Thailandia (Capítulo 1)

 24 de julio a 22 de agosto de 2010

Capítulo I

Siempre que alguien me pregunta cuál de mis viajes me ha gustado más, contesto indefectiblemente que el último; no tiene lógica ninguna pero así es. Seguramente es porque cada año voy aprendiendo a "disfrutar un poquito más del camino".

Hablar de Tailandia, es hablar de su mayor activo y reclamo turístico que no son las playas (que son de las mejores del mundo), ni la magia de sus templos, ni sus pueblos auténticos, sino su gente. Dudo mucho que haya sobre este planeta una gente más amable, más sonriente y con más ganas de agradar.

La primera semana la pasamos en Pattaya, playa que está a 147 kms. de Bangkok y a la que llegamos sin mas incidente que el hecho de que Aeroflot nos perdiese las maletas y no nos las mandase hasta cinco días después -consabido transtorno de tener que comprar cepillo de dientes, cargador de BB, etc.-. Os voy a contar el incidente de la compra del cargador de la Black Berry pues es muy elocuente de lo que es Pattaya: tras recorrernos una calle de las más comerciales, sin encontrar alguna tienda de informática donde poder comprar el cargador, entro en una de fotos y pregunto dónde puedo comprarlo y me contestan que en la esquina de esa misma calle; salgo, miro, busco, rebusco y nada, no encuentro la tienda a la que me envían; vuelvo a entrar y les pido que por favor me expliquen de nuevo donde está la tienda y me vuelven a decir que en la misma esquina; voy otra vez y me da por fijarme en un puestecito, en la acera, con una mesa y una banqueta y un cajón con miles de cables y un enchufe conectado al cable de la luz; asombrada, pregunto que si tienen cargadores para la BB y ¡bingo! era la "tienda de informática" y tenían mi cable.

Pattaya es una localidad del litorial tailandés que, como todas las playas que están situadas cerca de una capital con una población considerable, comparte el mismo problema, y es la masificación, sobre todo los fines de semana. A Pattaya hay que añadirle, lo que para unos es un handicap y para otros una ventaja, y es el alto porcentaje de turismo sexual. Heredado de la época de la guerra de Vietnam, en que los americanos tomaron Pattaya como su puticlub particular, hoy en día, es un alto reclamo para turistas, sobre todo norteuropeos, que por unos cuantos euros tienen su geisa particular durante las vacaciones.
Al margen de todo esto, es una tranquila ciudad, donde "vivir y dejar vivir" es el lema y donde nadie se mete contigo. Tiene una preciosa y larga playa y numerosas actividades para no aburrirte.


Aquí no habíamos contratado coche de alquiler, pero optamos por adoptar los song-taews o baht-bus que te recorrían Pattay a lo largo, a través de su arteria principal y que son una especie de camioncitos con dos bancos corridos detrás que van recogiendo y soltando gente a lo largo de su recorrido.

Esta semana fue tranquila, de playa y paseos por su "Walking Street" que es la calle donde se encuentran todos los garitos de copas y es todo un espectáculo con solo pasear por ella.

Como puntos a destacar, habría que mencionar la visita al Santuario de la Verdad, que es una mole construida a la vera del mar,  toda en madera y donde disfrutamos, además de la visita al templo -espectacular-, de un paseito en coche de caballos, una vuelta en barca motora por toda la bahía, una copita amenizada de danzas típicas tailandesas, incluso de nuestro primer masaje de piés. Una gozada.
También mereció la pena el See Point, una torre de 240 m. donde puedes subir de tres maneras distintas: en funicular (la elegida por nosotros, que no destacamos por nuestra valentía), en una especie de jaula o directamente colgado con arnes. La vistas en la zona alta son espectaculares.  
Sin ir demasiado lejos, hay excursiones que se pueden hacer, como Koh Lanta, que cogiendo un ferry en el puerto y por un módico precio te lleva hasta esta bonita playa. Allí puedes disfrutar de una buena comida y unas límpidas aguas. 
El Big Buda, al que no tuve el gusto de conocer de día, pero sí de noche y se trata de una gigantesca estatua de Buda de 20 m. de alto en lo alto de una montaña que domina toda la ciudad.

A pesar de todos los pesares, dejamos Pattaya con cierta nostalgia.

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