Conocer Madrid - El Madrid Científico del siglo XVIII

3 de Mayo de 2016

Nuestra ruta de hoy discurre por lo que pomposamente se ha clasificado como el "Madrid Científico" y en su recorrido y con su historia se constatará el por qué del título.

Situémonos en el Madrid del siglo XVIII. Felipe V acaba de llegar a Madrid para hacerse cargo del Reino de España, como primer Borbón, poco antes de las Navidades de 1700.



El Madrid que Felipe V se encuentra era deplorable. Sus calles eran estrechas y tortuosas, muy sucias y sin empedrar; no existía ningún sistema de desagüe -todo caía a la calle, con el grito de "agua va", aunque llevara premio-. No existía alcantarillado, ni recogida de basuras; si llovía se formaban grandes lodazales y si no considerables polvaredas. También eran calles sumamente peligrosas, porque no había ninguna iluminación por la noche. Los edificios de viviendas no eran muy vistosos; abundaban las iglesias, conventos, todos muy juntos y abigarrados. 

Todo esto empieza a cambiar con la llegada de los Borbones. Con Felipe V y su hijo Fernando VI, que comienzan ya a llevar a cabo alguna reforma, pero es Carlos III, quien va a dar la vuelta a la ciudad.

Carlos III venía de reinar en Nápoles, ciudad modélica en la época y cuando llega a Madrid, lo primero que hace es encargar a Sabatiini una serie de reformas urbanísticas: el empedrado de las calles, el alcantarillado, la recogida de basuras, la iluminación -una farola por lo menos por calle-, pozos, desagües,... y el Cuerpo de vigilantes nocturnos -los serenos-. Muchas reformas muy necesarias.

También realiza la construcción de una serie de edificios con una doble finalidad: embellecer la ciudad y dedicarlos al estudio de la ciencia, las artes y las letras. No olvidemos que es un rey ilustrado, cuyo lema era "todo para el pueblo pero sin el pueblo".

Se crean paseos, como el del Prado, el de la Florida o el de la Virgen del Puerto, que se embellecen con fuentes. Su deseo es que el pueblo esté en contacto con la naturaleza.

Todas estas novedades, llevan consigo un cambio en la forma de ver el arte. El recargado estilo barroco de columnas salomónicas, retorcidas, de fachadas que se mueven, de profusa decoración, cambia a lo clásico, se torna a lo griego a lo romano, a la antigüedad clásica, al renacimiento: fachadas lisas, frontones triangulares, semicirculares en los que predominan los tres ordenes -dórico, jónico y corintio-. Pronto se empieza a conocer a Carlos III como "el mejor alcalde de Madrid".

En esa serie de edificios dedicados a la ciencia y que mandó a crear el rey, se encontraban el Jardín Botánico, el Observatorio Astronómico y el Museo del Prado, proyectado en principio, como Gabinete de Ciencias Naturales. El edificio se terminaría en tiempos de Carlos IV. Todos ellos conformarían lo que pretendía ser el Madrid Científico.

Toda esta zona era el final de la ciudad. Se llama Atocha porque había atochares, que son cultivos de esparto. Esos cultivos y un caminito que llevaba al Santuario de la Virgen de Atocha.-que fue encontrada entre plantas de esparto-, era todo lo que existía en este confín urbano.

Esta serie de paseos quedarían desnudos sin las fuentes que los adornan. Para completar todo el paseo del Prado, se construye la Fuente de la Alcachofa. Proyectada por Ventura Rodríguez y realizada por Alfonso de Vergas. La fuente original estuvo en este lugar y hoy se encuentra en El Retiro, al lado del lago; esta es una copia y está negra por el tráfico. La compone un Tritón y una Nereida que sostienen el escudo de Madrid, una columna, una cazuela y varios niños. Remata la fuente un surtidor en forma de alcachofa que es la que le da nombre.

Destaca, al final del paseo la estación de ferrocarril, pero esta, sencillamente porque todavía no se había inventado,  no es de Carlos III. Se construyó en el siglo XIX, en tiempos de Isabel II. No perdáis de vista que a pesar de haber transcurrido cerca de dos siglo, seguimos encontrándonos al final de la ciudad; por lo que resultaba el sitio idóneo para colocar una estación de ferrocarril, hoy, la Estación de Atocha, antiguamente del Mediodía. Fabricada en los materiales de moda: el cristal y el hierro, que Eiffel pondría tan en boga -de hecho sería el autor de la Estación de Budapest-. Pronto empezarían a florecer los hoteles para alojar a los visitantes que llegaban en el ferrocarril. Por ejemplo, el Hotel del Mediodía que es de los más antiguos.

Estatua Claudio Mollano
Nos encontramos a la entrada de la Cuesta Moyano, llamada así por Claudio Moyano, Ministro de Fomento en el siglo XIX, pero lo que le llevó a ser recordado siglos después es por ser el propulsor de la Ley Moyano o de Instrucción Pública, gracias a la que hoy, todos, absolutamente todos tenemos derecho a una educación. La estatua, obra de Agustín de Querol, recuerda este hecho mediante un relieve con niños sentados en un pupitre, asistiendo al colegio.

Relieve peana estatua peana Claudio Mollano
La Cuesta Moyano ahora es peatonal. Todas las casetas tienen solera. Tradicionalmente, los libreros se instalaban en ferias itinerantes desperdigados por toda la ciudad. La última de esas ferias se celebraba cerca de la Estación de Atocha y en 1919 se traslada delante del Jardín Botánico, hasta que este último organismo se quejó porque la gente orinaba en las verjas del jardín. En 1925, los libreros son obligados a trasladarse a la Cuesta Moyano y el propio ayuntamiento construyó 30 casetas permanentes y en 1984, se sustituyen por otras nuevas, con luz eléctrica, agua, teléfono, aseo y vigilancia.
Cuesta Moyano

El ministerio de agricultura es del siglo XIX y obra de Ricardo Velazquez Bosque, Mariano Belmas y Eduardo Saavedra. En principio estaba destinado a ser Escuela de Artes y Oficios, posteriormente Facultad de Ciencias y finalmente, sede del Ministerio de Agricultura. De estilo pompeyano, llama la atención sobremanera, la fachada, presidida por dos fantásticos Pegasos de bronce, cuyos jinetes son el Arte y la Industria y en el centro una escultura, "La Gloria" de Agustín Querol, entregan laureles a las Artes y las Ciencias. Por debajo es escudo con dos leones que se apoyan en ocho columnas soportadas por cariátides.

El Ministerio organiza visitas guiadas gratis los sábados no festivos y domingos a las 12:00 h. (Reserva de entradas: entradaspalaciodefomento@magrama.es) y a 8 euros las teatralizadas, los viernes y sábados no festivos a las 20:00 h.


Perdiendo un poco el resuello, hemos subido hasta la misma ubicación del Observatorio Astronómico. Se construye en el cerrillo de San Blas, que toma el nombre de una pequeña ermita dedicada a San Blas que había en las cercanías y una fuente donde se bebía una agua famosa. San Blas era el "santo otorrino" porque se creía que las aguas de su fuente curaban las afecciones de garganta. También existía un frontón, que fue derribado para construir, en 1790, el Observatorio, con proyecto del marino Jorge Juan y Juan de Villanueva, que es quien lo lleva a cabo.

Observatorio Astronomico

La llegada de las tropas francesas que encontraron la posición del Astronómico como la ideal estratégicamente hablando (casi 660 m. de altura), por lo que ocuparon el edificio, colocaron un cañón en el templete, derribaron la querida ermita y utilizaron todo lo que les sirvió para crear munición. Ni el telescopio de Herschel, traído de Inglaterra y por el que se había pagado "un potosi", tuvo más suerte. Cuando se retiran el edificio está prácticamente destruido y se termina de rehabilitar en 1845.


El centro bien merece una visita y las hay bajo petición. Si alguien estuviera interesado, les remito a una entrada mía reseña de la visita que hiciera al Observatorio: Observatorio Astronómico de Madrid


El edificio, muy clásico, con un pórtico con columnas corintias y un templete circular con columnas de fuste liso y orden jónico. Llama la atención, desde fuera, una línea de cristal que al parecer señala por donde pasaba el meridiano cero en el siglo XIX. Hoy pasa por el Meridiano de Greenwich.


Dentro, verdaderas joya de la astrología, desde un péndulo de Fucault para demostrar la rotación de la tierra, un telescopio de Herschel y grandes colecciones de todo lo relacionado con la astronomía.


Nos cuenta Marta que que este lugar, por ser muy apartado, era punto para citarse aquellos que querían batirse en duelo u organizar conspiraciones políticas.


Bajamos todo lo que hemos subido antes para dirigirnos a otro icono, el Jardín Botánico, mandado a construir, como no, por Carlos III, en 1774.

Puerta Real Jardín Botánico
El Real Jardín Botánico ya existía desde que fuera fundado por Fernando VI en el Soto de Migas Calientes, cerca del río Manzanares y Carlos III ordena su traslado a unos terrenos contiguos al Museo de Ciencias Naturales (el mismo que tiempo después sería el Museo del Prado). Juan de Villanueva realiza el invernadero y las puertas. La puerta principal se encuentra normalmente cerrada; por ella entran los Reyes y también suele estar abierta la "Noche en Blanco" y está compuesta de un arco de triunfo muy clásico, tres vanos, arco de medio punto y dos dinteles.

En un principio el Jardín Botánico tenía tres terrazas ahora tiene cuatro y cada una de ellas está dividida en una serie de cuadros, en la que encontramos una gran variedad de especies. En los primeros tiempos, tras su creación, recibía plantas y árboles desde todos los rincones del Imperio. Hoy ostenta buenos ejemplares de abeto nórdico, ceiba tropical, encina, tejo, eucalipto de Australia, roble del Pirineo, pino castellano u olmo. Muchos de ellos centenarios. "El abuelo", por ejemplo, ya se encontraba aquí antes de la creación del Jardín Botánico o el llamado "Pantalones", un singular olmo, llamado así por razones obvias. El invernadero duró poco en sus funciones y se convirtió en una biblioteca de botánica, donde atesorar colecciones de herbarios de la época muy importantes; también se llevan a cabo se hacen exhibiciones. En el siglo XVIII el famoso botánico valenciano Cabanilles daría clases magistrales.

Enfrente la estatua de Carlos III, regalada por la Fundación March al Real Jardín Botánico y es una copia del original existente en la ciudad de Burgos y detrás un busto de Linneo quien fuera un grande de la botánica.

En la otra acera el Jardín vertical y Caixa Forum.

Llegamos a la otra entrada del Botánico, la que se usa habitualmente. Enfrente están las cuatro fuentes gemelas que pasan bastante desapercibidas y que son obra de tres autores: Roberto Michel, Francisco Gutiérrez y Giraldo de Vergaz, aunque el proyecto fue de Ventura Rodríguez. Hechas con piedra blanca de Colmenar, nos recuerdan a las fuentes típicas que podemos encontrar en cualquiera de los palacios reales: La Granja, Aranjuez, etc. Cada una muestra un Tritón sujetando un delfín.

En la acera de enfrente, entre las calles Huertas, Moratín, Alameda y el propio Paseo del prado se encuentra una placita que tomó el nombre de Platería Martínez (una placa lo recuerda). La Platería Martínez era una más de las iniciativas que los Borbones auspiciaron para crear, con la máxima calidad, artículos de consumo de los palacios reales y la nobleza, como la Real Fábrica de Porcelana del Retiro, la Real Fábrica de Cristal de La Granja o la Platería Martínez, dedicada a realizar piezas de orfebrería delicada en plata.



Antes de meternos de lleno con la mejor pinacoteca del mundo entero, girad y observad el edificio de la acera de enfrente, se trata de unas dependencias del Ministerio de Sanidad (cuando yo era jovencita era conocida como la Casa Sindical y aquí veníamos a comprar viajes muy baratos medio subvencionados por el "sindicato amarillo"), pues bien no voy a hacer comentarios para que juzgue el lector el edificio que se derribó, en 1950, para la construcción de este horroroso monstruo. ¡Indignación, como mínimo!


El edificio del Museo del Prado, se lo encarga Carlos III a Juan de Villanueva en 1785, Como ya hemos comentado, inicialmente destinado a Gabinete de Ciencias Naturales. Muy clásico, realizado con tres materiales: piedra de colmenar, ladrillo y granito. Tiene tres fachadas y cada una representa a un estamento de la sociedad. La nobleza, el clero y el pueblo llano. 



Puerta de Murillo (Museo del Prado)

Estamos ante la puerta de Murillo, con un balcón y columnas corintias, donde se ve muy bien la mezcla de materiales. El balcón,  que le da un aire palaciego, es el que mejor representaría a la nobleza del momento.


Estatua de Murillo
Cada una de las puertas está presidida por una estatua del pintor cuya puerta lleva su nombre; en este caso, Murillo, pintor sevillano. Es obra de Sabino de Medina, escultor del siglo XIX que realizará dos estatuas idénticas, una está en Sevilla y esta que ofrece al pueblo de Madrid y la colocan aquí, en 1860.
Puerta principal o de Velázquez (Museo del Prado)

Cuando Villanueva muere, en 1811, las tropas francesas habían ocupado el edificio y saqueado todo el plomo que encontraron, consiguiendo deteriorar el edificio. Nunca llegaría a ser el proyectado Gabinete de Ciencias pensado por Carlos III. Fernando VII hace pública su decisión de restaurar el edificio a su costa y convertirlo en pinacoteca y museo de escultura.



Estatua de Velázqauez
Andamos otro poco, hasta la fachada principal del Museo del Prado conocida como de Velázquez. Aquí nos encontramos con un pórtico de entrada con columnas de fuste liso, de un orden más sencillo, como es el dórico y en la parte de arriba un friso que asemeja a un templo griego y  está dedicado al clero.

Existen muchas leyendas, respecto del cambio del proyectado uso del edificio proyectado por Carlos III; una de ellas, la más rocambolesca es las que asegura que en tiempos de Fernando VII, se pone de moda el papel pintado en las paredes y el monarca decidió empapelar todos los muros de sus palacios, pero a la hora de recolocar los cuadros, su frustración llegó a tal extremo al ver que no lucía igual el papel pintado, que ordenó el traslado de todas las obras al edificio recién restaurado del Paseo del Prado.

Otra leyenda, bastante más razonable, nos habla de Isabel de Braganza, segunda mujer de Fernando VII, muy aficionada a la pintura y muy introducida en los círculos de pintores, la que convenza a su marido de dedicar el edificio a albergar las múltiples obras dispersas por todos los palacios y crear un museo para deleite de todos los ciudadanos. Marta nos amplía los detalles de la Reina y nos cuenta su trágico final.

Museo del Prado

Isabel de Braganza, que se casa con el rey de España, por poderes, viene de Portugal, junto con su hermana, sin dote ninguna, para casarse con Fernando VII, son tío y sobrina y el matrimonio afianzará las relaciones entre ambos países. Está prevista una doble boda de alcurnia entre ambas naciones; por un lado la del rey con Isabel y por otro, una hermana de Isabel con el hermano del rey, Carlos María Isidro. Los madrileños que no dejaban "pasar una" comienzan a cantar por las calles el siguiente chascarrillo: "pobre, fea y portuguesa,,,, chúpate esa". 


La pobre Isabel, que padecía de ataques de alferecía -especie de ataque paralizante-, se queda embarazada y padece uno de esos ataques; los médicos de la corte, dándola por muerta, le realizan una cesárea a lo vivo, que hizo que gritara y muriera del propio dolor. Murieron madre e hijo. Su vida también fue muy desgraciada; su matrimonio no duró más de dos años y seguramente fueron los peores de su vida al lado de su marido, juerguista y muy aficionado a los prostíbulos de Madrid.

Museo del prado

Siguiendo con la fachada de Velázquez, reparamos en los medallones son posteriores. Representan a artistas, arquitectos, pintores y escultores; así como las estatuas de las hornacinas que son las virtudes clásicas. El propio Fernando VII se inmortaliza en un relieve rodeado de dioses: Mercurio, Neptuno, con su tridente y  él sentado en un trono, con un león debajo. Este relieve también es posterior. 

Presidiendo la portada, la estatua de


Velázquez de Aniceto Marinas. Aquí estaba antes la escultura de David y Velarde, pero posteriormente se la llevarían a la plaza del 2 de mayo, con una ubicación mucho más lógica. Esta puerta no se abre nada más que en ocasiones especiales; el público entra por unas puertecitas laterales.
Estatua de Goya (Museo del Prado)

Dando la vuelta al edificio, vemos la fachada de Goya. Es la más sencilla.  Se tuvo que salvar un desnivel bastante grande, lo que hizo necesario construir una doble escalinata, que hace que llegues al segundo piso directamente.

Como es la más sencilla, es la dedicada al pueblo. Solo tiene dos columnas jónicas, se ve también la mezcla de materiales. La estatua en bronce a Goya, obra de Benllure del siglo XIX, con grabados en el pedestal con obras del pintor: aquelarres de sus pinturas negras y grabados, además de la "Maja desnuda"

Miremos alrededor, destaca la Iglesia de San Jerónimo el Real, que no es otro que el antiguo Convento de San Jerónimo, de la época de los Reyes Católicos y el sitio preferido de Felipe II, para realizar sus ejercicios espirituales. De ahí que cuando se construya el Palacio cercano, en época de Felipe IV, este adopte el nombre de Palacio del Buen Retiro.


Esta bonita iglesia, de estilo neogótico del siglo XIX, se construyó sobre los que fue el Monasterio de los Jerónimos y la propia iglesia del monasterio que quedaron destrozados con el paso de los franceses y sus tropas. El claustro de aquel convento se encuentra integrado en la ampliación del Museo del Prado, realizada por Rafael Moneo.


Iglesia de los Jerónimos (Madrid)
Del Palacio del Buen retiro que manda construir el Conde Duque de Olivares, a partir de 1632, para tener entretenido a Felipe IV y campar a sus anchas en los entresijos gubernamentales del reino, no queda nada más que el ala norte, el salón de baile o Casón y los jardines.

Los motivos de este acelerado deterioro hasta su completa destrucción de muchas de las dependencias fueron varios. Como no podía ser de otra manera, el paso de las tropas napoleónicas por el mismo: lo utilizan como caballerizas, como polvorín, llevan a cabo zanjas a modo de trincheras de defensa. Pero también fue debido a los malos materiales utilizados. Eran tiempos de crisis, no abundaba el dinero que era necesario para mantener los numerosos frentes bélicos abiertos por todo el mundo y el valido tenía mucha prisa en "recluir al rey" en su jaula de oro, por lo que se contrato a Carbonel, arquitecto de palacio de segundo orden y materiales donde se había ahorrado lo más posible.


Cuando los franceses se retiran no queda nada más que un ala que es el salón de reinos donde lucían "La rendición de Breda" y otros de Velázquez, como los retratos ecuestres del rey, de la reina y de Felipe III, cuadros de Zurbarán, Carducho y varios más. En su día fue Museo del Ejército, hasta su traslado al Alcázar de Toledo. Hoy son dependencias del Museo del Prado, pero no se utilizan mucho. 


El Casón del Buen Retiro que también pertenecía al palacio y ya aparece en el plano de Texeira. se construye como salón de baile. Ha tenido muchas utilidades, En el siglo XIX se viene abajo toda la fachada, que se construye de nuevo, en estilo neoclásico.  Ha sido Instituto Topográfico, picadero de caballos y gimnasio del príncipe Alfonso. En nuestros tiempos se hizo famoso porque a El Casón llegó el Guernica, el famoso cuadro de Picasso, alusivo al bombardeo del municipio vizcaíno del mismo nombre. El pintor lo había dejado en custodia en el MOMA de Nueva York, con instrucciones de que no fuera devuelto a España hasta que no hubiese una democracia y así, regresó a Madrid en 1981. Diez años después sería trasladado al Museo Infanta Sofía. El Casón fue durante algún tiempo exposición de pintura del siglo XIX, que más tarde se incorporaría al propio Museo del Prado. Cuando quedó vacío se acometió la restauración del fresco más sobresaliente que realizara en España Luca Giordano; se abrió al público para que todo el mundo pudiera disfrutar de la obra y se volvió a cerrar. Ya se sabe, España es diferente, aunque a veces pierda el norte. Hoy el Cason es una Escuela de Restauración.

Cerrando el salón del Prado nos encontramos con la fuente de Neptuno, aunque no en la postura que tenía en el siglo XVIII, pues miraba hacia la Cibeles, conformando un espacio independiente, que en principio se pensó techar.  Es de 1780, proyectado por Ventura Rodríguez y llevado a cabo por Pascual de Mena y algún otro artista de su taller que intervino para terminarlo, pues murió antes de poder inaugurarlo. 


Neptuno, rey de los océanos, yergue sobre una carroza, que es una caracola marina con molinos de agua a modo de ruedas y tirada por caballos mitológicos, con cola de pez. Si viéramos la fuente desde arriba veríamos cabecitas de delfines asomando. Es una de las fuentes más significativas de Madrid. Los guasones de los madrileños, en la época del hambre en la posguerra apareció un día un cartel que con grandes caracteres reclamaba las exigencias del dios Neptuno: "O me dais de comer o me quitáis el tenedor".

Obelisco al Soldado Desconocido (Madrid)
En los siglos XVIII y XIX, las tapias del palacio llegaban hasta allí y aquellos tapias fueron testigos de los ajusticiamientos de muchos de los que se levantaron el 2 de mayo contra los franceses. En conmemoración a todos aquellos que cayeron el 2 de mayo de 1815 (Daoiz y Velarde, el Teniente Ruiz, etc.), se levanta el monolito en la Plaza de la Lealtad. Tardan mucho en concluirlos, ya que -como ahora-, los políticos de la época no se ponían de acuerdo sobre qué custodiar en un cofrecillo que se enterraría junto a la primera piedra: un periódico del día, la constitución sí, la constitución no; cuando parecía que alcanzaban un acuerdo, cambiaba el gobierno y a empezar de nuevo. En 1985, el rey Juan Carlos extiende la dedicación del monolito a todos los caídos por España y todos los 12 de octubre se pone una corona y desde entonces hay una llama permanente.

En el salón del Prado (recordemos que el concepto de "salón del Prado" era el recinto que empezaba en la Cibeles y terminaba en Neptuno),  Carlos III deseaba que hubiese paseos donde la gente estuviera en contacto con la naturaleza  y se crea el Paseo del Prado, antes conocido como el Prado de los Jerónimos, que por cierto era un lugar de muy mala nota. Había mucha prostitución y mucha delincuencia. Para construir el paseo, se seca un riachuelo que allí se encontraba, se tiran una serie de puentecillos que lo atravesaban y Hermosilla con un proyecto inicial donde el salón del Prado iba a estar techado, como ya se ha comentado anteriormente, pero también porticado, con forma de hipódromo, con un carril de ida y otro de vuelta, para que no hubiera atasco de carruajes. ¡Qué ya había atascos en el siglo XVIII, incluso había muchos atropellos!

Los madrileños no reaccionaron bien con estos cambios a los que no estaban acostumbrados. Los árboles  que se plantaban por el día, eran arrancados por la noche; era su forma de protestar. Se cuenta que Carlos III se lamentaba; "Mis súbditos son como las criaturas que lloran cuando les lavas la cara".

Estratégicamente, se sitúa una serie de fuentes para embellecer el paseo. La fuente de Apolo, por ejemplo, la menos conocida, la de Neptuno, ya comentada, y la de Cibeles. Cada una representaba un elemento de la naturaleza: Neptuno, al agua; Apolo, al fuego y Cibeles, a la tierra. Estas estatuas no gustaron nada a los madrileños, les parecían sosas; acostumbrados a vírgenes dolientes, con el corazón atravesado por puñales, cristos, santos de madera policromada.

Una vez inaugurado, el Paseo del Prado se convirtió un parterre para ver y para ser visto. Se ponían de moda atuendos que portaban los más famosos. Por aquí paseaban de las criadas a los soldados, de los artistas a los nobles, incluso los reyes. Cuando se anunciaba un matrimonio, el primer garbeo de la pareja era por el Paseo para que todo el mundo pudiera darles la enhorabuena. A modo de anécdota, contar que una cantante a la que llamaban Caramba, por ser el estribillo de una canción de varietés que solía cantar, se colocaba una exagerada moña en el pelo, que marcó tendencia, pues toda aquella moza que pretendía ir a la moda, se colocaba una moña parecida. La propia Duquesa de Alba aparece con una moña de aquellas en un cuadro de Goya. Por supuesto, que al susodicho adorno para el pelo, le bautizaron también con el nombre de Caramba.

Este siglo XVIII que viene a revolucionar la vida de los españoles trajo muchas novedades; unas con más éxito que otras. El "cortejo", por ejemplo, moda importada de Italia y Francia consistía en la posibilidad de que una mujer casada tuviera un acompañante, que la acompañara a aquellos actos en que su marido, por el motivo que fuera, no pudiera ir con ella, todo con el beneplácito del marido, pues la virtud de la dama se daba por incuestionada. Llegó un momento en que el tener cortejo era una señal de posición elevada. Pronto esta costumbre colisionó con lo propugnado por la Iglesia Católica y esta consiguió que poco a poco fuera desapareciendo. Pero hay que reconocer que su uso fue útil: la Duquesa de Alba, por ejemplo, obligada a casarse a los quince años con su primo, todo fue un llorar hasta que su aya la convence de buscarse un "cortejo". Todo mejoró.

Enfrente se encuentra el edificio de la Bolsa, con forma de piano invertido y construido por el arquitecto José María Repullés en 1893.


Fuente de Apolo (Paseo del Prado, Madrid)
Fuente de Apolo y las cuatro estaciones. En el siglo XVIII aparecen las ruinas de Pompeya y de Herculano que en el año 70 d.C. fueron sepultadas por el Vesubio. La estatua de Apolo de esta fuente es una copia de una que apareció en las ruinas Herculano, obra de Giraldo de Vergaz. En su peana, la representación de las cuatro estaciones, obra de Manuel Álvarez. Todas con sus respectivos atributos de cada época del año: los racimos de uvas, el otoño; el haz de espigas de trigo, el verano; el cuenco con flores, la primavera y el viejecito con sopitas, el invierno. Toda la decoración es de estilo pompeyano, con máscaras que son surtidores que echan agua por la boca e inscripciones en latín.


Fuente de la Cibeles (Madrid)

Abriendo el paseo del Prado estaría la Cibeles, aunque estaba un poco más desplazada hacia Recoletos y miraba hacia la fuente de Nepturno. El proyecto es de Ventura Rodríguez, de 1767 y es realizada por Roberto Michel -los leones- y Francisco Gutierrez -el resto-. esculpidos en mármol cárdeno del pueblo de Montesclaros (Toledo) y el resto en piedra de Redueña. Los cupidos son añadidos en el siglo XIX. No gustó nada la fuente y la gente comenzó a protestar, al extremo de que el rey amenazó con llevársela a La Granja. Hubieron de intervenir tres grandes, para hacer rectificar al rey su decisión:  Ventura Rodriguez, Hermosilla y el Conde de Aranda, quienes al final consiguieron que la fuente permaneciera en el Paseo.

Dos leones tiran de la diosa Cibeles. Y he aquí una bonita historia en torno a este conjunto escultórico:

Había una joven muy bella, llamada Atalanta, que se cría en el bosque en estado semi-salvaje y se vuele una corredora sin parangón en todos los alrededores. Hace una visita al oráculo para que le anticipe cuál será su futuro y este le avisa de que no debe casarse, pues ello sería su perdición. A Atalanta no le preocupó mucho la advertencia y para quitarse de en medio los pretendientes, les retaba a una carrera; si ganaba el aspirante se casaría con él, si la ganadora resultaba ella, el galán sería ejecutado. Todos terminaban decapitados. Hasta que llega Hipomenes, totalmente prendado de Atalanta. Antes de ir ante ella, acude a pedir consejo a la diosa Afrodita, diosa del amor. Quien le da tres manzanas de oro del Jardín de las Hespérides (sí, las mismas manzanas de las pruebas de Hércules. A propósito, ¿sabíais que se dice que las Hespérides estaban en Canarias?).

Dan el pistoletazo de salida y salen corriendo Atalanta e Hipómenes, que va tirando las manzanas  una a una, distrayendo en el trayecto a Atalanta. Finalmente gana la carrera el joven enamorado, por lo que Atalanta tiene que cumplir su promesa. Pero Hipómenes cometió un graso error que fue olvidarse de dar las gracias a la diosa Afrodita, que no se lo perdonará. La pareja llega a una gruta que era el Templo de Cibeles, donde hacen el amor y la diosa indignada por lo que considera un sacrilegio, los castiga convirtiéndolos en leones condenados a tirar eternamente del carro de Cibeles. El castigo fue aún mayor, pues los condenó a ser dos machos para que no pudieran amarse. Por ello ni se miran en la estatua.

Dentro del anecdotario, decir que durante la guerra civil se rodeo de sacos terreros para protegerla de los bombardeos; que justo debajo está la cámara del tesoro del Banco de España y en caso de robo, la cámara se llena de agua; en dos ocasiones ha perdido una mano y aunque hoy sea la sede de los triunfos del Real Madrid, en su momento también se celebraban los del Atletico de Madrid.

La fuente, situada en el centro de la plaza a la que da nombre, se encuentra rodeada de bellos edificios: el Palacio de Buenavista (Cuartel General del Ejército); el Palacio de Linares (Casa de América); Palacio de Comunicaciones (antes sede de Correos y actualmente Ayuntamiento de Madrid) y el Banco de España.
Banco de España (izquierda) y Ministerio del Ejército (derecha)

Palacio de Linares / Museo de América (Madrid)



Banco de España (Madrid)

Ayuntamiento de Madrid

Finalmente, subimos por la calle de Alcalá y llegamos a nuestro último monumento: la Puerta de Alcalá. 

Este era nada menos que el final de la ciudad y la puerta por la que entraban a Madrid los viajeros procedentes de Francia e Italia, como el resto de la ciudad, tampoco era una entrada digna a los ojos del recién llegado Carlos III.  El Rey decide encargar una puerta de gran suntuosidad que sustituyera la puerta de la Reina Margarita -esposa de Felipe III-.



Ventura Rodríguez presenta al rey hasta cinco proyectos que no le complacen del todo, por lo que el monarca recurre a su maestro arquitecto italiano Francesco Sabatini, quien le presenta dos proyectos que gustan tanto, al punto de no saber por cuál decidirse; finalmente, acordarían realizar los dos, uno en cada cara.

Sabatini construye la puerta en 1778 y la llamarán la Puerta de Alcalá,  porque el camino de entrada lleva a Alcalá de Henares y allí se construirá la Puerta de Madrid, que lleva a Madrid. Esta puerta es una especie de arco de triunfo y será la más grande de todo Madrid. Tiene cinco vanos: tres arcos romanos de medio punto y dos rectangulares adintelados. Actuó como verdadera puerta para entrar en Madrid, pues existía una cerca que rodeaba Madrid. Por los arcos laterales entraban y salían los carruajes, uno de entrada y otro de salida y el de en medio era exclusivamente para los Reyes. Los pequeños rectangulares estaban destinados para entrada y salida de peatones.

Recordemos que el rey decide plasmar los dos proyectos de Sabatini, cada uno por una lado de la puerta. El del lado Este seria la parte amable para recibir al viajero; la del Oeste, que los despedía recordaba al viajero que partía, que la ciudad estaba preparada para defenderse si fuera necesario.



La decoración de la parte Este está compuesta de diez columnas jónicas con una cadeneta en medio que al parecer es copia de un proyecto de Miguel Ángel para Roma. Inscripción en latín  "REGE CAROLO III - ANNO MDCCLXXVIII", que se repite en la cara Oeste - y esculturas: cabezas de león, máscaras, guirnaldas. Esculturas de Roberto Michel y Francisco Gutiérrez. Sobre el arco central, aparece el escudo real es de Carlos III, sujetado por la fama y un genio. Los angelotes representan las virtudes. De izquierda a derecha, la Fortaleza (porta un escudo y una lanza), la Justicia (un haz de varas y una balanza -hoy desaparecida-), la Templanza (con un estribo) y la Prudencia (un espejo). Las cuatro virtudes de Carlos III. Sobre cada arco, aparece la cara de un sátiro (símbolo de la fertilidad). Sobre las puertas rectangulares, decoraciones florales y frutas (también fruto de la fertilidad).
Puerta de Alcalá (cara Este)

La del Oeste (la que mira hacia La Cibeles) encontramos cuatro conjuntos de cascos, armadura, estandartes y escudos; sobre cada arco la cara de un león (simbolizando vigilancia); dos columnas y pilastras; cueros de guerreros recostados con banderas y cascos y sobre los vanos rectangulares, cornucopias encuadradas (símbolo de la abundancia).
Puerta del Alcalá (cara Oeste)

Y así permanecerá hasta 1857, año en que se tira la cerca y empieza el ensanche de la ciudad con el Barrio de Salamanca.

Destacar los impactos de metralla en las columnas que no han sido restauradas para que permanezcan como un hecho histórico, aunque es el gran secreto que guarda la puerta. Versiones hay para todos los gustos:  para algunos son huellas de metralla de las tropas francesas en 1808 y los Cien Mil Hijos de San Luis en 1823 a fin de liberar a Fernando VII; para otros los orificios proceden de la guerra civil y, finalmente, otros lo achacan al atentado que sufrió Eduardo Dato, Presidente del Gobierno y a quien en 1821 le disparan y matan tres anarquistas desde una moto con sidecar. La realidad es que parecen más huellas de metralla que de balas.

Como curiosidad, comentar que esto, que era el final de la ciudad, lo único que se encontraba era una plaza de toros (de hecho hay una placa que lo recuerda, en la calle Claudio Coello), misma que inmortalizara Goya en sus grabados Las corridas de toros no eran como las actuales. Duraban todo el día; incluso se comía allí. Era de los pocos divertimentos que había, ya que el teatro estaba de capa caída y la gente se empeñaba por comprar una entrada. Se lidiaban entre dieciocho y veinticinco toros y el espectáculo de las corridas se complementaba con otros como el salto de la garrocha, se soltaban perros que atenazaban al toro,...


Cuando se lleva a cabo el ensanche, la plaza es derribada.

Hasta la próxima entrada.

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