precisamente por el silencio y el recogimiento que se respira en su interior, frente al bullicio de San Antón. El curioso nombre le viene por sus pequeñas dimensiones y las tonalidades en azul que le hacen parecer "un cachito de cielo".

Volvemos sobre nuestros pasos de nuevo a la calle Gravina. Cualquiera que vaya a la Iglesia de San José sita en la Calle de Alcalá 43, podrá observar, cercana a la puerta, una placa que asegura que en esa iglesia contrajeron matrimonio Simón Bolívar y la madrileña María Teresa Rodríguez del Toro; todo es rigurosamente cierto, con el pequeño detalle de que no se trataba del templo de Alcalá sino de otro que existió en 1802, hoy y en el momento de poner la placa (1980) ya desaparecido y que se encontraba en la calle Gravina y Libertad. Jamás retiraron la placa equivocada: ¡Esto es España!

Estamos en los barrios donde nació el pintor Eduardo Rosales, en la calle Libertad 21 para más señas, aunque hoy se trata de un solar, el 4 de noviembre de 1836. Fue bautizado en la Parroquia de San José, en la calle Gravina y Luis de Góngora, hoy desaparecida (en la Parroquia de San José de la calle Alcalá se conservan la partida de bautismo y defunción). Estudió en las Escuelas Pías de San Antón (calle Hortaleza). Su estudio se instaló en Libertad 23. Y murió en la Calle Válgame Dios 2. El barrio entero rezuma tiene algo que ver con el afamado pintor.

No os marchéis de la calle Libertad 51, sin ver una placa conmemorativa a Miguel Miura, que de seguro os arrancará una sonrisa.

Poquitos pasos y nos encontramos con la calle Válgame Dios. Cierto es que todos los nombres de las calles tienen un porqué y es difícil imaginar el de esta, pero si que corre una leyenda que ha llegado hasta nuestros días; creíble para el que quiera.

Cuentan que en las proximidades del sitio en que nos encontramos existía un gran terreno baldío y el Convento de San Francisco. Una noche, a una alta hora, dos individuos con muy mala pinta llaman al convento y solicitan los servicios de un sacerdote, para que auxiliase a un moribundo; el clérigo, que no quiso ir sólo, solicitó a un lego que le acompañase y este escondió entre sus ropajes una espada. Llegaron los cuatro a un barranco, a las afueras de la ciudad, vendaron los ojos al lego y condujeron al cura a una cabaña donde se encontraba una mujer con un niño en los brazos. Muy amenazantes, exigen al fraile que confiese a la mujer y bautice al niño, pues ambos iban a morir. El cura procedió a dar los sacramentos a madre e hijo y el lego, que consiguió soltarse de ataduras, oyó gritar a una mujer a lo lejos "¡Válgame Dios!, ¡Válgame Dios"; gritos que hicieron que el lego acudiera espada en mano. Consiguieron salvar a la mujer y al niño y dejaron malheridos a los mahechores. Al día siguiente la Santa Hermandad recorrió el escenario y encontraron a los heridos, dando constancia de lo que allí había ocurrido; desde entonces pasó a llamarse el Barranco de Válgame Dios. Al parecer la mujer era esposa de uno de los villanos y el hijo lo era de otro.

Casa de las Siete Chimeneas
Llegando al final de la calle Libertad, giramos a la izquierda por la Calle de las Infantas hasta llegar a la Casa de las Siete Chimeneas, que hace esquina con la bonita Plaza del Rey, casa que ya se encontraba construida en 1570 y se ha atribuido a Juan Bautista de Toledo y Antonio Sillero, ampliada por Juan Herrera. Ha sufrido muchas remodelaciones, la última en 1980.

Los inquilinos del edificio han sido muchos, siempre nobles e importantes: un montero de Felipe II quien mandara a construir el edificio para su hija, un comerciante genovés, que es quien le añade los tejados a cuatro aguas y las siete chimeneas a las que debe su nombre. Ya en el siglo XVIII, la casa es ocupada por el Marqués de Esquilache, ministro de Carlos III -a quien le asaltaron la casa, como respuesta a su prohibición de llevar capa-. Ha sido también sede del Banco de Castilla,  Banco Urquijo, Ministerio de Cultura, etc. La Casa de las Chimeneas fue declarada Monumento Histórico Artístico en 1948.

Pero durante mucho, muchísimo tiempo, ya desde tiempos de los mentideros en época de Felipe II, se habla de otro inquilino, un tanto incomodo: el fantasma de la Casa de las Siete Chimeneas. Una joven, con un vaporoso vestido, camina sobre el tejado, se arrodilla y clama al cielo. Lo cierto es que a finales del siglo XIX cuando se hicieron las reformas necesarias para que se instalara el Banco de Castilla, apareció el cadáver de una mujer emparedada junto con unas monedas de oro. Para muchos fue la respuesta al fantasma que llevaba siglos apareciendo.

Versiones para todos los gustos, una versión habla de que la hija del montero que se casó con un soldado que mandaron a Flandes entró en depresión y la joven esposa murió de pena; otra, que no deja bien parado al mismísimo rey, nos habla de que se trataba de una amante de Felipe II que se hartó de ella y buscaron a un indiano que estuviera dispuesto a casarse con la moza; pero a la postre se entera y se marcha de nuevo a América. Las malas lenguas comenzaron a decir que el cuerpo emparedado que se había encontrado, era el de la joven querida del rey, a quien el indiano mató y encerró entre paredes, junto con las monedas de oro que el Rey les había regalado como arras el día de su boda. Lo cierto es que a partir de ese momento nadie volvió a ver la figura fantasmal por los tejados.


Teniente Jacinto Ruiz
Daros una vuelta por la recoleta Plaza del Rey, en cuyo centro se encuentra la estatua del Teniente Jacinto Ruiz, héroe del levantamiento del 2 de mayo contra los franceses. La plaza se llamaba anteriormente Plaza del Almirante, pero pasó a llamarse del Rey como un honor al ser proclamado Rey de España Fernando VII.

La plaza se conoció durante mucho tiempo como la plaza del circo, ya que en ella se ubicó a medidado del siglo XIX el Teatro Circo de Paul, hasta que un incendio lo dejó en ruinas. Pero pronto abriría sus puertas el Circo Price y aquí hacía las delicias de los niños madrileños durante muchos años hasta su nueva ubicación,








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