Biblioteca Nacional de España

17 de abril de 2016

Fachada Biblioteca Nacional (propiedad de BNE)
Hoy es un día muy especial. Dentro de los distintos actos que se han programado para celebrar el cuarto centenario de la muerte de nuestro escritor más insigne, Miguel de Cervantes, estaba una jornada de puertas abiertas en la Biblioteca Nacional y ese era un tren que no se me podía escapar.

La Biblioteca Nacional es aquel templo sagrado donde cualquier aspirante a filólogo puede venerar a sus dioses que con ropajes en forma de pastas y entre páginas, sacan a danzar a sus ninfas que van desgranando bellas historias.


No importaba el madrugón. Había que estar en la puerta del templo de los primeros, para asegurarse esta oportunidad que no se produce muy a menudo. ¡Y lo conseguí!

Obviamente todo el mundo sabe que la Biblioteca es visitable, ya sea como lector, ya como asiduo de las interesantes exposiciones que lleva a cabo la institución o interviniendo en una visita guiada, pero,... verle las tripas,... visitar sus recónditos rincones,... eso es otro cantar.

Nos recibe Ana, una trabajadora de la Biblioteca que este domingo trabajaba -aparentemente muy gustosa-, para enseñarnos su casa laboral y, verdaderamente, lo hizo muy bien. Hablaba con gran soltura del ayer, del hoy y del mañana de la institución y, lo más importante, lo hacía con el entusiasmo de quien ama su trabajo y para quien trabaja.

Un poquito de historia:  el 1 de marzo de 1712, Felipe V funda la Real Librería Pública donde habría que poner, a buen recaudo "todas las impresiones nuevas que se hicieren en mis dominios", según rezaba en la Real Cédula expedida por el monarca.  Sus primeros fondos vendrían de la antigua Biblioteca llamada de "la Reina Madre" y otras colecciones traídas de Francia por el Rey. Constaba en sus comienzos de 8.000 volúmenes entre impresos y manuscritos.

Esa Real Librería Pública es el germen inicial que en 1836 pasaría a llamarse Biblioteca Nacional; momento en el que dejaría a pertenecer a la monarquía para pasar a serlo de la Administración, concretamente del Ministerio de Gobernación, y de la que podemos disfrutar hoy en día.

Las arcas reales no atravesaban sus mejores momentos, por ello hubo que hacer arte de ingenio para idear una fuente que proporcionara ingresos a la nueva institución: por Real Cédula, se le asignaban dos maravedíes en cada libra de tabaco en polvo, hoja y cigarros de todos géneros que se consumieran en los reinos de Aragón, Valencia y Cataluña -¿por qué esos reinos y no el resto? Sencillo, eran los perdedores de la Guerra de Sucesión. Ana añade que no solo del tabaco venían los ingresos, sino del juego,... juego de cartas.

Ese Privilegio Real y más tarde la Ley de Depósito Legal que obligaba a los impresores a depositar en la Biblioteca un ejemplar de todas las obras impresas en España ha conseguido que hoy la institución atesore una colección que supera los 32 millones de ejemplares.

Estamos en el acceso histórico principal de la Biblioteca y Ana nos sigue contando que la principal misión de la Bibloteca Nacional es la conservación del patrimonio bibliográfico y documental. Catalogan todos los materiales que llegan a ella, elaboran la bibliografía nacional y difunden esos documentos, para hacerlos accesibles a los investigadores y al mismo tiempo propagan el fondo histórico a través de actividades culturales, exposiciones, etc.

La Biblioteca es también cabecera del sistema bibliotecario español; son algo así como la madre de todas las bibliotecas. Todo lo que hace la Biblioteca desde el punto de vista técnico o de la restauración es referencia para el resto de bibliotecas nacionales e internacionales. La biblioteca fomenta la cooperación en el ámbito nacional e internacional y promociona proyectos de investigación.

 La biblioteca se apoya en tres grandes pilares: la conservación, el acceso al documento y la difusión de la colección. Tres conceptos que no siempre son fáciles de hacer compatibles entre sí. Para facilitar el acceso y asegurar la conservación la Biblioteca tiene tres tipos de carnet que facilitan el acceso a los usuarios:

  • El carnet más general, que es el carnet de lector y que da acceso a la colección desde el año 1958 hasta la actualidad. ¿Por qué el año 1958? Es cuando entra en vigor la Ley del Depósito Legal y por lo tanto la Biblioteca puede asegurar que a partir de ese momento se tienen diferentes ejemplares de todo lo que se ha publicado en España. Cualquier persona puede solicitar ese carnet.
  • El siguiente carnet es el carnet de investigador, es el que da acceso a toda la colección: al fondo antiguo, al más valioso, incluso al que puede presentar problemas de conservación. Para solicitar ese carnet hay que justificar que se es investigador, y por ende que se está desarrollando una investigación. El perfil típico sería el de un Profesor de universidad, alguien que esté haciendo una tesis doctoral, etc.
  • La tercera modalidad es un carnet que da acceso a una sala especializada en temas de bibliotecas, archivos y museos. Se trata de un carnet profesional para personal de otras bibliotecas, instituciones, opositores, etc. La persona interesada tiene que justificar la relación con el fondo, porque esa sala es la única de la Biblioteca Nacional que permite el préstamo domiciliario. Esto es importante, pues puede entrar en conflicto con la otra misión, que es la conservación.
La Biblioteca es un organismo de investigación. Los libros no se prestan. Las obras se consultan. Lo que si puede hacer el usuario es hacer las fotocopias del número determinado de páginas que marca la ley; puede solicitar reproducciones; puede venir con su ordenador portátil y trabajar en torno a las obras. Toda la Biblioteca es zona wifi. Incluso hay ordenadores disponibles, con conexión

La Biblioteca ofrece también apoyo de información y referencia para ayudar al usuario a encauzar esa investigación que inicia; incluso proporciona cursos de formación para aprender a buscar en su base de datos: entre 32 millones de ejemplares, si el usuario no sabe buscar va a ser difícil que se haga con la bibliografía necesaria. Las nuevas tecnologías están continuamente obligando a los usuarios y a todos los que trabajan aquí a actualizarse y aprender a manejar todas esas nuevas herramientas.

Estamos en la antesala del Salón de Lectura. Es una sala peculiar y su contenido muy cambiante a lo largo del año. Lo primero que llama nuestra atención son los grandes cuadros que la rodean -en ella hay sólo una parte, pero a lo largo de las zona comunes está el resto de la colección- se trata de los retratos de los ganadores del premio Cervantes. Cada 23 de abril, celebración de la muerte del autor de El Quijote, se concede este alto galardón como reconocimiento a la labor creadora de escritores españoles e hispanoamericanos, coincidiendo con la fecha del Día del Libro. Cada año, la Biblioteca ofrece al ganador de ese premio  la posibilidad de que le hagan un retrato como regalo; el escritor elige el artista que realizará la obra pictórica y la Biblioteca lo costeará, pero a cambio ha de ser donado para formar parte de sus fondos. El cuadro de Juan Goytsolo, Cervantes 2014 ya figura en las paredes de la Biblioteca desde mayo de este año. Aquel día se desconocía todavía -por pocos días- quién sería el agraciado del 2016, pero hoy, día de escritura de esta reseña, ya conocemos que el escritor mexicano, Fernando del Paso figurará entre las figuras ilustres de la institución.

Esta sala es de acceso a cualquier visitante de la Biblioteca y en ella se exhibe una pequeña muestra bibliográfica que es cambiante. Coincidiendo con la celebración de alguna fecha importante de algún autor o algún intelectual, se muestran primeras ediciones, cartas, discursos, curiosidades y materiales varios relativos a la personalidad de que se trate. Son una forma de mostrar toda la variedad de materiales y la riqueza que tiene la Biblioteca en sus colecciones, pero centrado en una persona. En el momento de la visita se conmemoraba a Echegaray, pero estaba prevista, para el mes pasado, la exhibición de materiales relativos a Rubén Darío, como evocación al centenario de su muerte. Se va Echegaray viene Rubén Darío.

Aquí, Ana nos explica algo más sobre cómo se ha podido llegar a ese fondo de más de 32 millones de ejemplares. Hay diferentes fórmulas o vías por las que la Biblioteca incrementa su colección, nos dice; la más importante es a través de la Ley del Depósito Legal, que representa la garantía de que haya una institución que conserva el patrimonio bibliográfico y documental; es decir que conserva la memoria y el conocimiento de un país. Esa ley le dice al editor que tiene que depositar en la Biblioteca Nacional uno o dos ejemplares de todo lo que edite. Eso significa que aquí llegan dos ejemplares de todos los ejemplares editados en España en cualquier soporte. Dos ejemplares de cada libro escrito, dos ejemplares de cada periódico o revista que se edita en España. Y un ejemplar del resto de soporte; esto es, atlas, partituras, mapas, DVD de películas y documentales, CD de música, carteles, carteles, la propaganda electoral de estas segundas votaciones a las que no están sometiendo nuestros queridos próceres, por poner algunos ejemplos.

Todo ese material, se cataloga con el objeto de crear la bibliografía nacional y difundirla a través del catálogo de la Biblioteca Nacional. Pero hoy en día, no se limita a esos soportes, sino que también se catalogan los recursos electrónicos en línea.  La Ley de Deposito Legal prevé, y la Biblioteca ya lo está llevando a cabo desde hace tiempo, el clasificar las páginas web; crear el archivo de la web española. El archivo de la web española también es patrimonio bibliográfico y documental. Un robot va capturando las url, las direcciones de las páginas web de los sitios ".es", ".com" y ".org" y se van guardando y almacenando en la Biblioteca Nacional. Se dispone de 125 Terabytes y muchísimo más almacenado.

Todo esto demuestra que la Biblioteca es un organismo vivo, en constante crecimiento, con mas de trescientos años de historia.

El depósito legal es la principal fórmula, pero hay otras que nutren sus fondos como el canje y el donativo. La Biblioteca dispone un presupuesto para comprar fondo antiguo u obras para completar esa colección histórica. También Se compran las traducciones de los principales autores españoles a otras lenguas; se adquieren obras en francés, en inglés, en japonés... ; traducciones de los principales autores españoles, clásicos o contemporáneos a otros idiomas; cualquier obra que hable sobre España desde cualquier punto de vista -curiosa fue una donación de El Quijote en chino-. El presupuesto de que dispone la institución es limitado,  por lo que sigue un criterio de selección muy estricto para decidir qué se compra y qué no.

La Biblioteca también acepta donativos de particulares o instituciones y lleva a cabo canjes con otras instituciones, por ejemplo, con Naciones Unidas, la Unión Europea, organismos que realizan publicaciones muy especializadas, las depositan en nuestra biblioteca, donde se catalogan y se les da la visibilidad pertinente. Entre uno y otro medio, el año pasado, se pudo contabilizar un total de entorno a 400.000 ejemplares que llegaron a la Biblioteca Nacional.

Hemos llegado a una de las zonas más bonita de la Biblioteca. Estamos en el Salón General de Lectura. Este es el corazón de la Biblioteca. Es la sala más importante y alrededor de la cual circula el resto de salas. 

Este edificio se inauguró en 1892. La institución había tenido desde esa primera ubicación en el pasadizo que unía el Real Alcázar con el Monasterio de la Encarnación  un largo peregrinar por diferentes sedes en Madrid . En el siglo XIX, en tiempos de Isabel II, se decide construir un nuevo emplazamiento para la Biblioteca, en cuyo edificio se instalaría también el Museo Arqueológico, aunque sean dos organismos totalmente independientes.

Ana, llama nuestra atención para que nos percatemos de que estamos llevando a cabo una de las cosas más transgresoras que puede haber, como es hablar en voz alta en una sala de lectura.

Sala de Lectura Biblioteca Nacional (propiedad BNE)
Esta sala es un ejemplo típico de una sala de lectura de una biblioteca del siglo XIX. Está como se encontraba en su estado original. incluido su mobiliario. Este edificio sufrió una reforma en los años 80 y se aprovechó para recuperar la claraboya que estaba tapada y que daba un aspecto bastante lúgubre al salón de lectura. Se restauraron las pinturas, se abrió la claraboya y se acondicionó también el mobiliario.

El salón, que se inauguró en 1892, tiene dos curiosidades, una, los escudos que la rodean; son los correspondientes a los territorios que tenía España, incluidos los de ultramar, así que están también los de Cuba, Puerto Rico, y Filipinas. La otra, es que fue la primera sala de lectura  en Madrid que tuvo calefacción en el siglo XIX; con lo que aquí venía mucha gente en invierno porque se estaba calentito.

La estructura de la sala inicialmente iba a ser octogonal y aunque al final se optó por este diseño rectangular. Las estanterías a la vista, contienen obras de referencia; son las únicas obras de libre acceso para el usuario con carnet de lector. El resto de material está en el depósito y el usuario tiene que solicitarlo, mediante una ficha. 

Esta sala, en origen, daba acceso a dos patios que se reutilizaron en la reforma: en uno se construyó un edificio con una pequeña sala con un anexo de información bibliográfica y otro edificio donde están los laboratorios de encuadernación, restauración y digitalización de la Biblioteca.

En el otro patio, denominado Mesetón, al que nos íbamos dirigiendo en aquel momento, es donde se da servicio a los usuarios que van a estar en el salón de lectura, al que se accede con el carnet más general, de lector. El funcionamiento de esta y del resto de salas de lectura de la Biblioteca es el mismo:  lo primero que tiene que hacer el usuario es ir a solicitar la mesa, que será su mesa de trabajo para todo el día y a continuación solicitar las obras que le interesan mediante una ficha.

La totalidad de las obras de la Biblioteca Nacional se encuentran repartidas entre esta sede y la de Alcalá  de Henares, en la zona de Meco. En las instalaciones de Alcalá de Henares se dispone de un pequeño salón de lectura, pero  principalmente cumple la función de ser un depósito donde se conserva el fondo moderno, es decir, Siglo XX y XXI, lo que tiene consecuencias en el servicio que presta la Biblioteca; si un usuario necesita un ejemplar de los que se hallan en Alcalá, tiene que solicitarlo y volver a consultarlo al día siguiente, que se le habrá traído y estará ya a su disposición.

La edificación de la Biblioteca en Alcalá de Henares está compuesta de seis torres, una de ellas robotizada. Una especie de vagoneta-robot va recorriendo esa torre y recuperando las obras solicitadas por los usuarios. Ana nos preguntaba si alguno habíamos leído el relato de José Luis Borges, La Biblioteca de Babel, que parece enteramente escrito en el depósito de Alcalá (a continuación incluyo un link al artículo, por si algún curioso desea leerlo).

La Biblioteca de Babel

Esa sede de Alcalá de Henares también se va quedar pequeña en breve, así que está prevista la construcción de otra nueva torre. Ana reafirma su convencimiento de que no hay nada más vivo que una biblioteca y, con orgullo, añade que más la nacional. Pregunto a Ana si es visitable la sede de Alcalá, pero me responde que es difícil, que en alguna ocasión se han realizado visitas para universitarios y que en una ocasión se hizo una jornada de puertas abiertas. Habrá que estar atentos, por si hubiera una segunda oportunidad.


Entramos en el Depósito de la Biblioteca; segunda planta del edificio de un total de ocho, bajo tierra y hacia arriba.

Nos pregunta Ana ¿cómo nos imaginamos la gestión de 32 millones de ejemplares? Todos hemos entrado en alguna biblioteca, ya sea una universitaria o una pública,  lo normal es que se coloquen los libros por autores o por temas, en la Biblioteca Nacional, no. En la Biblioteca Nacional, los libros se colocan por tamaño. La altura del lomo va a determinar el lugar que va a ocupar una obra en la estantería. ¿Por qué se colocan así?  Por dos motivos:  que cuando Ana nos lo explica tiene todo el sentido. Conservación y aprovechamiento del espacio. Vamos a imaginar que colocamos un atlas muy alto y cinco libros de bolsillo, todos juntitos en la estantería; se acabarían arqueando y estropeando. La Biblioteca estaría incumpliendo su principal misión, que es la conservación. El segundo motivo es el aprovechamiento del espacio. Si se colocasen los libros por autores o por materias, habría que dejar huecos, ya que continuamente se editan y reeditan autores y habría que dejar hueco.
Ese hueco son centímetros, que al final son metros y al final, kilómetros y no es una exageración.
Si se colocasen las estanterías de los depósitos de manera lineal tendríamos unos 117 kilómetros, contando sólo la sede de Recoletos, todos los depósitos, contando las estanterías de la sede de Alcalá son más de 250 kilómetros.  Se llega a la conclusión de que el saber sí ocupa lugar y que un libro mal colocado es un libro perdido. Muy perdido.

La asignatura es un número que va en el tejuelo de los libros. Un número que tiene dos partes, la primera hace referencia a la planta del depósito donde se va a colocar la obra y a continuación un número currens, consecutivo, que se asigna por orden de llegada en función de la altura que tiene el libro y se coloca en los carros, que tienen la misma longitud que las baldas del depósito.

La Biblioteca, todos los años, hace recuento de sus fondos. La tercera semana de enero la institución cierra sus puertas y todo el personal bibliotecario deja su tarea habitual, entra en el depósito y le asignan un compañero, un pasillo y unas 5.000 asignaturas, más o menos y hay que empezar a contar. Se comprueba que el libro está bien colocado, siguiendo con la secuencia de la asignatura correcta, sacarlo, abrirlo, comprobar el estado de conservación y hacer una pequeña revisión de la catalogación. Todos los años no da tiempo a comprobarlo todo, por lo que cada año se lleva a cabo la comprobación de una sección del depósito.

Los tejuelos de los libros son de colores, van por plantas, de tal forma que, a primera  vista, se puede comprobar si están colocados correctamente; si entre tejuelos azules hay uno amarillo, es evidente que está mal colocado. Hay que cambiarlo.

Lo primero que nos encontramos es la sala de Información Bibliográfica, la sala de información y referencia,una de esas salas importantes de la Biblioteca; muchas veces suele ser la primera parada para el investigador que en busca de ayuda para que el orienten sobre qué es lo que está publicado sobre su tema de investigación. Esta sala también presta apoyo al resto de salas de la Biblioteca Nacional.

Recorremos pasillos y más pasillos repletos de libros. Un mundo de delirio, este templo del saber.

Subimos dos plantas y hacemos una parada en una mesa con un muestrario de extraños elementos, obviamente preparado de ex profeso para la ocasión.

Allí se presenta Luis, que es uno de los seis restauradores de la Biblioteca Nacional. Luis nos cuenta que cada restaurador trabaja para un departamento, para intentar optimizar el rendimiento del trabajo. ¿Parecen pocos verdad? me pregunto.  Y como si me hubiera adivinado el pensamiento comenta que es muy complicado llevar a cabo este trabajo de mantener 34 millones de objetos en perfecto estado de conservación, siendo solo seis personas.

Con esta pequeña muestra pretenden mostrarnos, de una manera sucinta los problemas de conservación que tiene la Biblioteca; los más habituales de los documentos y enseñarnos algunos tipos de objetos de los que se puede pensar que no tienen restauración posibles y las herramientas que utilizan.

Uno de los problemas más habituales son los libros atacados por insectos en busca de alimento, que se encuentra en los adhesivos, en la parte central y para llegar a él van taladrando el papel. Otro tipo de ataque es el de los hongos. Los documentos que Luis nos muestra son documentos que formaban parte de alguna partida llegada de otra parte y que mantienen como representativos de dichos problemas. Cuando llega algo en unas condiciones semejantes a las que nos muestra, habitualmente los introducen en bolsas de secado, al vacío, para que no contamine al resto de la colección y se van tratando poco a poco.

Otro problema muy común es la acidez del papel moderno (Luis comenta que es parecido a la acidez o reflujo estomacal), que es inherente al papel de hoy en día. Antiguamente, el papel se hacía a mano, con trapos, todo muy limpio, pero la industria papelera, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, en su afán de ganar dinero, comienza a echar "de todo" y ello conlleva este tipo de problemas.

Otro tipo de problemas es el derivado de las tintas muy común en toda la documentación manuscrita europea. Los escribas configuraban sus tintas a mano, añadiéndole componentes que pasado el tiempo, uno de aquellos componentes se vuelven ácido sulfúrico. Dicho ácido busca agua a toda costa para estabilizarse, ya sea en la celulosa y empiezan a taladrarlo; convirtiéndose en uno de los problemas mas difíciles de solventar.

Luis hace hincapié en demostrar que todo esto son problemas físicos y químicos -estos últimos los más difíciles de resolver-. La profesión del restaurador se ve como una actividad manual, pero básicamente es una habilidad química. 

Continua mostrándonos objetos que han sido comidos por los ratones, por ejemplo, la piel o el pergamino. Otro tipo de daños son los derivados de la decadencia de los materiales como es el caso de las encuadernaciones. Algo muy típico. 

Actualmente se lucha por encontrar soluciones para reparar los libros y documentos. Los artesanos que hacían buenas materias primas para estas restauraciones están desapareciendo. España tenía fama de fabricantes de pergamino de calidad y con la crisis ya no queda nada más que un distribuidor y la piel de pergamino viene a costas entre 300 o 400 euros, por lo que hay que establecer muy bien los patrones de qué se quiere restaurar y cómo.

Entre las soluciones que se han encontrado hay alguna tan extraña como restaurar con papel japonés. Es necesario hacer injertos en la parte que falta y teñirlo para que parezca piel. De esta manera tendremos una encuadernación mucho más resistente, pues lleva muchas capas de papel.

Pasa Luis a enseñarnos unas hojas de libro que tratan mecánicamente. Se añade pulpa de papel en ciertas proporciones y un sistema, imitando a un río que arrastra las hojas, se les va añadiendo pulpa al agua en las máquinas, que la succiona, la absorbe y se va depositando en los agujeros. De esta manera se consigue una hoja completa y en vez de tardar tres meses en conseguirlo, se tarda entre cuatro o cinco días.

No sólo restauran libros. Luis muestra otros objetos que pertenecen al Departamento de Música, dañados y que habría que recuperarlos para poder seguir disfrutando del sonido.

Enseña un sistema de montaje que tienen para exposiciones. Se hacen los injertos, se reintegra y se coloca, asegurándose de utilizar materiales no ácidos que no van a dañar el documento, no emplean adhesivos, no se pega nada. Queda como suspendido en el aire.

Luis pasa a hacernos algunos comentarios sobre su profesión, que apenas tiene cincuenta años de vida. En España empezó en los años 60, al igual que en todo Occidente.  Al parecer han encontrado una solución en los maestros japoneses, que llevan casi seiscientos años haciendo reparación de papel de la misma forma, con las mismas brochas y las mismas herramientas.

Nos muestra un pequeño muestrario de las distintas herramientas que suelen utilizar: brochas muy distintas que sirven para cosas muy distintas: para encolar, para aplicar agua, para pegar papel a base de golpeteo; un crin de caballo; un cedazo para tamizar el almidón de la harina.

A pesar de todo esto que parece muy clásico, nos habla de lo innovador de la Biblioteca Nacional respecto a cualquier otro centro en España y es su intento de crear un sistema artesano de trabajo lo más parecida posible a  como trabajaban los artesanos en el medievo, en el gótico o en el renacimiento y eso no lo hace nadie en España. De ahí del gran interés en el sector por incorporarse a la Biblioteca como restaurador en prácticas. Tienen siete trabajando, pero la lista de espera es enorme.

Dejamos a Luis y continuamos. Pasamos por una zona que cumple la función de salón de lectura, del estilo de la que hemos visto abajo, pero más chiquitito más moderno y pensado para los usuarios que trabajan allí. En el encontramos una colección de referencia, diccionarios, enciclopedias, manuales de libre acceso y una tercera zona de microfilm y prensa digitalizada. 

Y hacia el fondo la primera parada. Aquí nos muestran una selección de elementos elegidos como curiosidades para mostrarlos en este tipo de visitas. Porque a estas alturas ya conocemos que una biblioteca no sólo conserva libros, sino una gran cantidad de materiales diversos.

En esta primera mesa nos muestran algunos objetos provenientes tanto de fondos de la sala de prensa y revista, como de la colección de fondo antiguo de la Sala Cervantes y algunos de fondos de la Sala Barbieri -audiovisuales y partituras. 

Lo primero, es un ejemplar de El Liberal, que es un periódico que se crea en último tercio del siglo XIX, que se publica hasta 1939 y que fue el periódico de más tirada. Llegó a alcanzar una tirada de 120.000 ejemplares diarios. Las cosas han cambiado mucho, estamos asistiendo a un momento en el que la prensa escrita está casi desapareciendo. Aquello eran periódicos de gran formato, a muchas columnas y son los primeros en insertar los anuncios por palabras, al igual que la imágenes que comenzaban su aparición gracias a  las nuevas técnicas.

Lo siguiente, un ejemplar del TBO, cómic infantil que ha estado publicándose durante muchos años -desde 1917, que sale a la luz, hasta 1998-. Como curiosidad nos comentan que la palabra está incluso admitada por el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, pero lo cierto es que he intentado comprobarlo y no aparece.

El resto del muestrario es un rollo de pianola -ya que conservan música en distintos soportes-, sistema de reproducción bastante primitivo. 

Estamos celebrando el cuarto centenario de la muerte de Cervantes y eso se tenía que notar forzosamente en la visita. 

Lo siguiente sería una película de 1979,  “Jaque a la dama” que está basada en una obra de Cervantes. Un disco de un grupo de actualidad llamado Mago de Oz. Recordemos que la Biblioteca no sólo conserva patrimonio antiguo sino que la colección sigue aumentando día a día; de hecho entran del orden de  14 toneladas al mes de todo tipo de material, que es procesado, catalogado y etiquetado con una asignatura.

Una partitura del Huésped del Sevillano del Maestro Guerrero, de tema toledano, con pasajes de El Quijote para amenizarlo. La colección de partituras también es enorme. Nos explican que sigue habiendo donaciones de músicos que ofrecen su obra para asegurarse que se va a conservar y va a estar disponible para generaciones presentes y futuras.

El Quijote, nuestra obra más universal  ha dado pie a que se hagan las copias a los idiomas más singulares imaginables y en el caso de esta muestra, es una de las más originales: un Quijote cifrado, con un código numérico, imposible de leer sino tienes el código de desencriptación.

Se comenta la dificultad que presenta una biblioteca de estas característica, que al albergar tal cantidad de fondos diferentes, puede ser incomoda para el usuario, ya que dependiendo del formato tendrán que ir a una sala u otra, lo que es debido a que cada material se tiene que conservar en depósitos distintos: los libros en estanterías, los folletos en cajas, los periódicos, cuyo papel es muy frágil  y que al principio se encuadernaban, hoy, se hacen paquetitos con cartones y con una cinta muy bibliotecaria de algodón llamada balduque para conservarlos.Actualmente la Biblioteca mantiene acuerdos con las principales cabeceras de  periódicos y revistas para que le proporcionen receptáculos adecuados.

Se entiende que el tema de la conservación sea prioritario para la Biblioteca. No sólo es el uso de los usuarios, sino la cantidad de movimientos a los que los fondos se ven sometidos: exposiciones propias, préstamos de obras para ir a otras exposiciones de otras instituciones. Es una colección que se está moviendo continuamente, por ello tan importante el conservarlos de la mejor manera para que esté siempre presta para el investigador.

Se observa que en algunas estanterías hay ejemplares con un punto rojo y nos comentan que se trata de libros que están deteriorados de alguna manera y no se pueden servir. No obstante, la Biblioteca tiene que facilitar una reproducción, ya sea en microfilm, microficha digital o en cualquier otro formato, para poner el contenido de la obra al servicio del usuario.


Entramos a una sala especialmente bonita. Es donde se conserva la prensa digitalizada. Lo primero que llama la atención de la sala son unos enormes armarios. Ana nos explica que aquí estuvo alojada una parte del archivo histórico nacional hasta que se unificó en una sola sede. En esta sala estaba la parte dedicada a las Órdenes Militares. Cada uno de estos armarios tenía en su interior la información de cada una de las ordenes militares, por eso en la parte de fuera está el escudo del emblema de cada una de ellas: Alcántara, Calatrava, Santiago, etc. La Biblioteca tiene la obligación de conservarlos tal cual están; no se pueden desmontar. El problema es,... que están ocupando un espacio, espacio que es la auténtica obsesión de la Biblioteca. Pero la necesidad aguza el ingenio y la Biblioteca encontró una solución imaginativa, para darles uso sin alterarlos, dado el carácter de patrimonio que tienen, y en estos armarios se guardan los microfilms y las micro-fichas.

Continuamos hasta otra sala, en la que tienen preparada otra muestra de curiosidades. Se trata de un ejemplar de los Fondos Especiales; un volumen del Atlas Maior (1659) de Willem Blaeu. Los Blaeu fueron una familia que se dedicaron a la fabricación de atlas. Eran holandeses y trabajaban en una época en la que ya se habían producido los grandes descubrimientos, estaba aumentando el comercio a las nuevas zonas descubiertas y los atlas y los mapas se convierten en herramientas imprescindibles para facilitar ese nuevo comercio. Eran especialistas en realizar mapas y atlas de una muy buena calidad y se convirtieron en la familia de referencia para este tipo de producción.

El Atlas Maior fue una de sus obras maestras y tuvo ediciones en distintas lenguas. Cada una de sus páginas es una plancha de un grabado; de hecho, se nota la marca de la plancha del metal con la que se estampaba. Lleva el sello de la Biblioteca Nacional.

En alusión al sello, alguien pregunta si estampan el sello de la Biblioteca absolutamente a todas las obras y nos comenta que es lo primero que se hace cuando llegan todas esas toneladas de material de que nos hablaban antes, pero no todas lo llevan; no se pone a obras de lujo, con los lomos dorados, por ejemplo, tampoco tienen el sello de hoy las obras procedentes de la Biblioteca Real, que traían ya el suyo.

Estas ediciones del Atlas, aparte del valor geográfico que aportan, son páginas que resultan muy interesantes desde el punto de vista sociológico por las páginas historiadas que incluyen, con vistas de ciudades, trajes, tipos y vida de la época. Una de ellas es un grabado de Carretero que formaba parte de la mejor edición de El Quijote que encargó la Real Academia de la Lengua en 1780, en cuatro volúmenes y se encargaron a distintos grabadores imágenes a toda página para ilustrar la mejor edición jamás hecha de nuestro libro más granado.

 Nos muestra otra plancha de un dibujo de Gustave Doré para El Quijote, que sonará a muchos porque han sido unos grabados que se han encontrado en numerosas ediciones de El Quijote en muchos idiomas.

La Biblioteca mantiene también una colección de fotografías muy grande y entre ellas hay una parte importante de estudios de fotógrafos que cuando han cerrado han entrado aquí por compra o por donativo.

Nos muestran una curiosa foto de Tyron Power, actor muy famoso en los años 40 y 50-. Vicente Ibáñez, un fotógrafo de Linares (Jaén),  de tradición fotográfica familiar, instaló su estudio en el número 70 de la Gran Vía madrileña.  La cercanía a los sitios por los que se movían las estrellas extranjeras por esta zona, hizo que tuviera una muy buena colección de "famosos", pues, además, tenía fama de ser simpático y camelarse a la gente con facilidad. La fotografía de la muestra es el momento en que Ibáñez capta a un fotógrafo callejero haciéndole una fotografía a Tyron Power delante  del monumento de Cervantes en la Plaza de España. Tyron Power moriría poco después de aquel viaje a Madrid.

Por último, nos enseñan una muestra de Ephémera, que son las colecciones realizadas en un material efímero. Se trata de un calendario permanente y en la parte de abajo se le colgaban las hojas de los meses del año. 

La Ephémera incluye todo tipo de tarjetas, etiquetas de productos comerciales, pegatinas de chocolates,  vitolas de puros, etiquetas de hoteles, etiquetas de naranjas, etc. Es un material de cuando las técnicas de imprenta permiten comenzar a introducir un tipo de material colorido; hacia finales del siglo XIX, en que empezaba a ser habitual la publicidad.  Se trata de colecciones que son difíciles de conservar, por tratarse de papel de baja calidad y que requieren también álbumes especiales y cajas especiales. La Biblioteca las tiene catalogadas una por una. Algunas han entrado por donativos, otras por compras a coleccionstas.

Estamos en una de esas salas que igual que el deposito solo se ve en la jornada de puertas abierta. Se trata de la Sala Noble de la Biblioteca, que solo se usa para actos de carácter muy institucional como la toma de posesión del director o directora de turno de la Biblioteca. Lo que más llama la atención son los grandes cuadros de  Jacinto Meléndez: Felipe V, Isabel de Farnesio (hoy, el hueco pues ha sido cedida para una exposición) y sus hijos. El monarca con los Estatutos Fundacionales de la Real Biblioteca en la mano y los demás con algún libro de la colección de la Real Biblioteca Pública, hoy, Biblioteca Nacional.




La sala normalmente está montada para celebrar las reuniones del Patronato de la Biblioteca. Las lámparas son de la Real Fábrica de Vidrio de La Granja y las alfombras de la Real Fábrica de Tapices. Las estanterías son del antiguo palacio de Godoy y una parte está en la Marina Española, hoy sede del Centro de Estudios Constitucionales que fue sede también de la Biblioteca Nacional.





Ana nos puntualiza que la última parte de la explicación sobre la Biblioteca se la quieren dedicar al presente y al futuro de la misma, que está basado en la digitalización de sus fondos.  En la página web de la Biblioteca se  puede acceder al enlace Biblioteca Digital Hispánica , donde se pueden consultar las obras que están ya digitalizadas. Se trata de un proyecto que lleva ya nueve o diez años en marcha, que nace a partir de la selección de  obras maestras, de obras importantes y de las que se ha comenzado a realizar una digitalización masiva de todos los códices. Manuscritos, incunables, dibujos, grabados, la música, los registros sonoros se pueden escuchar. Accesibles para todo el mundo. Cuando hablamos de digitalización hablamos de obras de Fondo Antiguo que no tienen derechos de autor y que se pueden descargar en sistemas pdf o jpg de muy buena calidad, al alcance de todos.

No sólo se hace la digitalización de los fondos sino también libros interactivos. La primera edición de El Quijote  y dos obras emblemáticas como son los manuscritos de  Leonardo da Vinci, tienen ya sus libros interactivos. En ella puede uno sumergirse y navegar por ellas.  

Este gran proyecto se está realizando con el apoyo de la Fundación Telefónica. Digitalizar es muy caro en cuanto a los recursos técnicos y recursos humanos necesarios para ir supervisando todo ese proceso de digitalización: Escaneo página a página de cada obra, pase por el sistema OCR que es el reconocimiento óptico de caracteres que permite identificar y hacer  búsquedas internas dentro de ese texto, con tipografías muy complejas; en suma,  se trata de algo que la Biblioteca no puede afrontar por sí sola y por eso cuenta con el apoyo de la Fundación Telefónica.

Ana nos da unas cuantas cifras: 

173.000 fondos digitalizados en la Biblioteca Digital Hispánica;  1.700 de publicaciones periódicas. En el caso de la BDH, hablamos de 22 millones de páginas y en el caso de la hemeroteca de 27 millones de páginas.

La visita ha llegado a su fin y de colofón nos regalan una rosa y un libro digital; como no podía ser de otra forma, "El Quijote" interactivo.

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